La encerrona de Jerónimo o la urgente revisión de criterios empresariales taurinos
sí como se afirma que el cine es un arte universal –si bien en las salas de México predomina, por colonizadas razones, la basura gringa–, igual se sostiene que el toreo es universal, no obstante que en siete de los ocho países que se reconocen taurinos prevalecen las figuras españolas o éstas son imprescindibles en las principales ferias y temporadas.
Francia, Portugal, Ecuador, Colombia, Venezuela y Perú –México un poco menos–, muy ocasionalmente han sido capaces de producir figuras nacio-nales competitivas a nivel in-ternacional, con el creciente desinterés de los públicos locales por un espectáculo que, pretendiéndose universal
, a la postre ha sido español, es decir, sin espejos propios que reflejen a esos públicos. Primera gran omisión del entramado taurino de los otros siete países.
Coloniajes y complejos al margen, y habida cuenta de que cada quien debe barrer su patio
, en tranquilizador concepto de la investigadora Araceli Guillaume-Alonso, este enorme vacío de tauromaquias nacionales capaces de enfrentar –y superar– a las figuras españolas ha traído como consecuencia notoria pero poco persuasiva entre las taurinadas criollas latinoamericanas, un desprecio por lo local y una mayor dependencia de lo internacional, en esa globalización taurina a la alza que beneficia primordialmente a la industria taurina española y a las figuras europeas, a pie o a caballo.
Lo más preocupante, por encima de organización, postraciones y pasividades de los otros siete
, es la mansedumbre generalizada de las reses que aparecen en los principa-les cosos del mundo, llámense Madrid, Sevilla, México, Aguascalientes o Cali. De lo perdido lo que aparezca
, parecen consolarse los taurinos del mundo y bastantes aficionados ante tan deplorable realidad taurina, y confiados en que la fiesta es eterna (sic) suponen que el descastamiento del toro de lidia pueden suplirlo diestros famosos, en la más garrafal de las contradicciones.
Este es el escenario que enfrentan los toreros del mundo que no pertenecen a la tauromafia internacional o que no han logrado cotizarse a los ojos de las desaprensivas empresas nacionales aunque el público los aplauda, precisamente porque un torero es capaz de reflejarlo. Quedó para el recuerdo la imborrable tarde del 21 de septiembre del 97, en la Plaza México, cuando Jerónimo y El Juli desorejaron una brava novillada de Huichapan.
Jerónimo (México, DF, 8 de noviembre de 1977) desde novillero alcanzó importantes triunfos en la capital y en los estados por su personal manera de interpretar el toreo, privativa de matadores como Silverio, Manuel Capetillo o Jorge El Ranchero Aguilar, entre otros, en lo que se ha dado en llamar la escuela mexicana del toreo, caracterizada antes que por la técnica por un peculiar concepto del tiempo al enganchar y consumar las suertes. Aún novillero marchó Jerónimo a España, donde también gustó su estilo cadencioso y ensimismado con capote y muleta.
Tras tomar la alternativa el 6 de febrero de 1999 en El Relicario, de Puebla, de manos de Enrique Ponce y como testigo Rafael Ortega, con toros de Lebrija, y no obstante su emotiva tauromaquia y los triunfos acumulados, la tradicional falta de apoderados en el país así como la mentalidad empresarial –contratar Morantes, no hacerlos– fueron disminuyendo sus actuaciones, hasta optar por un año de retiro en que dialogó consigo mismo y con Soledad, que en un parpadeo lo llevó al altar.
Renovado afectiva y emocionalmente, Jerónimo regresó con el ánimo por las nubes –el arte se nutre de amor, no de antesalas–, se enfundó en el terno de luces y ha obtenido varios triunfos, tanto en la Plaza México, donde el pasado mes de enero le cortó una oreja a un astado de Carranco, luego de una madura faena por nota y de cobrar la mejor estocada de la temporada, o hace una semana en Zacapoaxtla, Puebla, donde se hizo de tres orejas con toros de Lebrija.
Por ello y porque el tiempo corre y los contratos escasean, Jerónimo anunció que el próximo sábado 17 de mayo, a las 16:30 horas, se encierra con seis toros de diferentes ganaderías tlaxcaltecas en la plaza Jorge El Ranchero Aguilar de la capital del estado, gracias al apoyo del alcalde Adolfo Escobar, del Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino, de ganaderos, medios y público, así como de su apoderado Othón Ortega. Parte de la taquilla se destinará al DIF municipal.
Nada de buscar Jerónimo toros a modo
para su singular estilo, sino de enfrentar, con cabeza, corazón, cojones y carisma, reses tlaxcaltecas con edad y trapío de Piedras Negras, De Haro, Felipe González, Jaime Rodríguez, Darío González, y Vicencio, que entrarán en concurso. Los precios se han reducido considerablemente y la oportunidad de gozar el milagro tauromáquico de este excepcional artista se multiplica por seis.