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Toumani y Sidiki Un diálogo amoroso
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Periódico La Jornada
Sábado 26 de julio de 2014, p. a16

Los discos de Toumani Diabaté son en realidad poemarios.

El nuevo álbum de este griot (sabio, maestro, guía) maliense es una conversación amorosa, a dos koras, con su hijo, Sidiki.

Es una música arcoíris. Una aurora boreal que suena.

El carcaj de estos cupidos se llama kora: instrumento ancestral de Malí, tierra de los Diabaté. También suenan koras en Guinea, Senegal y Gambia.

La kora es a África como el sitar lo es a India.

La kora es un instrumento dual, ying y yang, minotauro mitad calabaza mitad cuero, con su mástil de palo y su afinación amorosa marcada por nudos de sabiduría a lo largo de ese puente donde los dedos índice y pulgar hacen nacer sirenas del fondo de su vientre calabaza-cuero.

Es una música amorosa. Una música-luz que desvanece las tinieblas: música Whitman en contra-canto a William Blake.

El disco Toumani & Sidiki marca la conversión de un proyecto cultural admirable, ejemplar, que ha hecho mucho bien a la cultura mexicana: Discos Cora Son, empresa cultural independiente que hoy se adapta a los cambios tecnológicos y deja de imprimir discos en formato cidí para volverse, como todo su catálogo, digital. Un arsenal de buenaventura. Este nuevo disco, que hoy nos ocupa, así como el catálogo completo de Cora Son, se puede adquirir en: www.corason.com.

El disco contiene poesía convertida en música. Es una conversación. Un diálogo. Una música como dos miradas que se juntan; una dice amor con palabras, la otra lo dice sin decir palabras.

Diez piezas, 10 obras musicales, una decena de estaciones edénicas. El sonido de la kora es amable, ingenuo, gentil, suave, un desgranar de gotas de rocío, el vuelo de una parvada de grullas en el cielo, una cascada lenta, lenta, lenta y suave, un arpa jarocha que por milagro se transportó mediante el sistema de vasos comunicantes que unen a las culturas primigenias, un arpa en la Filarmónica de Berlín, un arroyuelo que sonríe. Una rosa roja.

Llamado y respuesta. Toumani emite, propone y desarrolla un tema, para que Sidiki responda y juegue con esa melodía y la convierta en otra cosa. También noble, también buena.

Es una música que conduce a la alegría. Una música que es mérito y al mismo tiempo transferencia de ese mérito.

Es una música semejante y sonante a la proverbial abundancia de la materia y el espíritu y el alma y que celebra los himnos védicos, los sueños órficos, los cantos mántricos.

Una música superior en hedonismo, gracia, pasión, carnalidad y pureza, más potente que todo El Cantar de los Cantares entonado por doncellas en el vórtice del bosque húmedo.

Música de paz interior.

Es una música Ariadna, hilo, minotauro. Penetra en los laberintos de la mente, indica el camino, halla el santo Grial y lo lleva al Venusberg.

Una música heno, música-rocío, música-neblina, música-fuego, música-manantial, música-eneldo.

Música pócima mágica y de amor; bebedizo secreto, efluvio curativo. Apapacho sanador.

Toumani y Sidiki se trenzan ahora en un juego de abalorios. Es tal el swing, cuando estamos en el track 3, que se doblan y desdoblan en hologramas y ahora son Al Dimeola y John McLaughlin cantando al sol de medianoche en San Francisco y son tan prodigiosos como músicos que, vueltos a ver como lo son: Toumani y Sidiki, producen sonidos armónicos para que nazca, enmedio del encordado sonante, la guitarra de Paco, el hijo de Lucía.

Suena enseguida, ya estamos en el track número 5, una música que pone en marcha los actos primordiales. Una música que hace audible el pulso celeste. Una música que es lenguaje y revelación.

Es una música que es en realidad una danza extática, de revelación, liberación y fuerza.

Una música-hamaca. Una luz prístina. Una música que dota de paz interior a quien la escucha.

Decía que los discos de Toumani Diabaté son en realidad poemarios. Uno de ellos, titulado Afrocubismo, es un lindo juguete: http://goo.gl/Bi5WN2.

Otro, es un poema en prosa: http://goo.gl/Qehu3F.

El que hoy escuchamos contiene el silbo del aire, la rosa, el soplo vitalicio de la duermevela, el eterno madurar del instante, el vuelo dorado del polen, los diálogos profundos de las sombras: un reguero de relámpagos que se aquietan, se hacen elásticos y vuelven a su arqueo.

Es un sonido vegetal. Savia de pálpito calmo. Cordel. Nudo. Sabiduría. Amor. Diálogo amoroso: cuando dos que se aman se miran a los ojos y lo dicen todo sin decir palabra alguna.

Escuchar este disco es simplemente nombrar las palabras sencillas que hacen brillar al mundo: decir árbol, lluvia, hoja, ave, agüita mansa cayendo sobre el rostro que sonríe. El destello que encuentra su sonido en el destello.

Es una música-lluvia. Lluvia lloviendo. Viento venteando. Gota corriendo. Silbo. Guturación. Gemido. Canto. Suspiro.

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