a idea de que México contara con una ciudad de las artes no es reciente. Diego Rivera la imaginó en 1943 asesorado por su amigo Juan O’Gorman y la inició con el museo Anahuacalli en un terreno de cinco hectáreas en el barrio de San Pedro Tepetlapa, Coyoacán.
El 16 de agosto de 1954 Diego firmó la escritura de un fideicomiso irrevocable para que el Banco de México administrara el museo con las 59 mil 400 piezas precolombinas de su colección y la Casa Azul, la casa donde vivió con Frida Kahlo, con todos sus objetos.
El Anahuacalli se inauguró en 1964, siete años después de la muerte del pintor.
Este año que se cumple medio siglo de la inauguración de ese museo, ¿no convendría a las instituciones públicas reconocer el esfuerzo de este pintor que tanto sigue animando la cultura del país?
El Anahuacalli es, en efecto, un museo privado pero los murales que Diego Rivera cobró por metro cuadrado como trabajo de albañilería y los múltiples préstamos de su colección de monolitos al Instituto Nacional de Antropología e Historia para montar exposiciones, ¿no serían razones suficientes para que también las instituciones públicas celebraran este aniversario?
Conviene recordar, por cierto, que en 2012 la Secretaría de Educación Pública declaró a ese museo imaginado por Diego, Monumento Artístico.
Cuando hablo de celebrar el medio siglo del Anahuacalli, no me refiero a las ceremonias y discursos que siempre acompañan a estas efemérides. Me refiero más bien a esfuerzos públicos y privados para seguir animando la mesa de la cultura, como le hubiera gustado al propio muralista.
El 31 de julio de 2013 en mi artículo Diego Rivera, ¿a remate en Estados Unidos y en México?
publicado en estas páginas manifesté mi inquietud por el destino de los seis murales transportables que la ex lideresa sindical Elba Esther Gordillo había adquirido con dinero del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Ha pasado casi un año desde que manifesté mi preocupación por esas obras y las condiciones en que se pudieran encontrar. Y al parecer, por la nota publicada este lunes por Alfredo Méndez en este diario, la situación no ha cambiado.
¿No convendría dejar en custodia esos murales transportables en el Museo Anahuacalli mientras transcurre el proceso judicial contra Gordillo? En ese museo se encuentran los bocetos de esos murales y sería una manera estupenda para reconocer el trabajo de animador cultural de Diego Rivera y conocer mejor el proceso creativo de esos murales.
Ignoro los tiempos de los procesos judiciales pero ¿no estarían mejor esos murales exhibidos y custodiados en un museo que empaquetados en 15 cajas de cartón en quién sabe qué bodega? ¿Qué institución sería la responsable de su posible deterioro? Si la obra de Diego Rivera es considerada Patrimonio Artístico de la Nación ¿no convendría que alguna institución pública hiciera algo al respecto?