La elección vista desde la casilla
Lecciones de una experiencia personal en una casilla en el DF
i mujer y yo nos acercamos a Morena y expresamos nuestro deseo de participar activamente el día de la elección. Fuimos asignados como representantes de casilla del PT en la sección en la que votamos (ella en la básica, yo en la contigua) y que se instala en la entrada (semi techada) del edificio del Colegio de Ingenieros en Camino a Santa Teresa. Fuimos capacitados espléndidamente por una coordinadora distrital de Morena. En esta sección se mezclan votantes de muy alto ingreso con una parte de los residentes de la Villa Olímpica (clasemedieros), Hubo una alta tasa de participación electoral (TPE): 71 por ciento. Enumero lo sobresaliente de mi vivencia destacando algunas conclusiones que podrían llevar a reformar las leyes electorales o a nuevos acuerdos del Consejo General del IFE:
a) No se puede convocar a la ciudadanía a votar a partir de las 8 am y, al mismo tiempo, como se hizo el primero de julio, instruir a los funcionarios de casilla a empezar a armar ésta a esa misma hora. En la sección hubo un conato de bronca entre los integrantes y observadores de la casilla contigua, por un lado, y algunas personas formadas en la fila, por el otro. La preparación de la casilla consume mucho tiempo (entre 60 y 90 minutos) cuando se cuentan las boletas recibidas y se firman atrás una por una.
b) Para mi sorpresa, la casilla sólo tuvo representantes del PT y de ningún otro partido. Llama la atención la ausencia del PAN y del PRI. ¿Sabiduría de estos partidos al no cuidar lo que no necesita cuidarse, o estaban representados
por algún funcionario de casilla?
c) Los representantes del PT en ambas casillas nos pusimos de acuerdo para firmar las boletas por atrás con diferente color de tinta, lo que facilitó después identificar las boletas de la básica depositadas en urnas de la contigua y viceversa. Una vez identificadas las boletas mal depositadas, gracias a las firmas, las intercambiamos, logrando así que las cuentas de boletas y votos cuadraran en ambas casillas. Esto debería convertirse en práctica institucionalizada, puesto que el espacio asignado a las secciones (suele ser) muy reducido y los votantes se confunden con tantas urnas juntas (particularmente ahí donde hay elecciones locales simultáneas como en este caso, donde había 12 urnas).
d) La capacitadora de Morena nos había recomendado probar, aplicando cloro en el dedo después de votar, si la tinta era indeleble. La coordinadora (por Morena) de un subgrupo de secciones del distrito nos proveyó de un frasco con cloro y algodón para tal efecto. Una vez que hube votado, tanto en las elecciones federales como en las del DF apliqué cloro a mi dedo y froté un poco. La mancha federal desapareció casi de inmediato. La local requirió más persistencia de mi parte, pero también desapareció. Se formuló y entregó un acta de incidente que, lamentablemente, no se incluyó en el acta de casilla (el cansancio me hizo olvidar del mismo en el momento de firmar el acta de casilla: casi a las once de la noche) pero que sí está en el paquete de la casilla y del cual tomó testimonio un notario. Éste es un ejemplo palpable de la irresponsabilidad de los consejeros del IFE. Probar la tinta y asegurarse que sea indeleble es su obligación y la omitieron totalmente a pesar de que, desde hace tiempo, los representantes de los partidos de izquierda ante el IFE lo habían denunciado.
e) A la apertura del paquete electoral, comenté con la presidenta de la casilla el asunto de los lápices que sustituyeron a las crayolas en la votación federal. Para mi sorpresa, el paquete electoral incluye una goma de borrar. Hice la prueba delante de ella, tracé una línea y la borré con dicha goma. Con un poco de insistencia desapareció completamente sin dejar huella. Ni la tinta es indeleble, ni los trazos de los lápices son imborrables. Esa es la realidad del proceso electoral federal, señor Valdés. La tinta indeleble se desarrolló para impedir el voto repetido de una persona en diferentes casillas y, aunque no es indeleble, refleja, junto con la credencial para votar con fotografía, la lista nominal con fotografía y la marca en la credencial después de votar, la obsesión por identificar plenamente al votante e impedir que vote más de una vez. Sin embargo, al mirar muchas actas de casilla del medio rural digitalizadas en el PREP me he percatado de que no hay en los controles de casilla ninguna prueba de que los votantes a los cuales se marcó en la lista nominal el sello de Votó acudieron realmente a votar. Resulta, por ello, totalmente posible (en cualquier casilla en la que haya representantes de un único partido y que los funcionarios de casilla también sean simpatizantes del mismo o, en ambos casos, habiéndolos de otros partidos, que protesten débilmente o no se atrevan a hacerlo) que las actas se llenen sin relación alguna con lo ocurrido durante la jornada electoral. Ello seguramente ocurrió en muchas localidades rurales (y en algunos barrios) del país, pero resultará muy difícil probarlo. No es extraño, por ello, que la superioridad numérica de los votos por EPN esté casi totalmente basada en las secciones no urbanas (rurales y mixtas) como se aprecia en la gráfica. Según el conteo distrital, la ventaja total de EPN sobre AMLO fue de 3.33 millones (m), de los cuales 84 por ciento (sí, leyó bien estimado lector o lectora), 2.84 millones (7.24 m vs. 4.44m) la obtuvo en las casillas no urbanas, que representan poco menos de la tercera parte de los votos totales emitidos, y sólo 16 por ciento, 0.53 m (11.96 m vs. 11.42 m), en las urbanas. Los representantes de la izquierda son, en muchos casos, como se colige del hecho que no se registran votos de personas fuera de la lista nominal en las actas de casilla, de la misma comunidad. Pensar que en comunidades autoritarias como las nuestras, regidas caciquilmente (como muestra magistralmente Luis Estrada en sus películas La ley de Herodes, Un mundo maravilloso y El infierno) puede haber independencia de funcionarios de casilla y de representantes de partido que no vengan de fuera de la comunidad es pecar de ingenuos. Detrás de esta absoluta falta de controles de si, en efecto, los votos corresponden a personas reales que acudieron a votar, está la falta de voluntad, pero también el hecho de que, salvo por la lista nominal con fotografía impresa de la que se dispone en cada casilla, las elecciones mexicanas se celebran en condiciones similares a las del siglo XIX, mientras en EU las elecciones son electrónicas en la mayoría de los estados y en Venezuela todo el proceso electoral es cibernético. En un sistema electrónico avanzado de votación, la máquina puede identificar la credencial del votante y verificar su huella digital asegurando que nadie votará dos veces y que todos los votos registrados correspondan con un votante real. La modernización del sistema electoral nacional ni siquiera ha estado en la agenda del IFE.
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