xiste una doble agenda elaborada por el poder político. El objetivo: distraer y ocultar leyes y decretos cuyo conocimiento público supondría un escándalo. Se busca poner en el orden del día debates que, sin dejar de ser importantes, no afecten la estabilidad política del sistema. Así pasan desapercibidos la instalación del escudo antimisiles de Estados Unidos en la base militar de Rota, la privatización de 49 por ciento de Aeropuertos y Navegación Aérea, la ley que abre las puertas a las empresas de transgénicos Monsanto y Syngenta para radicarse en la Europa comunitaria y el dato sobre la deuda pública, situada en 96.8 por ciento del PIB, con lo cual se avecinan nuevos recortes y reajustes para 2015. Tampoco se dice nada de la recomendación de EU para dar una salida a la crisis política, que Rajoy debe poner su cargo a disposición de Felipe VI. En este contexto, las noticias que copan los titulares aluden a la proclamación del rey Felipe VI, las recomendaciones de incluir las actividades del comercio sexual, la irrupción de Podemos, la crisis del PSOE y los chascarrillos habituales que siempre llenan espacio. Un juez borracho, las declaraciones extemporáneas de políticos al uso, las siempre bienvenidas acciones humanitarias y altruistas, catástrofes naturales, accidentes mortales y las provenientes del mundo deportivo. Los medios de comunicación y control social, dependientes del capital financiero y trasnacionales, tratan superficialmente los problemas que interesan a la población: ¿qué pasa con las cuentas B del Partido Popular?, ¿cómo sigue la privatización de la sanidad?, ¿qué medidas se toman para perseguir las bolsas de fraude fiscal?, ¿cuál ha sido el resultado de las políticas contra los desahucios?, ¿por qué sigue creciendo el paro?, ¿cómo se ataca la corrupción en las instituciones? Su banalización acaba por saturar. Demasiado ruido y poco dato. La información se reduce al espectáculo. El poder político prefiere debatir sobre la recuperación económica, el principio del fin de la crisis, los índices de crecimiento, las buenas previsiones para las exportaciones, el aumento del turismo, los beneficios de la reforma laboral, la luz al final del túnel y el nuevo optimismo que irradia la sociedad y de un futuro redentor a corto plazo. Con alevosía y nocturnidad lanzan estos misiles mientras se rebajan impuestos a los empresarios, se adjudican terrenos municipales a empresas privadas, se subastan edificios municipales a fondos buitres y la sanidad se entrega en bandeja a las aseguradoras.
Para confeccionar esta doble agenda es necesario que todo aparezca en un mismo plano. Desde el lavado de dinero, el aborto, la emigración, las declaraciones de un futbolista, la corrupción, la violencia de género, los dislates de un presidente de comunidad autónoma, la borrachera de un juez, la evasión de capitales, la lesión de un futbolista, un terremoto, la muerte de un actor y los chismes rosas. Hoy tenemos un buen ejemplo: la abdicación del rey Juan Carlos. Los espacios informativos y programas saturan al espectador con el relato de historias fantásticas sobre las bondades humanas y políticas del monarca. Se entrevista a presidentes, jefes de Estado, literatos, científicos, deportistas y actores que reconozcan el papel conciliador del rey en la España post-franquista. Su altura de miras, condición de estadista, el amor que profesa a España y, sobre todo, destacar su papel para frustrar el golpe de Estado del 23-F de 1981. Así, se pasan de puntillas las noticias sobre el carácter corrupto de la casa real, las mil y un fechorías cometidas en cuatro décadas y las verdaderas razones de la abdicación. En eso consiste la confrontación de agendas. Un mismo tema pasado por tamices diferentes.
En este campo de condiciones llama la atención debatir sobre encuestas electorales para dentro de año y medio, en noviembre de 2015, en las que se proyectan los resultados de Podemos en las elecciones generales de noviembre de 2015. Los titulares son de escándalo y bochorno. Parece que hubiese un acuerdo en destacar que Podemos se convierte en la tercera fuerza política; le otorgan 60 diputados. Y de esta manera se impone el tema. Radio, televisión, periódicos digitales, prensa de papel y tertulianos debaten sobre sus efectos y acaparan audiencias. Los blogueros no se dan abasto. Todos aceptan el perfil de la encuesta y sus resultados. Parece mentira que nadie, entre los entrevistados y periodistas, en las que participan profesores de ciencia política y sociología, cuestionen lo obvio: elaborar una encuesta con dichos parámetros a dos semanas de realizadas las elecciones europeas, en medio de una euforia que pone en cuestión el bipartidismo. También se olvidaron de mencionar lo absurdo de la encuesta cuando, en mayo de 2015, se celebran elecciones municipales y autonómicas. Nunca, en España, se había producido un fenómeno semejante de distracción política tan bien lograda, mientras se aprueban leyes y recortes sociales.
Lo dicho pone de relieve la capacidad de grandes empresas trasnacionales de la información adscritas a los grupos económicos y financieros para proponer la agenda y los debates, tanto como la selección de los contertulios. Ningún empresario, menos cuando se juega el orden de dominación político del capitalismo, cede espacios a sus enemigos políticos. Pero si observamos, los máximos exponentes de tal transgresión, cómicos y periodistas de izquierdas, leen guiones en que se desprecia y pone como dictadores, populistas y payasos a presidentes latinoamericanos. Lo mismo ocurre con los programas de investigación. Esta agenda distorsiona, crea ruido y coloniza el tiempo político impidiendo discutir los verdaderos problemas que enfrenta un capitalismo que lleva al planeta a la sexta extinción. El control de la agenda supone un plus político y permite anticipar acciones posibilitando desarticular cualquier opción real de una alternativa socialista, democrática radical y de izquierdas. Eso sí, para sus hacedores no hay izquierda ni derecha, ni clases sociales. Sólo casta de arriba y gente de abajo. Todo un logro.