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oy todos estamos perdiendo hasta la camisa. No ganamos dinero. Las cuentas, en rojo
, dijo Rex Tillerson, gerente de Exxon-Mobil (XOM), al Council on Foreign Relations al reconocer los pésimos resultados de las cuantiosas inversiones hechas en la explotación de gas de esquisto (shale) (Wall Street Journal (27/VI/12). Aquello fue un balde de agua fría para la exuberante retórica por fósiles no-convencionales
de las grandes firmas encabezadas por XOM, principal productora de gas natural de Estados Unidos, tras comprar la gasera XTO en 2010 (ibid). Tillerson mencionó la seguridad energética
de Estados Unidos y mostró esperanza
por una reforma
(léase desnacionalización energética) en México. Poco después y en línea con XOM, los diputados del PRI avisaron que se les instruyó “dar prioridad a la privatización del gas shale”, hoy parte de la Estrategia Nacional de Energía (La Jornada, 1/III/13, p.18).
El desplome del precio del gas natural (en abril se espera sea de 3.46 dólares por mmbtu –millón de unidades térmicas británicas–) motivó los dichos de Tillerson que se agregan a delicados hallazgos del escrutinio de registros de producción diaria de pozos localizados en las formaciones geológicas de esquisto (cuencas) con mayor historial. Además, el New York Times publicó reveladores documentos, correos y opiniones de altos cargos y técnicos del sector público y privado que cuestionan las bases geológicas y económicas esgrimidas para alentar la industria shale.
Los analistas Arthur E. Berman y Lynn F. Pittinger han demostrado que a pesar del gran aumento de la producción de gas de esquisto en Estados Unidos, todavía no está claro que (las cuencas estudiadas) tengan valor comercial a los precios actuales, por los altos costos de capital requeridos para la compra de tierras y para realizar el ciclo completo de perforaciones, y porque las reservas y factores económicos cruciales dependen de cálculos sobre la recuperación última de modelos que asumen (y predicen) que las curvas de declinación se mantendrán en niveles adecuados por décadas, lo cual contrasta con los registros de la producción diaria
(US Shale Gas: Less Abundance, Higher Cost
, The Oil Drum, August 5, 2011).
En efecto, la producción de gas de esquisto en Estados Unidos pasó de menos de mil millones de pies cúbicos (mmpc) en 2003, a 20 mmdpc en 2008, cuando la producción y uso de la devastadora fractura hidráulica estaban en la cima. Berman y Pittinger piden cautela debido a que la historia de producción de estas cuencas es de pocos años
y a que el modelo usado no muestra ser correcto y puede ser demasiado optimista
.
El análisis detallado de los perfiles de declinación de pozos individuales y en grupos en las cuencas Barnett, Fayetteville y Haynessvilee, que aportan el mayor historial de producción disponible en Estados Unidos, y ofrecen más confianza en la determinación de las tendencias reales que otras formaciones más recientes, indican (textual): que la industria infló las reservas al menos 100 por ciento
.
Los autores reconocen que toda cuenca es única, pero hasta que no se disponga de registros con historiales más amplios, la cautela aconseja asumir que las cuencas con registros de producción más recientes seguirán una pauta similar a las que cuentan con más antecedentes en los registros de producción
. Los registros de Barnett y Fayetevill ofrecen más que suficiente información
para afirmar que la metodología usada hasta ahora sobreestima considerablemente las reservas recuperables
.
De los registros de Haynesville resultó que la producción efectiva no alcanza los niveles proclamados por la industria. Para los autores, es difícil entender cómo las firmas justifican el despliegue de 125 estructuras de perforación
(en Haynessville) que no demuestra hasta ahora viabilidad comercial según las proyecciones presentes, hasta que los precios del gas excedan los 8.68 dólares por mmbtu
.
En documentos, entrevistas y emails recabados por Ian Urbina del New York Times (25/VI/2011) se muestra que lo que más interesa y atrae a los inversionistas es el aumento en las reservas. En este sentido va el interés de Tillerson en el gas y aceite de México y su anuncio de que (pérdidas aparte) XOM seguirá perforando en Estados Unidos. Es por las exigencias legales: para incorporar reservas a los activos de cualquier empresa que cotice en bolsa, los pozos deben estar activos y mostrar viabilidad comercial.
Como los diseños shale de Pemex ¿en alianza estratégica
con XOM, Halliburton y Schlumberger? usan mapas y cálculos de la AIE, hechos por contratistas vinculados al “big oil”, vale recordar con Ian Urbina (New York Times 27/VI/11, Drilling Down Series) que abundan documentos y correos de altos cargos y técnicos de AIE “escépticos sobre la industria shale”.
Les huele a Enron y a fraude Ponzi, por decir lo menos. No así a nuestros patrióticos altos cargos en Palacio y San Lázaro.
Hugo Chávez, in memoriam