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El problema, la distribución del ingreso, afirman en congreso mexicano de ecología

Científicos: incierto aún, el papel de los trasgénicos en la solución al hambre
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Organizaciones campesinas, ONG y estudiantiles realizaron una concentración frente a la oficina del Alto Comisionado de Naciones UnidasFoto José Carlo González
Enviada
Periódico La Jornada
Jueves 21 de marzo de 2013, p. 46

Villahermosa, Tab., 20 de marzo.

En México aún falta por definir si las plantas transgénicas son una solución para el problema del hambre, ya que más bien hay un problema de distribución del ingreso y de los alimentos, advirtieron especialistas que participan en el Cuarto Congreso Mexicano de Ecología.

Además, hay desarrollos que no están diseñados para desempeñarse en países tropicales con condiciones más complejas, por lo que el resultado podría ser diferente, puntualizó Mauricio Quesada, quien junto con Rogelio Cruz trabaja en el Centro de Investigaciones de Ecosistemas de la UNAM en la calabaza, alimento del que México es centro de origen.

Durante el espacio denominado café científico, donde los expertos charlan con el público, Quesada explicó que los organismos genéticamente modificados son un tema relativamente nuevo que surgió hace 15 o 20 años, y en los países industrializados se comenzaron a desarrollar este tipo de organismos.

Detalló que hay plantas agrícolas modificadas para dar resistencia a enfermedades o a químicos, para elevar su productividad y ser liberadas a campos agrícolas. En México ha estado bajo discusión en la década reciente. Cuando se habla de los primeros escapes de plantas transgénicas, ni siquiera había legislación. Parte del debate es la fuga de transgenes en especies silvestres, específicamente el maíz en zonas como Oaxaca, donde la evidencia indica que sí ocurrió, pero la intensidad de la presencia no es muy clara.

México es centro de origen de varias plantas, dijo. Hay unas 96 en uso y 15 tienen equivalentes en transgénicos, como el maíz, la calabaza, la papaya y el algodón. Todas tienen a Mesoamérica como centro de origen. Apuntó que aún no hay el trabajo experimental para probar si puede haber transmisión, persistencia e implicaciones en especies silvestres.

Sobre el trabajo que realiza con la calabaza, detalló que desde hace cuatro años se hacen cruzas controladas, con la idea de entender si se pueden pasar los transgenes, si son viables y si las plantas también lo son. Esto, precisó, falta por estudiarse en el maíz, sobre el cual en México hay un gran debate.

En tanto, Exequiel Ezcurra, director del Instituto México-Estados Unidos, sostuvo que no se puede decir si la tecnología en sí es buena o mala. Las consecuencias son las importantes. Hay un contexto sociocultural, dijo, donde no se acepta sólo el transgénico, sino un paquete de tecnologías que cambia la forma en que vivimos.

Estimó que el argumento del hambre no es válido, porque lo que hay es un problema de distribución de alimentos y del ingreso.

El problema no es si está bien o no meter un gen de otra especie, sino cómo se producen los alimentos, para quién y cómo se distribuyen. La tecnología tiene consecuencias inesperadas; hay de genes a genes. Si es uno resistente a la sequía no es mala idea; si es un producto asociado con Monsanto, a la que hay que comprar el paquete completo de herbicidas, o está el caso de poner un gen al maíz para producir antibióticas, entonces las consecuencias pueden ser devastadoras; se debe saber de qué transgénico se trata.