annes, 22 de mayo.
Desde hace algún tiempo, el cine de Ken Loach se ha vuelto una marca registrada de corrección política. En su ya larga colaboración con el guionista Paul Laverty, sus películas se han vuelto esquemas de una política liberal al servicio de las causas nobles. Su más reciente Jimmy’s Hall no es la excepción.
Situada en el condado de Leitrim en 1932, 10 años después de la guerra civil irlandesa, la historia se centra en la figura titular de Jimmy Gralton (Barry Ward, de escasa presencia), quien había estado exiliado en Estados Unidos. De regreso entre su gente, Gralton vuelve a abrir el salón de baile que tan popular fue en su momento; ante la novedad de discos de jazz estadunidense, la comunidad se anima a convertirlo en un vibrante punto de reunión. Sin embargo, las autoridades eclesiásticas ven con malos ojos algo que podría ser un semillero de comunistas, que bailan al ritmo de la música del diablo.
En pocas palabras, lo que ha hecho Loach es un remake más político de Todos a bailar (Footloose, 1984), con la diferencia de que las fuerzas de la represión tienen en este caso más poder, al aliarse con los terratenientes del pueblo. La resolución formal es irreprochable y sobresale la facilidad de Loach para filmar asambleas verosímiles, sin embargo es una película menor de un cineasta que, a sus 78 años, ya vio pasar sus mejores días.
Pero uno agradece el academicismo de Ken Loach contrastado con la desatada exuberancia de el quebequense Xavier Dolan, cuyos 25 años lo hacen el director más joven de la competencia. Retomando la relación edípica de su sobrestimada opera prima J’ai tué ma mére (2009), el director da un salto p’atrás de la madurez mostrada en su anterior Tom en la granja (2013) para volver a sus andadas sicodramáticas en algo llamado simplemente Mommy.
Ahora es la madre (la siempre sobreactuada Anne Dorval) quien padece el comportamiento incontrolable de su hijo adolescente (el insufrible Antoine-Olivier Pilon) que francamente sí merecería ser institucionalizado. Todas las escenas son resueltas a gritos y mentadas de madre, literalmente, o se someten al gusto musical de Dolan, quien usa canciones completitas para ensayar su lirismo de videoclip. Para mayor pretensión, la película está filmada en la inusual proporción 1:1, que reduce la imagen a una incómoda franja vertical. Ésta sólo se abre a su proporción normal, rectangular, para ilustrar otro feliz momento musical de esa familia muy disfuncional.
Hay muchos colegas entusiasmados con Mommy, pues la película fue recibida con cálidos aplausos en su función de prensa. Que les aproveche.
Hace unas semanas, el delegado general Thierry Frémaux prometió en Twitter que todos los días serían soleados en esta edición del festival de Cannes. Ya nos quedó mal: el lunes estuvo nublado y lloviznó. Pero hoy al mediodía se soltó la lluvia en serio, aunque no llegó a los niveles torrenciales del año pasado. No se puede confiar en nadie.
Twitter: @walyder