Cierre parcial de Línea 12, decisión tomada con anticipación
El Metro, con problemas por estallar
a decisión de suspender el servicio en más de la mitad de la Línea 12 del Metro se tomó unos días antes de su anuncio público. El diagnóstico, que denunciaba el grado de peligrosidad que representaba cada viaje durante el recorrido en el tramo que ya dejó de funcionar, obligaba al cierre, por tanto, se programó el momento y la difusión de ese hecho. Cualquier otro camino, el silencio, por ejemplo, se hubiera convertido en una complicidad criminal, imperdonable.
Un dato que no puede pasarse por alto es la declaración del jefe de Gobierno, días después de reunirse con Marcelo Ebrard. En aquella ocasión Miguel Ángel Mancera aseguró que la conversación entre ellos versó sobre la Línea 12 del Metro, lo que entonces parecía un asunto menor. A fin de cuentas todos sabían, por las informaciones dadas a conocer desde el inicio de este gobierno capitalino, que la llamada línea dorada sufría de los problemas que, seguramente agravados, obligaron al cierre parcial de 11 de sus 20 estaciones.
Si hacemos caso a esa declaración, en la que nunca se ahondó, Mancera habría avisado al ex jefe de Gobierno de la situación en la infraestructura de la línea dorada, su peligrosidad para el usuario y la urgencia de pararla en 60 por ciento de su operación, pese a los costos políticos que eso representaría.
Aun con el diagnóstico y la certeza de lo grave que significaba viajar por el tramo oriente de la línea, muy pocos, unos cuantos, podríamos decir, sabían de la decisión de cerrar las 11 estaciones y menos aún que el problema no tiene remedio, es decir, que o se cambian los rieles o se sustituyen las partes inferiores de los vagones, en este caso las ruedas de metal. En pocas palabras, se requiere de una gran inversión, mucho más alta que lo que hasta ahora se ha especulado para terminar con el problema, y que se sepa, no hay recursos en el Metro para un gasto muy alto, porque lo que ya está claro, porque así lo declaró el jefe de Gobierno, es que para las obras en el tramo hoy cerrado no va a tocar ni un centavo del producto del aumento al precio del pasaje.
Y si eso es así, lo que pasará en la línea dorada es que se pondrán algunos parches que en nada remediarán el problema que hoy existe. Cuando menos eso es lo que se dice entre la gente que conoce de los asuntos de los trenes subterráneos. Por lo pronto, el problema es que desde alguna parte del GDF se lanzó un bumerán que habrá de golpear a quien debe golpear, pero que al final, regresará en contra de la mano que lo arrojó.
Mala fortuna, podrán argumentar algunos, pero el Metro se llenó de problemas que hoy parecen estallar. Primero fueron las condiciones de operación del sistema, que requieren de mayores inversiones para trabajar como es debido; luego el asunto de los llamados vagoneros, que no se ha resuelto del todo, y ahora la Línea 12, que cuestiona al gobierno de Marcelo Ebrard y luego, ya veremos.
Pero los problemas en el Metro no terminan. Hoy se sabe ya que en seis líneas hay problemas que requieren de su rehabilitación, que se tienen detectados cerca de medio centenar de puntos rojos
en la red del servicio, y que un día con otro irán estallando, así que más vale tomar las cosas con tranquilidad, porque el asunto va para largo si nos atendemos a los datos. Más allá de la Línea 12, en la Línea A se sabe de seis puntos rojos, de cinco en la B, dos de la siete, tres de la cinco, tres de la cuatro, y tres de la tres, y ya se conoce que en la Línea Uno habrá una rehabilitación total, en algún momento del año.
En fin, lo que sí ha quedado claro con este escándalo es que el Metro requiere de cirugía mayor. Vamos a ver quién es el cirujano.
De pasadita
Resulta que la noche del miércoles la delegada en Iztacalco decidió citar a los empleados de la demarcación a un acto para el que no se tenía previsto un tema en especial. El asunto era que la estructrura burocrática y sus invitados asistieran a la reunión donde se enfrentarían a una sorpresa poco agradable para la mayoría. La cita era para que vieran de cerca y a todo color al candidato chucho a la presidencia del PRD, pero como se sabía que si el nombre de tal candidato salía a la luz, nadie o sólo los obligados estarían en el auditorio. Otro truco de los chuchos, nada más.