Con ritual prehispánico comenzaron en Coatlinchán las actividades del festival de Texcoco
Con luz y sonido se tributó a la deidad y a su equilibrio femenino Chalchiuhtlicue
La cantata escénica Carmina Burana, sorprendió a los asistentes
El encuentro concluirá el 18 de mayo
Domingo 11 de mayo de 2014, p. 6
Texcoco, Mex., 10 de mayo.
El tiempo sin edad y el olor a copal se esparció por las calles del centro de este municipio; el sonido marino de los caracoles anunció una llegada de comparsas a lo lejos; los tambores y teponaztles retumbaron en ecos múltiples, a lo lejos y cerca. Todo en honor de Tláloc y su equilibrio femenino: Chalchiuhtlicue, la señora de las 12 vasijas. Ambos, Tláloc y Chalchiuhtlicue, son la fuerza del agua, la tormenta y la llovizna, el agua del cielo y la que corre en la tierra, en ríos y lagos. Así comenzó, en Coatlinchán, el Festival Cultural Texcoco 2014, con un ritual que se pierde en la noche de los tiempos prehispánicos.
En estas tierras otrora gobernadas por teotihuacanos y aztecas, donde el rey-poeta Nezahualcóyotl escribió versos que hablan de lo fugaz de la vida y de que aunque sea de jade se rompe, donde actualmente hay más de cien pintores, numerosos escultores, vates, universidades, pasado de gloria y caída por la conquista española, el viernes comenzó la fiesta para los ciudadanos y visitantes, con arte y cultura, espectáculos y esparcimiento.
A las cuatro de la tarde, con el sol inclemente, en Coatlinchán se recordó cómo hace 50 años se llevaron una piedra hoy ausente, cuya huella se marca en una cañada, donde de vez en vez amanecen enterrados guajolotes y gallinas con el cuello cercenado; la sangre es regada en un hoyo. Son los ritos por los dioses del pasado. La sangre que une cielo y tierra. Hay quien lee en eso ritos satánicos.
Como segundo punto del programa se realizó un desfile por las principales calles texcocanas, recién pintadas en banquetas y guarniciones. La operación escoba se hizo patente en los alrededores. Es una fiesta y hay que lucir las mejores galas. Caminan frente a los ciudadanos zanqueros, gente carnavalera, comparsas y alebrijes, que cual imán jalan la mirada de los niños, seres que se sorprenden ante lo que humano no es. Tótem y tabú, el poder de la naturaleza oculto en máscaras. Es un misterio que se sobredimensiona y adquiere poder.
Ahí va el contigente, integrado por más de mil participantes y 35 comparsas, rumbo al deportivo Gustavo Baz Prada, donde se ha colocado una gran lona que protegerá de los calores del día y de los fríos nocturnos. Se aleja la bola de las calles Juárez y Nezahualcóyotl.
Llegan al deportivo, la sede principal, entre aplausos de la concurencia.
José Edgar Suárez Sánchez, de la Academia de Lengua y Cultura Náhuatl, uno de los grupos que desfilaron, expresó que él es parte de un proyecto que integra a más de 100 personas. “Soy instructor de lengua náhuatl, idioma que no es fácil ni difícil. Es como cualquier otro. Es importante conservar este idioma para preservar una cultura que nos llega desde hace muchos siglos, para entender la cosmogonía de nuestros hermanos del pasado y del presente..
Yo tuve contacto con el náhuatl por mi abuela. Ella y otros familiares no nos enseñaron a hablarlo, por razones sociales. Se creía que tenías mejor oportunidad de progresar si hablabas español y si no hablabas la lengua materna. Eso era por ignorancia y ahora se ha revalorado. Quien habla náhuatl fortalece las raíces, la identidad mexicana. Mucho tiempo nos alejamos de lo que somos como mexicanos. Quien quiera aprender este idioma debe ser constante y hacerlo con respeto. Yo se lo voy a enseñar a mis hijos, para que abran su mente. Yo leo los textos en náhuatl que quedan, porque los españoles destruyeron casi todo.
Opinó que estuvo mal que se llevaran la piedra de las vasijas de Coatlinchán. Estaba ahí por un motivo. Se decía que era como un tapón del mundo y al quitarla se perdió un equilibrió. Comenzó a escasear el agua y se alargaron las sequías. Cosas raras. Ya pasaron 50 años y yo ni había nacido. Ha pasado el tiempo y la gente de aquí lo recuerda como si hubiera sido ayer
.
A las siete de la noche comenzó la elegía entre Nezahualcóyotl y Tláloc. Destacada fue la intervención de Ometaiko, fusión de tamborileros de influencia prehispánica y japonesa, con el acompañamiento muy afortunado del Ballet Folklórico de Texcoco de Noé Zabaleta, quienes lucieron como los antiguos pobladores, caballeros águila. ágiles. Uno llevaba un águila de verdad, majestuosa. Durante más de una hora el sonido de los tambores creó una atmósfera solemne. Los grupos texcocanos portaron antorchas, que crearon un espectáculo de luz y sonido atrayente a la vista y al oído.
Espectáculo portentoso y vivo
La inauguración oficial estuvo a cargo de Delfina Gómez Álvarez, presidenta municipal de Texcoco. Inmediatamente, el cronista del municipio, Alejandro Contla, ubicó la importancia de lo que se iba a ver en el inicio del festival: un tributo a Tláloc y a la deidad del agua terrestre, la relevancia de Acamapichtli y de Texcoco en la historia prehispánica. El hijo de Acamapichtli es originario de Coatlinchán. De estos lares, por lo que el orgullo texcocano incluye ser descendientes de jerarcas. Texcoco cobija el pasado prehispánico de Tenochtitlán
, declaró Contla.
Sobrevino la elegía y lo visto fue portentoso, por la historia viva.
El programa del día se cerró con la cantata escénica Carmina Burana, de Carl Orff, ejecutada por la Orquesta Sinfónica Mexiquense y el Coro de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, bajo la dirección de Rodrigo Macías.
Los cantos profanos en latín se escucharon y estremecieron a una comunidad. En su mayoría, la gente de este sitio acostumbra oír popularmente a los gruperos, en rodeos como el de Texcoco, donde cada semana se revientan con punta y tacón. Por esta ocasión, la cultura de calidad, o simplemente diferente en el sonido, resonó con Carmina Burana.
El Festival de Texcoco se desarrollará hasta el 18 de mayo.