Lealtades futboleras y deslealtades taurinas
De brindis monárquicos y diestros republicanos
Dos ferias dos
eo descender de un auto al padre, a la madre, a dos hijos adolescentes y a un abuelo. Cargan varias botanas, cuatro cartones de cerveza y una descomunal bolsa de plástico repleta de chicharrón de puerco. Van a casa de un familiar y los cinco portan, más por responsabilidad que con orgullo, la camiseta de la selección nacional de futbol. Se me ocurre gritarles: ¡Cien pesos a Camerún! Uno de los chamacos y la señora se ríen; el resto voltea con indiferencia.
Más allá de las manipulaciones, los multimillonarios negocios extradeportivos, los sistemáticos agandalles de la FIFA, la impunidad que acompaña a todo monopolio y la recurrente mediocridad de la selección mexicana de futbol no obstante los sueldos que percibe, siempre me ha llamado la atención la conmovedora lealtad de los aficionados hacia la escuadra nacional, por encima de la reiteración de sus pobres resultados y del cinismo que acompaña a todos los responsables.
Esta increíble actitud contrasta con la deslealtad de los públicos taurinos, no hacia las empresas, que merecida se la tienen, sino hacia una tradición que hace décadas esos públicos, sin convicción para exigir ni elementos para juzgar, dejaron a su suerte, al arbitrio de los autorregulados que arriesgan su dinero en beneficio de la fiesta
. Tal vez si la milésima parte de la promoción y difusión mediática que recibe el futbol la tuviera el espectáculo taurino, muy probablemente otro gallo nos cantara pero, ante la pasividad de los aficionados y la negligencia de los taurinos, los dueños del pensamiento único del planeta y sus operadores nacionales decidieron otra cosa.
Los mexhincados monárquicos –los hay, aunque usted no lo crea– se rasgaron las vestiduras al ver que el diestro vizcaíno Iván Fandiño mandaba al carajo a su decadente majestad Juan Carlos I y se abstenía de brindarle la muerte de un toro, a diferencia de sus alternantes El Juli y Alejandro Talavante, en la reciente Corrida de Beneficencia en Madrid, última que presidía este rey caza-elefantes y calla-presidentes latinoamericanos anticolonialistas.
El Juli, amnésico pero congruente con su condición de primera figura y consentido del sistema, no se midió al decirle al monarca antes de arrojarle la montera: Su Majestad: por ayer, por hoy y por siempre. Por apoyar nuestra fiesta y dignificarnos con su presencia
. Chale, mi buen. ¿Así que apoyar a la fiesta es acudir de vez en vez a la plaza de Las Ventas y recibir los aplausos de los que no han padecido su desastroso reinado posfranquista, sus autorregulaciones empresariales y sus zancadillas a diestra y siniestra?
Ojo, esas complicidades de parásitos monarcas seudotaurinos y de autoridades seudomodernas de bajo perfil es lo que tiene a la fiesta de los toros en su posición más débil en los últimos 50 años, al haberla despojado de sus raíces populares y de una vigilancia inteligente para convertirla en negocio de ignorantes y divertimento de señoritos sin imaginación, desde Sevilla hasta Lima, desde Nimes hasta Quito, desde Barcelona hasta Bogotá, pasando por México y Caracas. Por su especuladora parte, los protectores de mascotas no dijeron ni pío ahora que el papa Francisco censuró a los que prefieren cuidar perros y gatos en vez de multiplicarse.
Otros santos en la concluida Feria de San Isidro fueron individuos de enorme estatura torera como el citado Fandiño ante el bravo encierro de Parladé, la memorable tarde del 13 de mayo en que salió a hombros; o David Mora, Jiménez Fortes y Antonio Nazaré, cuando los tres se fueron a la enfermería con los de El Ventorrillo; o Fernando Robleño, Miguel Abellán y Paco Ureña, o Antonio Ferrera, Rafaelillo, Alberto Aguilar y el colombiano Sebastián Ritter, monumentos al pundonor y con un emocionante sentido del espectáculo.
Los sublimes naturales de Diego Urdiales, probablemente los más bellos de todo el serial, merecen mención aparte. En la corrida del 3 de junio este Diego realizó una soberbia faena con ambas manos a un toro reservón y con sentido de Adolfo Martín, al que había que entender y luego colocarse preciso, templar y mandar mucho, en muletazos dramáticos que casi obligaban a olvidarse del arte, excepto para Urdiales y su intemporal e imperiosa tauromaquia de pata p’alante. Afortunadamente el misterio de la lidia es bastante más que predecibles Ponces, Julis y Morantes.
Dos ferias taurinas con imaginación. Hoy en Tultitlán, Estado de México, Arturo Macías y Fermín Rivera, con toros bien presentados de Vistahermosa. Abrirá el festejo el novillero Emiliano Villafuerte El Moso. En San Juan del Río, Querétaro, el domingo 22 el rejoneador Alejandro Zendejas, los forcados mazatlecos y los prometedores Ernesto Javier Calita y Ricardo Frausto, con concurso de ganaderías. Y el domingo 29, Arturo Macías, Octavio García El Payo y Santiago Fausto con una señora corrida del hierro de Xalmonto, de Pablo de Haro.