Opinión
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El garrote de la injusticia
V

an varias veces que me pasa: me subo al taxi, lo saludo, me saluda, le doy la dirección, se frena abruptamente y me dice que a esa zona no va. ¿Por qué? Porque anda peligroso por ahí, joven. ¿Por qué anda peligroso, don? ¿Y los policías? (risa) Ni los policías entran.

¿Qué pasa con la seguridad pública?

En 2008 la Comisión de Fortalecimiento Legal para los Pobres, codirigida por Madeleine Albright y Hernando de Soto, descubrió que más de 4 mil millones de humanos viven sin la protección de la ley. ¿Qué es la ley? En carne y hueso, la seguridad pública.

La epidémica falta de seguridad pública a la mayoría de la población crea una atmósfera fértil para que brote la violencia. Pero aun así sigue siendo un tema subyacente. Cuando uno piensa en pobreza le llegan imágenes de cabañas sucias de madera y metal, agua intragable, un niño con la cara manchada pidiendo pan y condiciones sanitarias infernales, pero casi nunca se piensa en la crónica vulnerabilidad y exposición de los pobres a la violencia.

Ahora, no hablo de violencia catastrófica. La violencia a la que se exponen los pobres no son guerras, no son crímenes masivos, no son limpias raciales. Es una violencia diaria. Y es este tipo de violencia lo que limita, o define, las posibilidades de muchos de los pobres en la vida.

Estadísticamente, se estima que hay cuatro jinetes del apocalipsis que sofocan la vida de los pobres.

El primero es la violencia de género. De hecho, la Organización Mundial de la Salud ha encontrado que para mujeres de entre 15 y 44 años la violencia de género causa más muertes y discapacidades físicas que el cáncer, los accidentes vehiculares, la guerra y la malaria juntos.

El segundo es la esclavitud. El índice mundial de esclavitud, publicado en octubre pasado, destaca que más de 30 millones de personas viven en cautiverio. Esto quiere decir que hoy más gente vive esclavizada que en cualquier otro periodo de la humanidad. ¡Hoy! Más de 30 millones de personas. Trabajando de 16 a 18 horas, todos los días del año, sin remuneración o descanso.

Tercero: abuso policiaco. En 2011 el Banco Mundial hizo un estudio sobre la seguridad pública en el mundo y descubrió que los pobres de todos los países no acuden a la policía, sino que huyen de ella. El sistema de seguridad pública perpetúa la violencia y el abuso contra los menos afortunados. A los que más debería proteger es a quienes más espanta. Es el mundo al revés. Es como si se hiciera un estudio y se descubriera que la mayoría de las escuelas en zonas marginadas incrementará el índice de analfabetismo al no dejar que los niños lean. Bajo este estándar, casi 10 millones de personas pobres son encarceladas cada año sin haber sido declaradas inocentes o culpables. Sirven sólo de estadística para aprobar presupuestos.

El cuarto es la tierra. Cada año más de 5 millones de personas pobres son forzadas fuera de sus hogares por gobiernos o empresas. Millones más son expulsadas de ellos por vecinos más poderosos. ¿Y quiénes, en todo el mundo, son las personas más probables a perder su tierra? Las viudas. Bajo el machismo sistémico, sin un hombre en la casa, la mujer no tiene derecho a una propiedad. Por ello, millones de familias encabezadas por mujeres son empujadas a una vida nómada y mendigante. Y son estas familias, compuestas por madres e hijos, las que suman casi mil millones de seres humanos. Y viven en las calles.

¿Qué es lo más grave de la falta de seguridad pública para los pobres? Que cuando la violencia irrumpe en el hogar, en ese momento de terror, no se reza por mejores maestros ni por un pedazo de pan, ni por una moneda ni por un buen samaritano, ni por una dosis de insulina ni por un micropréstamo. Se reza y se grita por alguien que detenga esa mano que levanta el garrote de la injusticia.

* Diplomático