os festejos por los 100 años del nacimiento de Octavo Paz se han convertido en una gran operación de Estado. Cada ceremonia gubernamental para convertirlo en prócer de la patria cava una fosa hacia sus potenciales lectores. Cada discurso oficial pronunciado lo aleja de los jóvenes. Cada iniciativa por convertirlo en una fría estatua de mármol conduce inevitablemente a que se pierda la calidez de una obra intensa y viva.
Curiosa ironía para un escritor que se reconocía en Sor Juana, la “intelectual que –escribe el poeta–, por fidelidad a la vocación, tiene una relación difícil, incluso desventurada con su medio. Sor Juana fue vencida pero su derrota fue la de un escritor independiente frente a una ideología cerrada y una clerecía despótica”.
La pretensión de canonizar al poeta como un intelectual de Estado, de hacerlo un oráculo postmortem para justificar las posiciones políticas actuales de quienes se asumen como sus herederos, es la peor manera de mantener viva su obra y su pensamiento. Por el contrario, además de disfrutar su poesía y aprender de su virtuosismo intelectual, es necesario examinar seriamente sus puntos de vista, comprender sin prejuicios lo que dijo, discutir sus ideas con franqueza.
No es para menos. Paz fue una figura central en la vida intelectual del siglo XX. Su poesía, sus ensayos y sus artículos dejaron una huella profunda en la vida político-cultural del país. Cuando fueron publicados sumaron elogios y precipitaron intensos debates. Hoy, casi 16 años después de muerto, lo siguen haciendo. Mal se haría en mistificarlo.
El poeta escribió muy críticamente sobre la izquierda y el socialismo. Lo hizo desde una perspectiva moral y política. Tuvo el mérito de ser uno de los pocos pensadores mexicanos que se aventuraron a reflexionar con profundidad sobre la naturaleza del socialismo realmente existente. La Unión Soviética y sus satélites –concluyó, en libros como El ogro filantrópico, Tiempo nublado y Pasión crítica– no era socialista, sino un régimen despótico totalitario, un vasto monopolio estatal con formas peculiares de uso, goce y disfrute de las riquezas y productos.
Su crítica incluyó al marxismo mismo. Paz objetó la existencia de leyes históricas, de una ciencia de la historia. Para él, la seducción del marxismo consiste en ser una filosofía del cambio que nos promete una futura edad de oro que ya en el pasado más remoto, el comunismo primitivo, contenía en germen
. Sin embargo –sentenció–, el resultado final de la acción de los revolucionarios marxistas tuvo un desenlace distinto: construyeron un totalitarismo burocrático.
A pesar de esto, Paz no rechaza la solución socialista. Por el contrario, ve en ésta la única salida racional a la crisis de Occidente. Sin embargo, nunca precisa qué es lo que entiende por socialismo, aunque advierte que uno verdadero es inseparable de las libertades individuales, del pluralismo democráticos y del respeto a las minorías y a los disidentes
.
Y es que, como el poeta dijo a Braulio Peralta, él nació con la izquierda. Se educó en el culto a la revolución francesa y el liberalismo mexicano. En su juventud hizo suya la prometéica tentativa comunista de cambiar el mundo. Sus afinidades intelectuales y morales, su vida y sus críticas fueron parte de una tradición de izquierda que comenzó en el siglo XVIII como pensamiento crítico.
Sin embargo, el acierto de la crítica de Paz al socialismo de Estado y al marxismo dogmático se convirtió en grave deficiencia al analizar las luchas de liberación nacional, los procesos de descolonización y la naturaleza de los movimientos populares antisistema. Su obsesión anticomunista lo llevó a confrontarse con muchas luchas genuinamente antioligárquicas y emancipadoras.
Durante muchos años, Octavio Paz denunció el régimen político mexicano. En Posdata escribió: En México no hay más dictadura que la del PRI y no hay más peligro de anarquía que el que provoca la antinatural prolongación de su monopolio político
. Sin embargo, dueño de sus contradicciones, en un deslizamiento a la derecha, terminó su vida asesorando al Príncipe y apoyando al régimen que había denunciado.
En las elecciones de 1988 el poeta se negó a admitir el fraude que se cometió en contra de Cuauhtémoc Cárdenas. En una serie de artículos publicados en La Jornada entre el 10 y el 12 de agosto de 1988, titulados Ante un presente incierto
, avaló el triunfo de Carlos Salinas de Gortari y criticó al candidato de la izquierda. Durante el resto del sexenio apoyó el salinismo y sus políticas neoliberales.
Uno de los puntos más polémicos de su biografía intelectual fue su relación con Televisa. Entre la empresa y el poeta se estableció una estrecha simbiosis, basada en la afinidad ideológica. A sus detractores les espetó que las críticas que le hacían eran hipócritas. He usado a Televisa como Televisa me ha usado a mí
, dijo.
Sus juicios iniciales sobre el levantamiento indígena de enero de 1994 fueron severos. En un primer momento reprodujo sin más el guión gubernamental sobre el levantamiento. Asoció el zapatismo con Sendero Luminoso, sugirió la presencia de guerrilleros centroamericanos en sus filas y señaló que indios y campesinos eran manipulados por un grupo de irresponsables demagogos
. De paso, regañó a los intelectuales que se solidarizaron con el movimiento. Sin embargo, más adelante discutió con el subcomandante Marcos, advirtió que su lucha era el triunfo del lenguaje y reconoció en Durito a un personaje perteneciente a la andariega tradición de la caballería.
Cornelius Castoriadis, el filósofo griego del que Paz fue amigo, señaló: No se honra un pensador alabándolo y ni siquiera interpretando su trabajo, sino que se hace discutiéndole, manteniéndole así vivo y demostrando en los hechos que el autor desafía el tiempo y conserva su vigencia
. Quienes usan hoy el legado del poeta no parecen hacerle mucho caso.
Aunque se diga lo contrario, eso fue precisamente lo que hicieron con Octavio Paz intelectuales de izquierda tan distintos como Enrique González Rojo, Carlos Monsiváis, Arnaldo Córdova, Enrique Semo o Dora Kanussi. Salvo al cronista de la Portales, el poeta decidió ignorarlos. A pesar de ello el debate sigue abierto.
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