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Ángel Daniel dejó Honduras para buscar mejor destino

Sueño que estoy en EU ganando dólares, no lempiras, dice joven
 
Periódico La Jornada
Viernes 25 de abril de 2014, p. 9

Aún tiene pecas de niño en la nariz y un aire de adolescente, aunque es un poco alto para su edad. Ángel Daniel se reviste de una fuerza imaginaria cuando proclama sus 18 años, que quizá sean menos. Pero es la coraza que lleva como menor migrante que viaja solo.

Hace dos meses se despidió de sus tres hermanos menores y su madre en Siguatepeque –una zona montañosa, justo a medio camino entre Tegucigalpa y San Pedro Sula– y emprendió el camino hacia el norte con un primo y un amigo. Pero esos dos se regresaron y Ángel siguió solo.

Tiene certificado de primaria. Trabajaba de ayudante de autobús y no veía futuro para él ni para sus hermanos.

En Estados Unidos no conoce a nadie, no tiene ningún pariente. Ni siquiera sabe exactamente adónde quiere ir: A cualquier estado donde haya trabajo, dice.

Le tomó un día llegar a la frontera con Guatemala, cruzar el país y llegar a la frontera con México, de puro jalón (aventón). Ahí empezó lo duro. De la garita fronteriza La Ceiba caminó, con otros migrantes más, por veredas escondidas hasta llegar a Tenosique. Ahí sí, ya saben todos, por información que corre de boca en boca, adónde llegar. A La 72, ¿A dónde si no?

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En Honduras trabajaba de ayudante de autobús y no veía futuro para mí ni para mis hermanos, sostiene el joven Ángel Daniel, quien salió de su país con el propósito de buscar una vida mejorFoto Roberto García Ortiz

Iba a tomar el tren lo más pronto posible, pero el gran tema de conversación en el albergue era el viacrucis. Decidió esperar 16 días, hasta que llegó la fecha, el 15 de abril. De este modo, desde hace 10 días Ángel no es un chiquillo que viaja solo, sino un joven que camina a la aventura con cerca de mil migrantes más, encomendado a Dios y aprendiendo un montón de cosas. Sobre todo, aprendiendo que lo mejor para hacer este camino es irnos ayudando entre todos.

Y por las noches, acurrucado en cualquier rincón, sueña. Claro, sueño que ya estoy en Estados Unidos ganando dólares, no lempiras, y ayudando a mi mamá.