Opinión
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El libro de viaje
C

reo que es ilusión de todo narrador hacer un viaje y contarlo, pero hay tan pocos de estos libros que es obvia la dificultad de crearlos. Desde que leí Out of Africa me he preguntado por qué su autora, la danesa Isak Dinesen, no empezó su relato, Una vez tuve una plantación en África, en vez de, Tuve una plantación en África. Ese Una vez faltante sería la clave de la nostalgia que recorre el libro. Durante 17 años la narradora tuvo una plantación de café que no cerró mientras no cayó el mercado mundial de esta semilla y ella regresó, no sin dolor, a Dinamarca. Escribe en inglés, lengua que conoce al grado de alcanzar un nivel poético, y la emoción que su literatura mantiene a lo largo de 400 páginas da muestra de lo que este viaje significó para ella. Su divorcio; la muerte de su nuevo amor; la amistad con los lugareños que la sirvieron. El valor que da a la naturaleza hace ésta vívida a través del oficio de la descripción, de tan difícil dominio.

Otro tipo de viajes son los que emprende el poeta nicaragüense José Coronel Urtecho a Estados Unidos. No sé por qué pienso que el primero de ellos fue un homenaje de correspondencia con Mark Twain que había visitado precisamente el río San Juan de Nicaragua y prometido regresar mucho tiempo antes de que Coronel Urtecho y aún su mamá nacieran ahí mismo. Coronel Urtecho, amante en particular de la literatura estadunidense, busca tanto las casas donde nacieron y/o vivieron sus escritores favoritos, como el lugar donde fueron enterrados y, al vivir por allá largas temporadas, llega a tener la suerte de asistir en ocasión memorable a la recepción histórica que se celebró en la librería Gotham de Nueva York para dar la bienvenida a los hermanos ingleses Sitwell. Más allá del viaje físico que Coronel Urtecho emprende, está la tormenta del estilo en que lo narra, es un flujo tan potente como el de las Cataratas del Niágara y parece incluso desbordarse de los límites de éstas o de contornos similares. La suya es una prosa de amor por la poesía y la narrativa del lugar que visita y en el que vive con recurrencia. Su Rápido tránsito se lee de forma desbocada y amorosa y, de los cuatro libros que trato en estas líneas, éste es el que respondería mejor a la pregunta de qué es un libro de viaje.

Porque Travels with Charley, del estadunidense John Steinbeck, es menos frecuente que se lleve a cabo. Consistió en hacer un viaje con su perro Charley del este al oeste de su país, en una camioneta bien equipada y llamada Rocinante. Partió con la idea de reconocer su patria y a su gente, pero cuando vuelve a Salinas, California, donde nació, y visita a sus viejos amigos, siente que nunca debió haber regresado. Hace la observación de que, una vez que te has ido, la impresión que dejas es la que se graba y, si regresas, la alteras con consecuencias insoportables. Por supuesto que en el camino encuentra aventuras; ve de cerca la segregación racial; en vez de matar a dos coyotes les deja dos cenas y, para demostrar el humor que imperó en el viaje, basta recordar cómo describe la comunicación con la que Charley le hace saber que debe bajar y hacer sus necesidades, Fttt, le dice al oído, y Steinbeck atiende en el acto.

El narrador Sergio Pitol hace aún otro tipo de viaje. En El viaje parte con el deseo de ver los cambios de una Unión Soviética que él había conocido como agregado cultural de México, y los encuentra y éstos lo entusiasman. Pero creo que lo que realmente confronta está implícito en el último capítulo, el más redondo y conmovedor, y que se refiere a sí mismo. El sí mismo niño que lo habita y que lo hace crear. El texto de Pitol participa del diario y de la autobiografía.

Los libros de viaje en sí son diarios amplios y son tanteos autobiográficos. El de Dinesen incluso puede ser novela. Fue trasladada al cine, arte que rara vez novela mejor que la novela que novela: la película Out of Africa no sobrepasa el brillo del texto.

El libro de viaje debe ser un ejercicio obligatorio para todo narrador. No es crónica, pues ésta no es una narración, y tampoco es periodismo, pues el autor es uno con su tema y mientras más subjetivamente profundice en su propio buceo del viaje, más claramente destacará su papel de creador. No hay narrador que escriba un libro de viaje que, partiendo uno, no regrese otro. El viaje afecta, quiéralo el viajero o no.