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Adiós, papá grande

Trabajó de guionista y actor de reparto; sus obras, de gran interés para directores

El séptimo arte, otra vocación

Rechazó llevar Cien años de soledad a la pantalla; deseaba que los lectores imaginen los personajes

El cine, la tercera realidad: entre la vida real y la invención pura

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Gabriel García Márquez empezó a desarrollar el oficio de guionista en la década de los 60 y colaboró en México con Arturo Ripstein en la cinta Tiempo de morir; en la imagen, durante una visita a Xochimilco en 1993Foto Fabrizio León
 
Periódico La Jornada
Viernes 18 de abril de 2014, p. 21

Antes de consagrarse como uno de los más importantes novelistas latinoamericanos a escala internacional, Gabriel García Márquez quiso ser cineasta. En muchas ocasiones aseguró que el séptimo arte, después del periodismo, era su verdadera vocación.

Su pasión y relación con el cine se ven reflejadas en cerca de 40 proyectos, ya sea como guionista de más de 15 películas, aparte del trabajo de reconocidos directores quienes han llevado a la pantalla grande algunos cuentos y novelas, que de acuerdo con la crítica han resultado en su mayoría poco afortunadas.

Su experiencia en Roma

Entre 1952 y 1955, a los 25 años –junto con Julio García Espinosa, Fernando Birri y Tomás Gutiérrez Alea, quienes más tarde serían considerados fundadores del llamado nuevo cine latinoamericano–, el joven García Márquez se encontraba inscrito como estudiante en el Centro Experimental de Cinematografía en Roma, época en la que no quería nada más en esta vida que ser director de cine.

Años más tarde, en su discurso pronunciado en el acto de inauguración y como presidente de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, el 4 de diciembre de 1986, en La Habana, Cuba, García Márquez recordó: Ya desde entonces teníamos conciencia de que el cine de América Latina, si en realidad quería ser, sólo podía ser uno.

A partir de aquellos años de estudiante, junto con sus amigos y condiscípulos, empezó a impulsar el cine en América Latina, inspirado en el neorrealismo italiano, un cine con menos recursos y el más humano que se haya hecho jamás, proponía.

En aquella ocasión, en la que inauguró la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, el autor de Crónica de una muerte anunciada evocó su primer trabajo en la industria del cine, el cual, según contó él mismo, fue poco glamoroso.

“Por aquellos días de Roma viví mi única aventura en un equipo de dirección cinematográfica. Fui escogido en la escuela como tercer asistente del director Alexandro Blasetti en la película Lástima que sea un canalla, y esto me causó gran alegría, no tanto por mi progreso personal como por la ocasión de conocer a la primera actriz de la película, Sofía Loren. Aunque en realidad nunca la vi, porque mi trabajo consistió, durante más de un mes, en sostener una cuerda en la esquina para que no pasaran los curiosos”.

Al tiempo que era estudiante de la carrera de dirección en el Centro Experimental de Cinematografía, Gabo trabajaba de corresponsal de El Espectador, donde inició su pasión cinéfila escribiendo reseñas.

No obstante haber sido corta su época de estudiante, de acuerdo con la periodista Natalia Trzenko, del diario La Nación, García Márquez conoció el secreto para hacer cine: la magia, para él, reside en el guión.

Su estancia en Roma le permitió, entre otras cosas, compartir largas horas de trabajo al lado del guionista Cesare Zavattini, relación que afinó su escritura a la hora de narrar con imágenes.

La aventura en México

A comienzos de la década de los 60 y tras varios recorridos por Europa, Gabo se instaló en México, donde empezó a desarrollar el oficio de guionista, con un sueldo fijo.

En nuestro país conoció al entonces joven cineasta Arturo Ripstein. Ambos debutaron con el rodaje de la cinta Tiempo de morir (1965), primer largometraje de Ripstein, con fotografía de Gabriel Figueroa y primer guión original escrito por García Márquez. Sin embargo, se tiene registrado años antes un cortometraje surrealista en el que participó el joven Gabo.

En 1954 se filmó La langosta azul, corto dirigido por Álvaro Cepeda Samudio, con guión del propio director, Luis Vicens y García Márquez.

De aquel trabajo de guionista a sueldo se cuentan las películas El gallo de oro (1964), basada en el cuento de Juan Rulfo, con dirección de Roberto Gavaldón y adaptación de García Márquez en colaboración con Carlos Fuentes, y Lola de mi vida (1965), dirigida por Miguel Barbachano Ponce.

Otra cinta aún más celebre es En este pueblo no hay ladrones (1965), dirigida por Alberto Isacc, basada en un cuento corto del colombiano.

Integró en el reparto a personalidades como Luis Buñuel, Leonora Carrington, José Luis Cuevas, el propio García Márquez, Emilio García Riera, Alberto Isaac, María Luisa La China Mendoza, Carlos Monsiváis, Elda Peralta, Abel Quezada, Arturo Ripstein y Juan Rulfo, entre otros creadores que hoy son reconocidos por sus aportes en el ámbito cultural mexicano.

