Ver a Abbado dirigir y hacer música es inspirador, dice en entrevista con La Jornada
Buscar la perfección cuanto sea posible está en mi sangre, expresa la violinista rusa
Este fin de semana interpretará a Shostakovich con la Sinfónica Nacional en el Palacio de Bellas Artes
Miércoles 5 de marzo de 2014, p. 3
Miedo es lo que aún provoca a Viktoria Mullova (Moscú, 1959) interpretar un concierto de Brahms o Shostakovich al lado de una gran orquesta.
Hacer frotar el arco de su violín Stradivarius al hombro, a pesar de que son casi 50 años de experiencia y de continuas faenas sobre el escenario, ya sea en Londres, Lucerna o Frankfurt.
Este fin de semana será en el Palacio de Bellas Artes. Está en mi sangre. Toda mi vida he practicado para ser tan perfecta como sea posible. Especialmente al crecer en la Unión Soviética, donde si no eres perfecto, entonces no tienes una carrera
, señala en entrevista con La Jornada una de las más reconocidas solistas en el mundo.
Un Stradivarius dejó abandonado en un hotel, cuando en 1983 huyó de la vigilancia de la KGB durante una gira en Finlandia, para esconderse por varios días y solicitar asilo en la embajada de Estados Unidos en Suecia. No era mío, me lo dio el gobierno. Tuve que dejarlo atrás porque no era mío
, recuerda sobre el instrumento. En esos días, conoció el miedo y el temor de la persecución.
Por eso comprende la música de su compatriota Dimitri Shostakovich (1906-1975), de quien tocará una pieza muy poderosa, escrita antes de la Segunda Guerra Mundial
.
El viernes y el domingo interpretará el Concierto para violín número 1 junto a la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto.
Crecer en la Unión Soviética
“Comprendo la música de Shostakovich muy bien –dice Mullova–, porque crecí en la Unión Soviética. La abandoné luego, pero sé cómo era la vida ahí, donde se pretendía que todo estaba bien y había que ser alegre, no se tenía permitido decir nuestra opinión. Éramos infelices, pero no lo podíamos admitir”, relata. Ahora, agregó después, la situación es terrorífica en Rusia y Ucrania, de donde tiene sangre, como lo demostró con su disco Peasant girl (Chica campesina).
En el caso de Shostakovich, quien vivió bajo el régimen de Stalin y estrenó este concierto sólo después de la muerte del dictador soviético, tenía su propia voz y tuvo que ajustar su música. Este concierto es muy festivo en algunas partes, pero en su interior está escondido el dolor. Tiene mucho de sarcasmo. Hay muchas emociones fuertes porque detrás de lo alegre de los movimientos hay mucha tristeza y oscuridad
.
La violinista capturó la atención internacional cuando en 1980 ganó el primer premio del Sibelius Competition en Helsinki, Finlandia, y dos años más tarde el galardón con el nombre de Chaikovski. Tras su salida de la Unión Soviética, donde estudió en el Conservatorio de Moscú, construyó una carrera con un repertorio que abarca desde el barroco y lo clásico, hasta fusiones experimentales de la música contemporánea. Parecería que la letra B ha marcado sus más recientes giras, en las que ha interpretado con más frecuencia a Beethoven, Brahms y Bach, a quien grabó en su más reciente álbum.
Un capítulo fundamental en su vida lo ocupa Claudio Abbado, fallecido el pasado 20 de enero. Con el maestro italiano, Mullova no sólo compartió la música, sino que vivieron juntos cinco años y procrearon un hijo: Misha Mullov-Abbado. Ya cada uno con vidas independientes, narra la violinista: Cuando murió estábamos con él. Fue muy doloroso verlo morir
, recuerda, no sin cambiar de inmediato el tono de voz.
Entre las penumbras de butacas vacías en una sala del Palacio de Bellas Artes, relata que durante los meses recientes, mientras Abbado luchaba contra el cáncer, comencé a pensar tantas cosas. Mi vida con él, su música y parece que los últimos años olvidé lo grande que fue, sorprendente. Con sus grabaciones y la documentación sobre él, pude ver una vez más la forma en que dirigió e hizo música. Fue tan extraordinario, nunca experimenté nada como eso antes en mi vida. Sólo verlo dirigir y hacer música es inspirador
.
Misha, su hijo, es un músico quien continuó la línea profesional, porque de los cuatro hijos de Abaddo es el único que toca un instrumento y compone. Sentado sobre la cama, al lado de su padre, escribió una pieza. Luego la interpretó en el funeral. Para Viktoria fue muy especial, una hermosa pieza de música, un momento de orgullo y tristeza al mismo tiempo, la pérdida del amor
.
Ahora Stradivarius in Rio es el material que hará público, en abril. Es un disco muy emocionante. Es la música que comencé a tocar hace algunos años
, además de que es su primer proyecto propio, ya no al lado de su actual esposo Matthew Barley. Un día sólo tomó su violín, de nombre Jules Falk, de 1723. Este sí es mío
, aclara.
Un día comenzó a tocar con sus amigos canciones tradicionales en Brasil. Así surgió este proyecto con mucho de improvisación y gozo, que se grabó tan sólo en dos noches. Estoy tan feliz de tocar esta música, amo escucharla y haberla grabado con colegas en Brasil en agosto pasado. Y es totalmente mío, yo organicé, produje, junté a los músicos, agendé el estudio, dirigí la edición y la mezcla en los estudios Abbey Road
, expone.
Sólo amo de todo
, por eso escucha todo tipo de música con sus audífonos cuando viaja. “No toda la música es buena. Pero tengo una buena colección, miles de canciones, muchas brindadas por mis amigos. Algunas veces toco la guitarra de mis amigos, hacemos sesiones de improvisación. Es como las ideas comienzan, en particular con Stradivarius in Rio.
Técnicamente no es tan complicado como cuando toco un concierto de Brahms o Shostakovich. Es difícil, pero en otra forma. Cuando estoy en el escenario con las canciones brasileñas no tengo ningún miedo, lo cual es sorprendente. Así fue, llevé mi Stradivarius y puro gozo. Sólo voy, toco, es completamente placer y libertad
.