TLCAN: magro aporte
¿Potencia exportadora?
¿Producir o ensamblar?
nstalado en la difusión de buenas noticias, el gobierno federal ha informado a los mexicanos que en 2013 el comercio exterior entre nuestro país y otras naciones casi llegó a 800 mil millones de dólares
, lo que daría a México condición plena de potencia exportadora
. Así, tal actividad explicaría dos terceras partes del crecimiento
económico nacional en el citado periodo, es decir, que (el elemento malo de la buena nueva) esa multimillonaria actividad no sirvió de mayor cosa para que esta República de discursos avanzara lo suficiente para generar empleo, mejorar el ingreso y procurar bienestar.
El encargado de difundir la buena noticia fue el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo (alumno destacado del chevalier José Córdoba Montoya), quien en pomposo encuentro con sus paisanos industriales de Monterrey y su homóloga estadunidense, Penny Pritzker, detalló que “nuestro crecimiento obedece en dos terceras partes al sector externo de la economía, donde vemos que prácticamente hoy estamos comerciando casi 800 mil millones de dólares al año con el resto del mundo… (de ese monto) 80 por ciento correspondió a manufacturas y 15 por ciento a energéticos y productos de la minería”.
De acuerdo con la acotada información divulgada por Guajardo, la conclusión lógica sería que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha sido exitosísimo en sus dos décadas de vigencia (aunque el propio funcionario anunció que será menester esperar otros 20 años para que los beneficios del TLCAN se verán reflejados a todo el país y a todas las empresas
), pero en los hechos no aguanta la prueba del ácido.
De entrada, si el multimillonario comercio exterior mexicano explica
dos terceras partes del crecimiento económico nacional, entonces no aporta mayor cosa –aunque sí mucho más que la economía interna–, toda vez que en 2013 tal actividad habría aportado 0.86 puntos porcentuales de dicho crecimiento
(no olvidar que el ministro del año
anunció que en ese año no pasaría de 1.3 por ciento), mientras el mercado interno aportó los restantes 0.44 puntos. En todo caso, tales proporciones documentarían la condición de potencia maquiladora
, no exportadora, de la extremadamente dependiente economía mexicana.
Si el análisis se amplía a los 20 años de vigencia del TLCAN y se respetan las proporciones referidas por el secretario Guajardo, entonces el panorama no cambia mayor cosa, pues en ese periodo la tasa anual promedio de crecimiento
económico no pasó de 2.5 por ciento (cuando se requiere no menos 6 por ciento anual para salir del hoyo), de los que dos terceras partes serían atribuibles a eso que en la Secretaría de Economía le llaman potencia exportadora
.
En este contexto, cómo olvidar lo que, emocionado, presumía el inefable Felipe Calderón cuando abordaba el tema. Por ejemplo, decía que gracias al TLCAN México se convirtió en el mayor productor de pantallas planas, teléfonos celulares y automóviles
, cuando en realidad esta República maquiladora no pasó de ser la mayor ensambladora de los referidos productos, todos ellos de conocidas marcas trasnacionales que se instalaron en el país para aprovechar los bajos salarios (hasta 15 veces menores a los que pagarían en sus respectivos países de origen) y las enormes gracias fiscales que les concede el gobierno mexicano. Entonces, la palabrería es una y otra la realidad.
Pero bueno, más allá de lo poco, por no decir nulo, que la multimillonaria actividad exportadora aporta al crecimiento económico y al bienestar de los mexicanos, otro aspecto revela para quiénes son los beneficios del TLCAN. De entrada, y más allá de Pemex que aporta más de 100 mil millones de dólares en exportaciones, las principales empresas que dan sustento a la citada potencia exportadora
son, entre otras, General Motors, Chrysler, Ford, Volkswagen, Nissan, Hewlett Packard, Nokia, Daewoo, LG, Panasonic, Samsung, BlackBerry, Toshiba y algunas otras que en 85 por ciento dirigen su producción nacional
al mercado estadunidense.
Concentrado el comercio exterior en un solo país y en unos cuantos corporativos (no mexicanos, la mayoría de ellos), obvio es que los beneficios, que no son pocos, se queden en unas cuantas manos. Como bien ha documentado La Jornada (Susana González), “si sólo se habla de exportaciones (…) apenas un centenar de empresas acaparan la mitad de todas las ventas foráneas, de acuerdo con cifras oficiales”. Así, de los 800 mil millones de dólares presumidos por Guajardo, alrededor de 400 mil millones se quedan en las alforjas de un centenar de empresas.
Las proporciones no han cambiado mucho. Tal vez se han compactado, pero en 2007 la propia Secretaría de Economía (entonces a cargo de esa luminaria llamada Gerardo Ruiz Mateos) revela una numeralia que explica de qué se trata todo esto. En ese entonces, México contabilizaba alrededor de 3 millones de unidades económicas registradas legalmente, que participaban en todos los sectores productivos del país, De ellas, apenas 1.2 por ciento, aproximadamente, participaba en la actividad exportadora no petrolera, aunque también esas cifras, que de por sí documentaban la altísima concentración existente, aguantaban una criba adicional.
De acuerdo con la Secretaría de Economía, apenas 37 mil 344 empresas participaban (2005) en el mercado exportador asociado al TLCAN, las cuales se repartían los multimillonarios ingresos por exportaciones. Sin embargo, la propia dependencia reconocía que de ese total, sólo 601 (0.02 por ciento de las unidades económicas registradas y registradas legalmente) se quedaban con 76.3 por ciento del valor exportado, porcentaje que en 2005 se tradujo en casi 142 mil millones de dólares, y que en 2013 significó algo así como 305 mil millones de billetes verdes.
En 1993, año previo a la entrada en vigor del TLCAN, 0.7 por ciento de las empresas acaparaba 58 por ciento del pastel exportador. Dos décadas después, 0.02 por ciento de las empresas acapara 76.3 por ciento, mientras el crecimiento económico, el empleo formal, la mejoría salarial y la reducción de la pobreza se mantienen prófugos. He allí la potencia exportadora
y los beneficiados.
Las rebanadas del pastel
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