En Pumas imperó ayer la ley mordaza. Nadie habló, pero los jugadores salieron del entrenamiento serenos y hasta sonrientes. Algunos justificaron su postura, explicaron que no podían hablar por órdenes del cuerpo técnico, encabezado todavía por José Luis Trejo, quien eludió a la prensa al escabullirse por una puerta trasera de la cancha dos de Ciudad Universitaria.

La novedad fue que a la práctica asistió Jorge Borja Navarrete, presidente del patronato, cuya gestión ha sido pobre en resultados. El directivo tiene en su escritorio la renuncia de Mario Trejo, vicepresidente deportivo, y espera una reacción del equipo para salir del bache, cuando en partido adelantado, correspondiente a la fecha cinco, visite este jueves al bicampeón León.

Los primeros en abandonar la zona boscosa fueron Martín Romagnoli, Daniel Ludueña y el recién llegado Matías Britos; los tres recorrieron sonrientes y entre bromas el trayecto hacia el estadio. Marco Pikolín Palacios, quien difícilmente desdeña cámaras y grabadoras, dijo que hablará hasta que le toque hacerlo en conferencia de prensa, pues hoy estoy de mal humor, atajó el zaguero.

Javier Cortés, David Cabrera y otros apenas se detuvieron a firmar playeras a jugadores de fuerzas básicas que trabajaron en una cancha aledaña.

Los menores les arrancaron algunas sonrisas con sus bromas, pues les decían eres mi fan o soy tu ídolo, uno que otro recibió algún halago: ¡eres grande!, le lanzaron a Cabrera. Otros futbolistas del primer equipo escaparon en rauda carrera.

Borja Navarrete cumple su segundo periodo de dos años al frente del patronato, el cual concluye en abril de 2016, pero su actitud es diametralmente opuesto a la su antecesor, Víctor Mahbub, quien gustaba de dar entrevistas. Su presencia en la práctica ayer en la mañana obedeció a que la crisis sentó sus reales en el equipo del Pedregal, luego de sufrir tres derrotas consecutivas y apenas suma tres puntos de 12 posibles.

El estratega José Luis Trejo habló temprano con sus jugadores y luego dirigió un entrenamiento ligero. El repudio de la afición auriazul lo tiene en la cuerda floja y la salida de Mario Trejo –quien argumentó asuntos personales– hace más frágil su posición en el timón.