l año que termina fue de altas y bajas para el gobierno del presidente Obama en diversos aspectos. En cuestiones domésticas, la tensión entre el Congreso y su administración creció cada vez que fue necesario someter sus iniciativas a la consideración de los legisladores. En el ámbito externo, tal vez sus principales problemas giraron en torno a una posible declaración de guerra en contra de Siria y la controvertida desnuclearización de Irán.
Su relación con el Congreso, particularmente con la Asamblea de Representantes, continuó en tensión y llegó a extremos alarmantes al aprobar el presupuesto para el año en curso y el incremento en el techo de la deuda. El resultado de la negativa de los legisladores republicanos para autorizar ambos rubros fue la paralización parcial del gobierno por casi dos semanas. La incapacidad para negociar en torno al siempre espinoso asunto del gasto y su financiamiento fue motivo de crítica y zozobra, no sólo entre los estadunidenses, sino también en la comunidad internacional. Mediante un acuerdo temporal entre la administración y el Congreso, fue posible el reinicio de labores en el gobierno. No se sabe a ciencia cierta cuál fue el costo de la paralización en sus actividades, pero se calcula en billones de dólares.
También en el plano doméstico, la accidentada puesta en marcha de la reforma al sistema de salud dio pie a quienes se oponen a ella para continuar con el propósito de desnaturalizarla y si es posible derogarla. Paulatinamente se han superado los problemas, y se espera que a corto plazo la reforma beneficie a quienes más la necesitan.
En el plano internacional, las tensiones con el gobierno sirio culminaron cuando Obama amenazó con iniciar una intervención armada de comprobarse el empleo de armas biológicas en contra de las fuerzas rebeldes que intentan derrocar al presidente Assad. La intervención de Rusia como mediadora evitó de último momento una catástrofe internacional de consecuencias imprevistas. En relación con el conflicto Irán-Israel, la intransigencia de este último al negarse a reconocer el acuerdo para levantar el bloqueo comercial a Irán, como condición para suspender su programa de enriquecimiento de uranio, fue motivo de distanciamiento y nuevas tensiones entre el gobierno de Estados Unidos y el de Israel.
Mención aparte merece el asunto de la reforma migratoria. Por un lado, el incremento en las deportaciones de trabajadores indocumentados llegó a niveles que hicieron dudar de las buenas intenciones del presidente para dar un mejor trato a los indocumentados y de cumplir su promesa de una reforma integral al disfuncional sistema de migración. En contrapartida, su gesto al girar una orden ejecutiva para suspender los procesos de deportación de quienes hubieran llegado al país siendo niños. Ambas decisiones tuvieron reacciones encontradas en diversos sectores de la sociedad.
La secuela de estos eventos marcará, de alguna manera, las elecciones intermedias que se celebrarán el año que comienza.