cuentagotas, como es el destino de las publicaciones independientes, comienza a circular en México un libro de rara belleza, una inusual navegación por la narrativa breve rusa del siglo XX. Por usar la muletilla uno de los secretos mejor guardados
, la literatura de estos raros abarca uno de los territorios más apasionantes de la literatura moderna. Muchos de sus creadores son escasamente conocidos y tienen en común diversos grados de destino trágico, similar al de los poetas contemporáneos suyos del melancólicamente llamado Siglo de Plata. Es La vida entera y otros cuentos raros de escritores rusos (Verdehalago, México, 2013), en selección y traducción del poeta colombiano-mexicano Jorge Bustamante García, quien ha convertido en aventura su labor lectora y traductora de poetas, cronistas y ahora narradores rusos.
Sus versiones de Ana Ajmátova y la indispensable antología de poetas El instante maravilloso (UNAM, 2004) acercan a nuestra lengua, con inusual justicia poética, textos de Pasternak, Mandelstam, Blok, Tsietáieva, Esenin y otros. En acompañamiento a sus traslados de creación, Bustamante García se ha ocupado en proporcionar, a manera de contexto, Conversaciones y entrevistas. Encuentros en Yasanaia Poliana (Forcola Ediciones, 2012), reunión de entrevistas con León Tolstoi inéditas en castellano, y su muy original El Perro Vagabundo (Filodecaballos, México, 2008), donde recrea con crónicas y memorias de autores de principios del siglo pasado, la vida en torno a un bar literario, el legendario antro El Perro Vagabundo en San Petersburgo, entre 1911 y 1915. Por allí pasaron y se manifestaron los grandes autores a los que Bustamante, por lo demás, dedicaba ya su envidiable conocimiento del idioma.
La profesión de geólogo lo llevó a estudiar y trabajar ocho años en la ex Unión Soviética y, poeta de por sí, esa incursión le abrió la puerta a una literatura maravillosa, en buena parte clandestina, que precisamente esa Unión Soviética aplastó sin acabar con ella. Bustamante radica en México desde hace 30 años, y tenemos la fortuna de que esta nueva traducción en progreso se publique en nuestro país, si bien fuera del mainstream comercial (que pareciera el único lugar que existe, pero no).
El admirativo raros
del título, con su clara resonancia dariana, acoge espléndidos retazos de Gógol, Dostoievski y Gorki en textos nuevos
, así como la extraordinaria Gramática del amor, de Iván Bunin. Pero la médula de esta colección radica en cinco narradores del periodo soviético, caídos en desgracia y, sin excepción, inmensos autores del siglo XX: Evgueni Zamiatin (1884-1937), Sigizmund Krzhizhanovski (1887-1950), Mijail Bulgákov (1891-1950), Boris Pilniak (1894-1938) y Andrei Platónov (1899-1951). Se echa de menos a Isaak Babel (1894-1940), pero de éste no parecen quedar relatos sin traducir a nuestra lengua (como ocurre con Chéjov).
Pueden parecer una patética galería de víctimas, artistas ninguneados con furia cuyo destino bastaría para condenar al estalinismo, sus inquisiciones y su doctrina del realismo socialista que no sólo mató la creatividad de los escritores sino que, literalmente, los mató: de un tiro, de hambre, exilio, tisis, denigración y abandono. Gente tan estupenda como el osado Pilniak o el buen doctor Bulgákov (teatrero, novelista, poeta de la sátira), o ese novelista ilimitado, Zamiatin. O el erudito y fantasioso filósofo de la literatura Krzhizhanovski, inédito todo su vida, y descubierto 40 años después de su muerte.
La vida entera, de Pilniak, relato que da título a la antología de raros, cuenta de manera simple y poderosa la vida de dos grandes pájaros rapaces, un macho y una hembra, con objetividad ornitológica y sobriedad casi lírica. Nos revela una faceta más de este sensacional narrador soviético (descubierto para el lector de nuestra lengua por Sergio Pitol) y prefigura las miradas naturalistas de John Berger y Erri de Luca. Una joya.
Estos cinco autores –soviéticos a pesar suyo– ocupan cerca de la mitad de las 260 páginas de La vida entera; constituyen su columna vertebral. A quien ame la literatura, la exploración humana en condiciones terribles, cómicas o distópicas, ninguno de estos autores debería serle ajeno.
Por citar alguno, estas máximas mínimas de Platonóv: Para convertirse en genio del futuro, hay que ser académico del pasado. El maestro es el instrumento del alumno. La burguesía es el instrumento del aprendizaje del proletariado. El maestro de todos es el pasado. El pasado es el futuro potencial, como el minuto contiene todos los tiempos. El segundo es la causa de la eternidad
.
En la galería de La vida entera desfilan poetas cortesanos, atormentados o ridículos; masas ávidas de vodka o ahítas de revolución, mendigos, locos, santos, vividores, animales, solterones, bromas literarias a costa de Pushkin y Spinoza. Eso y más hay en este pequeño volumen. Pídalo en su librería, para que ésta se lo consiga.