Pólvora partidista mojada
PRD, desdibujado
Cárdenas, al timón
¿Salen los vagoneros?
pesar de que fue uno de los más entusiastas promotores de la marcha y el mitin que se realizaron el pasado viernes para protestar contra las reformas peñistas, en particular contra la energética, el Partido de la Revolución Democrática no resultó beneficiado ni fortalecido en esos andares. No mostró músculo, no colocó nada nuevo en la agenda política nacional y pareció solamente dispuesto a cumplir ciertos rituales de oposición de pólvora sabidamente (¿negociadamente?) mojada. En todo caso, lo rescatable de lo sucedido el último día del mes de enero fue la disposición de grupos sociales no partidistas para redoblar esfuerzos contra las políticas peñistas.
Por el contrario, como si se hubiese acelerado el juicio histórico sobre el papel que los actuales líderes han aceptado que cumpla el sol azteca en los libretos redactados en Los Pinos, en un gesto muy significativo porque se ha producido en el seno de una movilización de izquierdas, el chuchismo cupular apareció desdibujado y desplazado, con Jesús Zambrano y Jesús Ortega inadvertidos, como si su presencia fuese indeseada o dañina, a pesar de que son los dirigentes reales de uno de los principales aportadores de banderines y contingentes y, a contracorriente, aparecieron tolerados o aceptados en primeras filas de la manifestación y el templete los representantes de tendencias que se oponen a ese chuchismo, con Dolores Padierna y el secretario general, Alejandro Sánchez Camacho, como principales representantes de la disidencia interna, e incluso con partícipes del grupo de los jesuses que creen necesario desmarcarse un poco, como Carlos Navarrete, a quien conviene tácticamente diluir en cuanto le sea posible el hecho de que busca ser el tercer chucho al hilo en presidir al PRD, o el coordinador de los senadores, Miguel Barbosa, quien mantiene el estilo chucho pero trata de ejercerlo por su cuenta o en cuentas mancomunadas, pero ya no subordinadas.
El timón político, en todo caso, fue tomado por Cuauhtémoc Cárdenas, quien fue orador único y se permitió licencias que en un político largamente acostumbrado a medir las consecuencias de sus dichos no pueden atribuirse a la irreflexión o el calor del momento. Frente a una audiencia que no llenó el Zócalo capitalino (fotografías de la plancha de cemento mostraban una asistencia reducida, a una hora en que el templete ya estaba plenamente ocupado y con grupos que se retiraban del lugar cuando ni siquiera había comenzado el discurso del michoacano), el ex candidato presidencial incluyó en el catálogo de maleficios a combatir no solo el de la reforma energética, sino otros que en su momento fueron aprobados por el entonces muy sonriente Zambrano y por el poder que en realidad no ha estado tan detrás del trono, Ortega (Ayer firmando un pacto, hoy simulando un acto
, decían varias pancartas, según la nota de ese día en La Jornada, bajo las firmas de Alma E. Muñoz y Matilde Pérez).
Esas fintas en la intimidad cupular están relacionadas con la sorda lucha por la sucesión del desfondado Zambrano, con los chuchos deseosos de mantener continuidad con Navarrete pero temerosos de que el guanajuatense no sea el personaje más adecuado para librar la batalla central contra Morena y AMLO en 2015 y delante, cerrados en absoluto a darle una oportunidad al desbalanceado y desgastado Marcelo Ebrard y más bien tentados a abrir la puerta al expansivo Cárdenas, que les garantiza nivel de competencia pero les produce recelo profundo y fundado, porque adonde llega instala su propio y muy celoso equipo de trabajo y las cartas que juega son en primerísimo lugar las de su propia baraja.
La otra licencia retórica que se permitió el reinstalado guía moral del PRD pareció girar en sentido contrario al del aquietamiento casi pactado con el que se ha conformado en varios momentos política y socialmente críticos. Ahora dijo que todas las formas constitucionales de lucha son válidas: la protesta, la manifestación individual y colectiva, los paros cívicos, la huelga, incluso la desobediencia civil
. Tan peculiar salto se produjo en medio de una marcha en la que coincidieron organizaciones civiles y sindicales deseosas de formar un frente contra las reformas peñistas. Ya se verá si la crítica al chuchismo colaboracionista pasa del discurso y no es una finta acordada para aparentar vientos de cambio en el PRD, y si las formas validadas de lucha llegan más allá del discurso y se convierten en hechos de rebeldía cívica auténtica o se quedan nuevamente en amagos convertibles en monedas políticas de cambio.
En otro tema: hasta ahora, las administraciones del Distrito Federal han preferido eludir el conflicto logístico, jurídico y social que significan los vendedores del Metro, tanto los instalados en sus pasillos y escaleras como los que ofrecen sus mercancías en los vagones. Obstruyen el de por sí dificilísimo movimiento de los usuarios de ese servicio (con riesgo de generar o agravar accidentes), ponen en evidencia a las autoridades que no son capaces de hacer respetar leyes y reglamentos a pesar de la contundente evidencia de ese comercio no sólo informal, sino incluso fundadamente sospechoso de estar parcialmente relacionado con actividades ilícitas (los discos piratas, por dar un ejemplo rotundo) y causan molestias constantes a los pasajeros (no es menor la irritación que con sus bocinas a todo volumen causan en pasajeros que en sus asientos tratan de ganar un poco de sueño).
Ese cuadro de ilegalidad tolerada estaría en vías de desaparecer, conforme al acuerdo preliminar entre vagoneros y autoridades capitalinas, para que aqu´Ellos se retiren de los trenes a partir del próximo 10, para pasar a cursos de capacitación durante tres meses, en los que recibirán salario mínimo, para insertarse en la economía formal. Hasta ahora, las ofertas del gobierno mancerista respecto a mejorías en el Metro han quedado en el aire, luego de la imposición de una alza en las tarifas y haciendo a un lado las extendidas protestas conocidas como #PosMeSalto. ¡Hasta mañana!
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