Cronos y la llorona
ía de las Madres en la era del capital y sus herederos. En la encrucijada de los festejos hogareños y los reclamos comerciales. De las contradicciones que a nadie asombran y las marchas de madres en Chihuahua y en la capital de la República que reclaman la aparición de sus hijos, de sus hijas, mientras los heraldos del poder proclaman la reducción de los índices de criminalidad, los secuestros, asesinatos, extorsiones y asaltos dejan de ser estadísticas para angustiar y ensangrentar el entorno inmediato, el hogar del prójimo, el propio.
¿Cómo invocar a la llorona y sus angustiosos gritos, si la leyenda ha encarnado en las vueltas incesantes de las madres de la Plaza de Mayo? ¿Cómo responder a las madres mexicanas que exigen el retorno de los que se llevaron vivos, cuando el territorio se ha cubierto de tumbas colectivas? La tenacidad de Juan Gelman y el eco de miles de voces impuso el rescate de los hijos, de las hijas, de los suyos asesinados, desaparecidos; los nietos, la sangre, la permanencia de la especie única, de la memoria. En México persiste la violencia, continúa la guerra de Calderón. Todo ha cambiado, pero impera la fuerza de las armas y hay una extraña resignación en un pueblo que desconfía de todo lo gubernamental, que ve con suspicacia a los políticos del sistema plural que vino con el vuelco finisecular.
El comisionado del centro preside el registro de armas en Michoacán. Y entregan armas y uniformes a los efectivos de las autodefensas que se incorporan a la fuerza rural estatal, armados por el Estado; las suyas, ya registradas, les son devueltas con la condición de guardarlas en casa y no exhibirlas en público. Extraño giro del tiempo que, según los filósofos, no hace otra cosa que avanzar. Los nostálgicos de la pax porfiriana aplaudirán la resurrección de los rurales que protegieron vidas y bienes de quienes los tenían en abundancia. Fuerza armada que conducía las cuerdas de campesinos, a la leva o a la cárcel. Y, sin embargo, se hizo presente el Estado ausente durante largas décadas; se recuperó el puerto de Lázaro Cárdenas y un juez dictó formal prisión a Jesús Reyna, quien fuera gobernador interino, ¿o suplente?, durante la licencia solicitada por Fausto Vallejo. Cronos devora a sus hijos.
Y el reloj enloquecido imita el desmayo de los pintados por Salvador Dalí. Mientras los universitarios desfilan en Cuernavaca y los defensores de los derechos humanos denuncian los horrores dantescos de la violencia criminal, las estadísticas institucionales señalan que Morelos es la entidad con el mayor número de secuestros. Per cápita, puntualizan los puntillosos y los defensores voluntarios del gobernador Graco Ramírez. Quien los tiene, más allá de los volátiles espacios del Twitter. Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. Pero la percepción
es tan virulenta como el miedo mismo. El asesinato de un maestro universitario y su esposa sacude al poder constituido. Al que sirven los valientes que exigen la renuncia
imposible. Ganas de lucirse fingiendo dar gran lanzada a moro muerto.
Las estadísticas anuncian que en Ciudad Juárez no ha habido una sola denuncia de secuestro en los cinco meses recientes. En el infierno del desierto que fuera tumba de tantas mujeres asesinadas, secuestradas, violadas, muertas a golpes, a cuchilladas o a tiros. Imposible borrar de la memoria la imagen de esas jóvenes, momificadas por el sol, la arena, la dura intemperie del abandono, del olvido del poder y la marginación de los de abajo. De tantas que llegaron al Paso del Norte a trabajar en las maquiladoras y supieron lo que era ser libres, ganarse la vida, hasta que cerraron las maquiladoras. Los endemoniados siempre estuvieron ahí. Y ahí seguían cuando el narcomenudeo y la extorsión impusieron la violencia criminal sistemática, ante la complicidad de las autoridades mudas.
En el Estado fallido, decían los expertos al vapor y los intelectuales inorgánicos al servicio de la democracia sin adjetivos. Los que confundían cesarismo sexenal con absolutismo ilustrado, sin excluir a los conductores de la marcha ciega de sonámbulos hacia el abismo. La derecha no era campo exclusivo del PAN, nacido para combatir al nacionalismo revolucionario del cardenismo: engordó el Quijote; las bodas morganáticas sirvieron a la persistencia del antiguo régimen; los compañeritos de banca se hicieron socios de bancos. Y dueños: doctorados de Yale y Harvard, del Tecnológico de Monterrey y del ITAM, almácigos para las élites al servicio de los dueños del dinero.
El PRI se pudrió. Como Francisco Franco, murió en su cama. El todopoderoso tlatoani sexenal se desvaneció, sin que los sumisos súbditos y sus cofrades de la leal oposición se dieran cuenta de que el poder no era del señor Presidente
sino de la institución presidencial. Treinta años de priato tardío. Y la embriaguez libertaria de los seguidores de Hayek: la política al servicio de la economía y el libre mercado sin regulación alguna. Dogma de la derecha global. Y del priato que mansamente aceptó irse para que los dueños del dinero, los herederos del patrimonio oligárquico, suplieran a un poder cómplice con uno a su servicio. No empresarial, si acaso gerencial. Y llevaron a Vicente Fox a Los Pinos.
La concentración de la riqueza, la abismal desigualdad, hicieron realidad el sueño del alto vacío, de la incontinencia verbal: “El Estado no existe. Todo lo que hace el gobierno lo hace mejor la iniciativa privada. La política y los políticos son corruptos. Callar que para robar dinero público hace falta un funcionario corrupto y un cómplice corrupto del sector privado. Seguimos dando vueltas a la noria. El Poder Legislativo, súbito contrapeso al descubrirse la desnudez del emperador, es el eje del quehacer político, escenario para el debate y aprobación de las leyes que norman la vida y sin las cuales no es viable la libertad. Las leyes reglamentarias de la reforma electoral tendrán que aprobarse en periodo extraordinario de sesiones.
El Día de las Madres no había dictamen de las iniciativas en las comisiones del Senado. La troika PRI-PAN-PRD que comparte el liderazgo rotativo en los dos cuerpos habilitados como mayoría, dispondrá del dictamen al filo de la medianoche, en la hora de los fantasmas y el olvido del zapatito de cristal de la Cenicienta. En San Lázaro lo saben y esperan. Sería absurdo convocar a periodo extraordinario sin contar con el dictamen, declaró Manlio Fabio Beltrones. Cuestión de oficio político y lógica parlamentaria.
En el Senado también los hay. Manuel Bartlett, Enrique Burgos. O el senador Barbosa, coordinador del PRD, quien reclama definirse a los panistas empeñados en la disputa por el control de los recursos públicos que recibirán los partidos políticos cuando se apruebe la reforma. El añejo centralismo quiere la fiscalización a cargo del gobierno federal y no de cada estado. Eso y la alquimia necesaria para generar candidatos independientes químicamente puros, con certificado de virginidad.
Dilema de la desmemoria y la opacidad imperantes. No hay recesión porque no se cumplen los plazos precisos que fija la doctrina. Y los sicofantes declaran pionero de la despenalización del aborto al gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre. Hace más de 30 años que Chiapas despenalizó el aborto; el gobernador era Patrocinio González Garrido. Sobrino nieto de Garrido Canabal, pero de ese jacobino tabasqueño ya no hay quien quiera acordarse.