l 2 de febrero se celebra el Día Mundial de los Humedales para recordar a los gobiernos y a la población la importancia que tienen dichos ecosistemas. Con tal motivo el Instituto Nacional de Geografía y Estadística ofreció datos sobre los severos daños que sufren debido a las actividades humanas y a la carencia de políticas que garanticen el desarrollo sustentable. Por el contrario, el crecimiento industrial, urbano, agrícola y ganadero, de la mano de los proyectos acuícolas mal planeados y la contaminación destruyen lo mismo manglares que marismas. Se trata de una riqueza natural muy importante por su diversidad en flora y fauna, su altísima productividad y por generar alimentos y empleos. Pero además es filtro natural de contaminantes y factor de primer orden en disminuir los efectos negativos ocasionados por ciertos fenómenos naturales, en especial los huracanes. Los reportes de las agencias internacionales y de los centros de investigación advierten sobre la necesidad de conservar los humedales. Demuestran cómo una hectárea es más productiva que los proyectos modernos
implantados a costa de ellos. Sin embargo, ya desaparecieron la mitad de los que existían en el planeta creando a cambio severos daños en países y regiones geográficas.
Pese a tantas advertencias, los humedales siguen amenazados por el empeño gubernamental y privado de establecer programas de acuacultura lo mismo en Asia que en América Latina; para construir presas o megaproyectos turísticos, como en México. El Inegi advierte que, al interés general de conservar un recurso básico como el agua, se contraponen los intereses particulares y sectoriales
, en clara referencia a la falta de medidas para conservar los humedales en el país. El Inegi se une así al llamado de los centros de investigación, los científicos y las organizaciones no gubernamentales vinculadas con la naturaleza que exigen no autorizar proyectos que destruyen ecosistemas de tanto valor ambiental, económico y social.
Los ejemplos más aberrantes de destrucción de los humedales lo ofrecen el capital privado y el gobierno federal con obras públicas mal planeadas y los megaproyectos turísticos. Como el erróneamente llamado Centro Integralmente Planeado Playa Espíritu
, en los límites de Nayarit y Sinaloa, y al que se suman otros en Baja California y hasta en una isla frágil desde todos los puntos de vista: Holbox, frente a la península de Yucatán, y parte de un área natural protegida. El de Playa Espíritu nada tiene de integral y sí mucho de destructivo, pues afectaría el manglar más importante del Pacífico mexicano: Marismas Nacionales. El megaproyecto incluye 44 mil unidades de alojamiento, tres campos de golf, dos marinas, áreas culturales, pista de esquí acuático, malecón, plazas públicas, zonas de agroturismo, clubes de playa, áreas comerciales y centros recreativos. Diversos estudios muestran que Marismas Nacionales es clave para la pesca ribereña y de alta mar, para la biodiversidad y el hábitat de una gran variedad de especies que viven allí, desde aves y peces hasta mamíferos, reptiles y plantas. Algunas se encuentran amenazadas o en peligro de extinción. A su enorme valor biológico se agrega el económico como proveedor de servicios ambientales de los cuales dependen directa e indirectamente las actividades primarias del sur de Sinaloa y norte de Nayarit. Gracias a los nutrientes que Marismas Nacionales aporta a la zona costera es posible la elevada productividad pesquera del Golfo de California. Estamos hablando de casi las tres cuartas partes de la producción nacional. En términos económicos, más de la mitad del total.
Mientras, las instancias federales responsables de garantizar el buen estado de los humedales anuncian un programa de vigilancia en 53 áreas prioritarias con la participación del sector público, científicos, la población y las organizaciones sociales. Cada sexenio se nos promete cuidar tan importantes ecosistemas. Una forma de hacerlo es no autorizando un proyecto más que los destruya. Comenzando por los de Marismas Nacionales y la isla de Holbox.