Iglesia: contra la opacidad
or acuerdo reciente del papa Francisco las finanzas vaticanas serán transparentes. Presionado por las nuevas medidas acordadas internacionalmente contra el lavado de dinero y por los escándalos de malos manejos, el pontífice ordenó modernizar las instituciones financieras de la Iglesia. Tarea nada fácil habida cuenta los poderosos intereses que todavía hacen de las suyas en la curia romana. O los que disponen con manos muy libres de limosnas y donativos que ingresan a los santuarios marianos más importantes, como el de la Guadalupana.
No desea el pontífice que se repitan escándalos como el del ex arzobispo estadunidense Joseph Marcinkus, protegido de Juan Pablo II, ni dar pie a otra bancarrota, como la del Banco Ambrosiano hace tres décadas. Desea en cambio reforzar con controles estrictos el Banco Vaticano, fundado en 1942. Ahora será más pequeño y se espera sacarlo de la lista negra de instituciones relacionadas con grupos criminales.
Se zanja de paso un asunto poco divulgado: el de arzobispo de Eslovenia, Franc Kramberger, quien combinó los asuntos religiosos con los de las finanzas. Este personaje, muy admirado en el mundo de los negocios de ese pequeño país, resultó un visionario a la hora de hacer rendir en su provecho personal, el dinero ajeno. Para ello montó un moderno sistema de inversiones en el campo mediático y tecnológico.
Durante 30 años Kramberger creó un imperio que todos creían exitoso, ejemplo a seguir por otras diócesis con posibilidades monetarias. Sus activos ascendían a más de mil millones de dólares, cuatro veces superiores a los ingresos que oficialmente recibe cada año el Vaticano.
Pero justo hace tres años los inspectores enviados desde Roma descubrieron que las empresas creadas por el arzobispo estaban en quiebra. Y que los bonos y papeles que garantizaban rendimientos a los inversores no tenían respaldo suficiente. A la ruina de imagen en un país con una población católica importante, se sumaron 30 mil ciudadanos que confiaron en los divinos contactos de Kramberger y perdieron casi todos sus ahorros.
El de Eslovenia es uno de los mayores desfalcos vividos por la Santa Sede, otra herencia de Juan Pablo II, próximo a ser elevado a los altares. Sólo la tolerancia del pronto santo hacia sus protegidos explican cómo una pequeña diócesis funcionara como una multinacional.
Y todo el escándalo comenzó cuando en Roma se enteraron que el canal T-2, fundado por el cardenal, emitía programas pornográficos. Luego, vinieron las sospechas sobre las demás empresas creadas por el emprendedor, entre ellas un banco, telefonía, gas y petróleo. Y, finalmente la debacle, en parte por la crisis mundial. El arzobispo tuvo que renunciar mientras la Iglesia no quiso asumir los costos de las quiebras.