Gabo como actor de reparto participó en dos películas más. En María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo, y My Macondo, de Dan Weldon.

Además de las películas citadas, entre 1965 y 1985 el colombiano participó directamente como guionista en los siguientes filmes: Juego peligroso (1966), de Luis Alcoriza y Arturo Ripstein; Patsy, mi amor (1968), de Manuel Michel; Presagio (1974), de Luis Alcoriza; La viuda de Montiel (1979), de Miguel Littin; la mencionada María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo; El año de la peste (1979), de Felipe Cazals (adaptación del libro de Daniel Defoe El diario de la peste), y Eréndira (1983), de Ruy Guerra.

La lista de guiones y adaptaciones de la obra literaria de García Márquez al cine es larga, incluyendo producciones para televisión. Para la pantalla grande, por mencionar algunas, se rodaron las cintas: Crónica de una muerte anunciada (1986), Me alquilo para soñar (1989), Edipo alcalde (1996), El coronel no tiene quien le escriba (1999), Los niños invisibles (2001), El amor en los tiempos del cólera (2007) y Del amor y otros demonios (2010).

Para televisión se produjo una serie titulada Amores difíciles, basada en sus cuentos, con dirección de cineastas de varias nacionalidades: Fábula de la bella palomera, dirigida por Ruy Guerra, de Brasil; Milagro en Roma, de Lisandro Duque, de Colombia; Cartas del parque, de Tomás Gutiérrez Alea, de Cuba; Un domingo feliz, de Olegario Barrera, de Venezuela; Un verano feliz de la señora Forbes, de Jaime Humberto Hermosillo, de México, y Yo soy el que buscas, de Jaime Chavarri, de España.

Afición con su abuelo

Los primeros encuentros del escritor con el cine fueron cuando su abuelo lo llevaba de pequeño a ver los westerns protagonizados por Tom Mix. Con los años, García Márquez consideraba el cine como una tercera realidad: entre la vida real y la invención pura.

Diversos fueron los viajes que el escritor realizó por el mundo para conocer y entablar amistad con famosos cineastas. En 1990 fue a Japón con el afán de encontrarse con Akira Kurosawa. Aprovechó su escala en Nueva York para conocer a uno de sus directores más admirados: Woody Allen.

El propósito de visitar a Kurosawa, quien en ese momento filmaba Los sueños, era proponerle llevar a la pantalla grande la historia de El otoño del patriarca ambientada en el Japón medieval. La idea de Kurosawa era filmar toda la novela sin importar el metraje, pero al no encontrar quien financiara tal proyecto se quedo sólo en eso.

Otro intentó por llevar al cine El otoño del patriarca, con dirección del actor y director Sean Penn, protagonizada por Marlon Brando, igual quedó truncado con la muerte del actor de El Padrino, en 2004.

Polémica

García Márquez no está exento de la polémica en el cine. Tal fue el caso de su novela Memoria de mis putas tristes, la cual fue duramente criticada por la periodista Lydia Cacho, con el argumento de que las intenciones del anciano hacia una adolescente (ambos protagonistas de la historia) fomentaban la pederastia.

El caso cobró mayor relevancia cuando la novela se quiso llevar al cine, ya que antes de dar inicio surgió la polémica por el apoyo que había comprometido el gobierno de Puebla, encabezado entonces por Mario Marín, quien se vio involucrado en un escándalo de pederastia. Finalmente la cinta se rodó a finales de 2010, en Campeche.

García Márquez siempre se negó a que Cien años de soledad se trasladara al cine. Tuve muchas ofertas para llevar la novela al celuloide, pero siempre me negué, porque deseo que los lectores sigan imaginando a los personajes. No quiero que la filmen. Si lo hacen la destruirán, porque el cine no permite esas identificaciones, expresaba.

Pese a que Gabo reconoció que el motivo que lo llevó a inclinarse por la literatura fue que el cine no era el medio más adecuado para contar lo que quería contar; pues frente a las posibilidades de la novela, resultaba mucho más limitado, sobre todo por las exigencias impuestas por los productores y directores, nunca dejó de apoyar el séptimo arte.

Entre los proyectos más destacados que el escritor colombiano creó, junto con sus amigos y condiscípulos del Centro Experimental de Cinematografía, apoyados por el Comité de Cineastas de América Latina, estuvo la fundación en 1986 de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños, en Cuba, donde se dedicó por un tiempo a impartir el taller Cómo se cuenta un cuento.

Bien concluye la periodista Natalia Trzenko: Gabriel García Márquez es escritor, pero podría haber sido cineasta. Parte de su vida y trayectoria lo demuestran, así como el hecho de que su hijo mayor, Rodrigo (García Barcha), se haya convertido en director de cine, lo que es una interesante vuelta del destino, parecida a alguna de sus ficciones literarias.