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El Palazzo Strozzi aloja una exposición con 140 obras creadas en el siglo XV

Muestran en Florencia cómo la escultura lideró la fase temprana del Renacimiento

Ese periodo es poco conocido entre el gran público, manifiesta la curadora Beatrice Paolozzi

El próximo 26 de septiembre será montada en el Museo del Louvre, anuncian

Foto
El sacrificio de Isaac, 1401, bronce parcialmente dorado (41.5 por 39.5 x 9 centímetros), de Filippo Brunelleschi (Florencia 1377-1446), del Museo Nacional del Bargello, prestado por el Ministerio de Cultura, incluido en la muestra La primavera del RenacimientoFoto Lorenzo Mennonna
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Sábado 6 de abril de 2013, p. 5

Florencia.

Explicar la aparición del Renacimiento como explosión creativa sin precedente ha ocupado a intelectuales de todos los tiempos sin llegar a una conclusión convincente desde el mismo Giorgio Vasari, en el siglo XVI, hasta nuestros días.

Sin embargo, sí existe una fecha, un lugar y sobre todo un acto preciso que marcaron formalmente ese comienzo: los dos cuarterones finalistas del concurso para la realización de la llamada Puerta del Paraíso, del baptisterio de Florencia en 1401 con el tema el Sacrificio de Isaac, cuyos contendientes Brunelleschi y Lorenzo Ghiberti (ganó este último), abren simbólicamente la puerta a una etapa artística inigualable en la historia de la humanidad.

La exposición La primavera del Renacimiento: la escultura y las artes en Florencia 1400-1460, por primera vez coloca la lupa en esta temprana fase mediante 140 obras, la mayoría esculturas (incluidos los dos cuarterones mencionados, pilares de la historia del arte).

La curaduría es de Beatrice Paolozzi Strozzi, directora del Museo del Bargello, de Florencia, y Marc Bormand conservador en jefe del Departamento de Escultura del Museo del Louvre, y se exhibirá en el Palazzo Strozzi hasta el 18 de agosto y en el recinto parisino –con el cual ha sido realizada conjuntamente– del 26 septiembre al 6 de enero.

Paolozzi señala que tal periodo es poco conocido entre el gran público, que identifica el Renacimiento por su etapa madura, sin discernimiento de sus diferencias y matices, relacionándolo con los nombres más famosos, desde Botticelli hasta Leonardo, Miguel Ángel y Raffaello, e incluso con una época ya manierista, con Cellini, Bronzino o Giambologna.

El hombre, centro del universo

Marc Bormand manifiesta a La Jornada: “Con esta muestra hemos querido evidenciar que a diferencia de lo que normalmente se cree, fue la escultura el arte principal que dio sentido al primer Renacimiento, y no la pintura. Fue durante la Florencia republicana que se hacen encargos a los mayores escultores de ese tiempo para decorar las imponentes construcciones que se realizan en la ciudad, como la catedral, el baptisterio, la iglesia de Orsanmichele.

“Tenemos por ejemplo estos dos magníficos gigantes de bronce, el San Mateo, de Lorenzo Ghiberti, y el San Luis de Tolosa, de Donatello, encargados para la fachada de esta última iglesia, que dan claramente la idea de cómo el hombre se pone en aquel momento en el centro del universo.”

El Renacimiento nace en Florencia y esta realidad histórica es evidente en la clasificación museológica que llega hasta nuestros días: Renacimiento se considera al arte italiano del siglo XV, mientras el del resto de Europa lo es hasta el siglo posterior.

Al caminar por las 10 salas puestas en leve penumbra, las obras destacan con fuerza escenográfica, iluminadas para ser apreciadas desde cerca, sentimos su presencia corpórea, física, podemos tocarlas al menos con la vista y, en el caso de una sola obra (Dorsal de altar, 1449-52) se puede hacer incluso con la mano. La forma de esta pieza asemeja a un sarcófago romano y, al centro, un enorme medallón con la representación tricéfala de la Trinidad, con semblante de hombre.

A través del tacto –gracias a la ayuda de un guante– rozando la superficie con el dedo, ponemos entre nuestras manos el mismo mensaje que la exposición entrega al espectador: el Renacimiento surge gracias a la recuperación de la antigüedad clásica adaptada a temas cristianos, fenómeno ya presente en ciertos episodios durante el medievo, pero nunca en manera tan clara y programática.

Es notorio cómo la mayoría de las obras son de tema religioso. Al respecto, Paolozzi y Bormand plantean una aclaración en el ensayo del copioso catálogo: El concepto burckhardtiano (referido al filósofo Jacob Burckhardt) de un Renacimiento pagano, irreligioso, en favor de un renovado clasicismo, opuesto a la tradición medieval, ha sido superado. Humanistas y filósofos del Renacimiento se interesan profundamente por la teología y la religión, entendido no como una herencia de la tradición, sino como un auténtico patrimonio espiritual de verdad, que el estudio de las fuentes puede enriquecer, superando “contaminaciones e interpretaciones de la edad de en medio”.

La muestra comienza con un recordatorio de los antecedentes artísticos del Renacimiento y la importancia que la antigüedad clásica jugó entre los que serían los mayores escultores del gótico, como Giovanni Pisano y su hijo Nicola, así como Arnolfo di Cambio, entre otros.

Este fue un movimiento estético precedido por aquello intelectual que durante el siglo XIV recuperó los textos antiguos que los artistas adaptaron a modelos estéticos que tenían a la vista, como tumbas, estatuas o edificios.

Las salas se suceden en forma cronológica, pero también temática, demostrando como el avanzar de los años corresponde, a un cambio de tendencia y evolución del gusto. Nos damos cuenta de la variedad increíble de temas, técnicas y efectos que componen la escultura que en este tiempo influenció a la pintura.

Las enormes estatuas para contextos públicos dejan espacio a obra más pequeña, casi cuadros en bajorrelieve y con efectos de profundidad pictórica, como la técnica donatelliana del stiacciato, en donde logra con variaciones mínimas de espesor, profundidades pictóricas de perspectivas admirables, como se muestra en la célebre predela del San Jorge y el dragón (1417), conservada en el Museo del Bargello, la primera escena en cualquier técnica que utiliza la perspectiva lineal bruneleschiana.

La admiración por la antigüedad lleva a recuperar temas tan difusos en el tiempo como los monumentos ecuestres que Donatello propone por primera vez en el famoso Monumento al Gattamelata (1446-1453), en Padua, inspirado por el romano Marco Aurelio (siglo I dC).

Así sucede también con la propagación de angelitos o figuritas infantiles conocidas como Spiritelli, recuperadas de los geniecillos paganos que utiliza también por primera vez Donatello y se propagará con fuerza en los decenios por venir, como en el gracioso Putto mictans (circa, 1445), préstamo del Musée Jacquemart-André, de París.

La solidez curatorial con una planeación trienal, permitió llevar a cabo una quincena de restauros, entre ellos el mencionado San Luis (1422-1425), de Donatello, imagen símbolo de la muestra.

La Florentina libertas de época republicana, abrirá paso en la segunda mitad del siglo XV, a una oligarquía citadina, el sentido de las obras cambiará, tendrán una finalidad autocelebrativa. Entrarán en escena las grandes familias del Renacimiento, entre ellas los Médici, pero esa es otra historia.