ifícilmente en estos días los lectores mexicanos de diarios leerán con interés suficiente notas que no provengan de Brasil, y que no se refieran, particularmente, al futbol. Sobre todo si, además, el Tri tiene hoy una buena actuación frente a los cariocas; ojalá ocurra, y sus afanes avancen.
Estamos iniciando la segunda quincena de junio, pero en las dos semanas anteriores al inicio del Mundial, diversos diarios brasileños se referían cotidianamente a las manifestaciones de junio. La misma vehemencia, la misma energía, la misma enjundia que los brasileños ponen en el carnaval más famoso del planeta, millones la pusieron ahora en la protesta y en las demandas sociales en numerosas ciudades de ese país continente, principalmente en Sao Paulo.
Parece que Samuel P. Huntington no podrá ser desmentido. Huntington llamó revolución de las expectativas
a la que se registra en las sociedades en rápido proceso de modernización económica.
En los últimos 20 años, durante los dos mandatos de Fernando Henrique Cardoso, las dos presidencias de Lula y el actual periodo de Dilma Rousseff, salieron de la pobreza alrededor de 50 millones de brasileños, una cifra casi equivalente a la población mexicana precisamente en esa situación. Pocos países podrían mostrar esa proeza en la lucha contra las condiciones inhumanas de la miseria. Pero a Brasil no sólo le quedan aún muchos pobres, cuyas expectativas han crecido verticalmente…
Esos millones de brasileños, en su inmensa mayoría jóvenes, que pasaron a engrosar las filas de una clase media baja emergente, engrosaron también las filas de los ejércitos que ahora viven, precisamente, la revolución de las expectativas. No están satisfechos con haber elevado sus ingresos y mejorado sus niveles de consumo. Quieren ahora servicios públicos de buena calidad: transporte, salud, educación y seguridad.
En 2011 Brasil consiguió situarse por delante de Reino Unido como la sexta mayor economía a escala mundial. Entonces, la noticia fue celebrada con entusiasmo por las autoridades brasileñas y, en ese momento y con ánimo eufórico, el ministro de Economía brasileño, Guido Mantega, predijo que por el ritmo de crecimiento de Brasil, el país podría dejar atrás en breve a Francia, e incluso a Alemania. Hoy nadie en Brasil es tan optimista. Brasil en 2013 perdió su sexto lugar y pasó al séptimo. La economía brasileña está estancada. Tras un fuerte impulso en 2010, cuando creció un impresionante 7.5 por ciento, en 2011 la cifra fue de 2.1; en 2012 de 1; en 2013 de 2.3 por ciento, y la previsión para 2014 es de 1.6 por ciento. Es claro que este paso a pasito es del todo incompatible con la revolución de las expectativas, que si se morigeraran durante la fiesta futbolera, es probable que reanuden en cuanto termine la justa deportiva.
No deja de ser sintomática una fotografía en la que una jovencita muestra su pequeña pancarta a un policía que la ve con un rostro entre azorado y perplejo, pero con unas comisuras de los labios en las que se adivina una sonrisa: Sr. Policial, não atire em mim! Eu tambén estou lutando por vocé!
(¡Señor policía, no tires contra mí! ¡Yo también estoy luchando por ti!
)
Hace sólo unos días Paul Krugman dijo en Sao Paulo: China precisa cambiar. Invertir esa parte que hoy es de 50 por ciento de inversiones y 30 por ciento de consumo; lo que parece que no ocurre aún
. Según Krugman lo preocupante de China es la deuda interna. ¿Qué pasará cuando se frene? No estoy seguro, pero creo que China está muy cerca de una crisis
, afirmó. Y Brasil, agregó, a pesar de todo su progreso, es una economía exportadora de commodities que corresponden a dos tercios del PIB, lo que significa que sufrirá un shock con la crisis de China.
Y desde Colombia, Joseph Stiglitz en el Foro Urbano Mundial de la ONU, que tuvo lugar en Medellín en el pasado abril, destacó los logros de Brasil en la lucha contra la pobreza y llamó a los países latinoamericanos –a propósito de la amenaza latente de una crisis en China que tiene al mundo en vilo–, que América Latina tiene que aprovechar la caída de los precios de las materias primas para enfocar el crecimiento en la demanda interna. En efecto, las espectaculares tasas de crecimiento de China explican en gran medida los también notables crecimientos de las exportaciones de América del Sur a ese inmenso país; pero la contracción que está viviendo China debido a la pachorra económica del mundo desarrollado, han llevado a este país a iniciar un cambio hacia el mercado interno (sin que sepamos si este movimiento la sacará de la ruta de una crisis), pero es más que dudoso que América Latina pueda repetir esa complicadísima operación.
Krugman y Stiglitz están pensando sólo en la economía brasileña: no tienen en cuenta que está en curso una revolución de las expectativas que incluye movimientos sociales oscuros: después de la revuelta estudiantil por el precio de los transportes apareció el Black Bloc, que perpetra actos de vandalismo especialmente contra los grandes bancos: Nuestra violencia es una respuesta a la violencia estatal. Es autodefensa
, dicen los militantes del Black Bloc. Y añaden: ¿Cuántas personas sufrieron quiebras por culpa de los bancos? Entonces, es legítimo destrozar un banco
. Este grupo es sospechoso de mantener vínculos con el Primer Comando Capital (PCC), una poderosa organización criminal que controla el narcotráfico en Sao Paulo.