as recientes modificaciones a la ya añeja disposición conocida como Hoy no circula han provocado manifestaciones de indignación que, como quiera que se vea, poseen una muy buena dosis de razón.
Vale tomar en cuenta las razones que se tomaron para dar lugar a ellas. Es cierto que el aire de la zona metropolitana del centro de México está envenenado, aunque los motivos no son únicamente los vehículos automotores y, por lo demás, hace mucho que se veía venir que se llegaría a una contingencia tal y tampoco se previeron oportunamente acciones para evitarlo.
Ahora, como siempre, pagan los platos rotos los más amolados, quienes pudieron ser atendidos oportunamente con un mejor sistema de transporte colectivo o pudieron ser abastecidos de vehículos menos contaminantes, mismos que no salen al mercado porque no convienen a capitales muy poderosos.
Supongo que, a fin de cuentas, con algunos ajustes que suavicen la dureza de las disposiciones, todos tendrán que apechugar.
Pienso, por razón natural, en que quienes más cortapisas tienen para circular son quienes no tienen el inmenso privilegio de tener matrículas del Distrito Federal. Independientemente de las limitaciones que les imponen por su número de matrícula, antigüedad del vehículo y las condiciones del mismo, además de obligarlos a realizar trámites en la espesa burocracia capitalina, todos, sine qua non, es decir a las de agüevo, tienen absolutamente prohibido circular entre las 5 y las 11 de la mañana.
En diferentes espacios provincianos nos empezamos a preguntar qué pasaría si, con un sentido de equidad, se aplicaran a los vehículos con placas defequenses
los mismos criterios de interdicción y a los infractores se les tratara con la misma dureza con que lo hacen los hermanos
de la capital.
Serían pingües los ingresos que generarían los corralones, estratégicamente situados cerca de los límites estatales, que guardaran por días o por horas los vehículos infractores de las mismas normas que se aplican a los provincianos.
Por descabellado que parezca, son planteamientos que ya se empiezan a formular en diferentes instancias de estados y municipios ante las flagrantes arremetidas que, sin deberla ni temerla, sufren inopinadamente los provincianos que padecen la necesidad de incursionar con su vehículo en la capital y sus alrededores.
Me parece que las autoridades del centro de México no han percibido que las tensiones y la molestia de los provincianos, por más de una razón más que justificada, ha crecido sobremanera en años recientes en relación con el centro del país, lo cual no beneficia a nadie aunque si pueda ser explicado e, incluso, justificado.
Tal parece que la visión particular de un solo punto de la geografía nacional, de nueva cuenta, pude dañar el conjunto de ella y, sobre todo, las relaciones de diferentes partes entre sí.
Es esta una perspectiva que no ha hecho acto de presencia en las discusiones sobre el tan cacareado Hoy no circula que, por cierto, fue una medida provisional que se tomó hace casi un cuarto de siglo y, ante la ineficiencia explícita y los beneficios que le ha traído a unos cuantos, llegó para quedarse.