e acuerdo con informes difundidos ayer por The New York Times, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, autorizó a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) que sacara ventaja del descubrimiento de fallas de seguridad en un programa para servidores de Internet que podrían revelar las claves personales de decenas de millones de usuarios y que, en vez de dar aviso a los desarrolladores de ese sistema y al público en general, los aprovechara para espiar a un número indeterminado de personas, empresas y gobiernos.
La falla mencionada, conocida como Heartbleed (corazón sangrante) y dada a conocer apenas la semana pasada, permite el robo de información cifrada almacenada en servidores, como nombres y contraseñas de cuentas de Facebook, Gmail, Instagram, Google, Yahoo, Dropbox, Soundcloud y otros servicios de redes sociales, de intercambio de imágenes, de música y blogs.
En la catarata de revelaciones sobre las actividades de vigilancia furtiva –e ilegal, según las legislaciones de muchos países– puesta en práctica por el gobierno de Estados Unidos, ésta es la primera que involucra directamente al mandatario de ese país; antes de ella, Obama ha podido argumentar que no conocía los detalles de los vastos dispositivos de espionaje desarrollados por la NSA que se han dado a conocer desde junio del año pasado, cuando el ex contratista de esa dependencia Edward Snowden los filtró al público. En consecuencia, el huésped de la Casa Blanca se ve colocado en una situación mucho más frágil por cuanto, de confirmarse el señalamiento, sus coartadas en el tema del espionaje masivo se vendrían abajo.
Una implicación mucho más grave de la información difundida ayer por The New York Times es que el gobierno de Washington, en su afán de obtener en forma ilícita información confidencial de individuos, corporaciones e instituciones oficiales, pudo haber dejado desprotegidos a los usuarios de Internet de todo el mundo frente a las actividades de delincuentes cibernéticos que han venido aprovechando la falla de seguridad en los servidores que utilizan OpenSSL para defraudar, extorsionar, suplantar identidades, obtener información para cometer secuestros y otro sinfín de ilegalidades.
En esta perspectiva, resulta grotesco el pretexto urdido por el gobierno estadunidense para justificar sus acciones de espionaje con base en una pretendida preocupación por la seguridad nacional cuando, para llevar a cabo esa vigilancia furtiva, se desentiende de procurar la seguridad a secas de sus ciudadanos, de sus empresas e incluso de sus propias dependencias de gobierno.
Lo que ha venido haciendo Washington, en suma, a juzgar por la información comentada, es aprovechar la misma zona oscura de los errores de programación y los mismos métodos que utiliza la criminalidad cibernética para atacar a sus víctimas, y ello retrata de manera preocupante, pero fiel, la bancarrota moral a que se ha ido dirigiendo el poder público estadunidense bajo la presidencia de Barack Obama.