La alucinación de los de arriba
stos días se jugaron los partidos de liguilla del Torneo Apertura 2013. Algunos en el Distrito Federal, levantando expectativas de los seguidores capitalinos. Muchos de los aficionados en el DF son seguidores del Club América desde hace tiempo. La fidelidad de estos incondicionales ha quedado más que demostrada con su asistencia de años al estadio.
El estar en un estadio lleno es uno de los fenómenos más cautivantes del futbol. Los arraigos que se crean de esta situación no son pocos. Cuando un aficionado vive de manera presencial la sensación de los cantos, la imagen de colores comunes en las gradas y los mensajes identitarios, se define con un grupo específico, creando y dejando una parte de sí mismo en esa identificación.
Poco de esto deben conocer los directivos del Club América. ¿Sentirán los colores del equipo al que pertenecen, o el color del dinero habrá perturbado por completo su percepción de matices? ¿Quién puede ir al futbol con semejantes precios? Fueron ellos los de la brillante idea de incrementar 1000 por ciento el precio de los boletos para el último América-Tigres. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar un trabajador para poder estar ahí con su equipo? ¿De qué tendría que privarse? ¿La carne, la leche, la luz? De los mismos autores es la idea de vender boletos por un sistema que sólo permite el pago con tarjeta. ¿Sabrán cuántas personas en México tienen acceso a estos servicios? ¿Les importará? En el partido América-Pumas de liguilla, el único boleto que podía comprar un aficionado de Pumas era en la sección de la porra del América, dando muestra de la importancia que dan a la seguridad de los aficionados.
Parece ser que en esa directiva hace falta gente común, o mejor dicho, con sentido común; gente que sepa lo que es vivir la vida promedio en México. Poco puede esperarse de la directiva de un equipo que pertenece a la empresa que, apenas hace unos días, logró escabullirse de pagar 3 mil millones de pesos en impuestos, sin importarle las consecuencias para el país. Los abusos siempre serán perjudiciales y, más aún, si se abusa de los que menos tienen. Mientras no entendamos que vamos todos en el mismo barco, nunca llegaremos a puerto, ni en futbol, ni como país.