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Tragedia: imitando a Guillermo Tell
E

l pasado miércoles 5 apareció en esta sección una nota en la que se advierte en capitulares que “El mundo celebra a William Burroughs en el centenario del esritor beat”, pero se añade que en México las instituciones culturales no han preparado actividades en su honor.

Los centenarios de natalicio son importantes en nuestro medio, pero no a ese grado. Es excelente que se prepare el de Octavio Paz y William S. Burroughs merece entre la mayoría de nosotros un recordatorio, como lo solicita Alberto Chimal, a quien discretamente le respondo por este medio.

Jorge García Robles, quien junto con James Grauerholz es especialista en la generación beat, realizó un trabajo de investigación que intenta ilustrar sobre los tres años que Burroughs vivió México: 1949-1952 casado con Joan Vollmer, quien fue adicta a la benzedrina que al parecer podía obtenerse sin receta en las farmacias mexicanas.

Hacia 1949, Burroughs, ya consumidor de sustancias y pensador original, ni por asomo pensaba en escribir, aunque era ya amigo de Ginsberg, quien fue su venerador y su protector incondicional. Como pensador era el ícono de la generación. El trabajo que menciono al principio de esta nota apareció casi por casualidad en una edición aleatoria y examina los ámbitos mexicanos en los que solían reunirse exponentes de la generación beat.

Por supuesto Burroughs era homosexual declarado, activo y combativo, con predilección por muchachos jóvenes. No había engaño de especie alguna: Joan lo sabía. Muy distiguido, sumamente educado, con aire aristocratizante, gran pensador que sabía improvisar y candil de todas las reuniones. No sólo fue amigo de Bacon, tuvo muchísimas amistadas en el medio artístico: Andy Warhol y Paul Boules –entre cientos de otras– en la preciosa fotografía (que ya era conocida) aquí publicada el 5 de febrero, parece un santo y eso era, el santo de los junkies aunque para entonces él no sólo había dejado la droga, sino que el meollo de su escritura innovadora y propia de su momento, no promueve la drogadicción, más bien expone sus efectos analizados con elocuencia en cuanto a discurso poético.

No sólo consumía, sino que cuando no lo había solía beber asiduamene (tequila, vodka, et al) cuando ocurrió la muerte de Joan Vollmer, a quien conoció cuando ella tenía 20 años, y una bebé de meses a quien adoptó y cuidó igual que al hijo que llegó a procrear con Joan un tiempo después, eso de acuerdo con sus peculiares capacidades. Buenos padres o no tanto, dados sus hábitos atendían a The children, los traían de aquí para allá mientras consumían cocteles en los bares de la colonia Roma. Cuando se pinchaban las venas, era en privado, en el ámbito de sus viviendas y con los hijos a buen resguardo, pues su clan de cómplices era impresionante.

Burroughs estaba obsesionado con viajar al sur, posiblemente a Panamá y a Ecuador a efecto de conocer una droga denominada yagé que terminaría con la consunción de todas las demás drogas de una vez y por todas. La tarde fatídica en que murió Joan padecía abandono de su amante socio, lo mismo que Joan que acababa de abandonar al suyo, también de seño masculino. Dejaron a los niños al cuidado de amigos y asistieron a una fiesta de John Healy junto con otros amigos, según relata Jorge García Robles basándose en decenas de entrevistas y notas de prensa.

William siempre portaba una pistola y durante la tarde infausta consumieron buenas cantidades de ginebra Oso Negro. Practicaban juegos asociativos vinculados a ideas de pensamiento mágico y de transmisión telepática. Joan se puso un vaso en la cabeza y ese signo funcionaba, como un disparadero del juego Guillermo Tell. Bill sacó su pistola y disparó (Ya lo habían practicado en anteriores ocasiones) pero esta vez erró, el tiro entró en la sien. Él prácticamente se convulsionó de dolor, más que de terror.

Un personaje de pésima reputación: Bernabé Jurado, se hizo cargo del caso, metió a Burroughs a Lecumberri donde estuvo días, luego tuvo un largo encierro domiciliario. Con todo y su homosexualidad y hasta su misoginia, lloró amargamente la muerte de Joan, no sólo durante el resto de su estancia mexicana que se prolongó bastante tiempo hasta que en virtud de argucias legales torcidas pudo regresar a Estados Unidos. Abogado y jueces aceptaron la versión de que la pistola se había disparado mientras él la limpiaba…

Si eso no hubiera ocurrido, se dice, no tendríamos Junkie, Queer que cubre el tiempo en México o Naked Lunch. El punto de partida fue un juego de borrachos.

High Priest de la Generación Beat, parece un místico y así protagonizó al sacerdote Tom en la película Drugstore cowboy (1989), de Gus van Sant, basada en la novela de James Fogle y con adiciones de diálogos burroughianos que al parecer el autor no permitió acreditar.