ntes de su lamentado fallecimiento, Josefina Brun pudo conocer, editado por el CNCA a través de la Subdirección de Teatro Infantil y Juvenil de la Coordinación de Teatro del INBA, a cargo de Marisa Giménez Cacho, su documentadísimo libro Teatro para niños y jóvenes (1810-2010), también profusamente ilustrado por fotografías, dibujos, carteles y otros que ella y sus colaboradores lograron reunir y en el que abarca mediante pequeñas fichas lo que han sido estos dos siglos para el quehacer teatral dedicado a la infancia y juventud. Brun hace un somero recorrido por la historia del México independiente para enmarcar cada momento teatral y cada nombre que menciona, por lo que resulta indispensable para que otros investigadores amplíen aquello que les interese del tema y, desde luego, como fuente de consulta para todos. Podemos encontrar datos como el de que el teatro para niños con actores –antes se reconocía sólo el de títeres– pudo presentar en alrededor de 1942 obras de Miguel N. Lira, Ermilo Abreu Gómez y Celestino Gorostiza, con escenografías de Julio Prieto y directores como Fernando Wagner, gran teatro infantil sumamente respetuoso de los infantes, lo que desmiente muchas ideas preconcebidas. O también se pueden localizar las fichas del Teatro Conasupo de Marco Antonio Montero que llevó guiñol a las comunidades más apartadas del país. Aunado al teatro oficial, se dan pequeñas fichas acerca de teatristas como Manuel Lozano El zapatero remendón, que logró mantener sus espectáculos más bien ñoños, tomados de cuentos clásicos, con malos versos ripiosos, de 1958 hasta 1972 en el Teatro Orientación que, se puede añadir a lo que se encuentra en el libro, las mañanas de fines de semana se convertía en una deliciosa guardería con teatro, juegos y la fuente de niños esculpidos por Augusto Escobedo.
La tradición de buen teatro infantil se ha sostenido hasta la fecha gracias a las subsecreta-rías de Teatro Escolar y Juvenil y de Teatro Escolar del INBA. Una muestra en cartelera es A la deriva Joc, la versión de Jacqueline Serafín a la novela de Mark Twain Las aventuras de Huckleberry Finn. La versión suscita algunas dudas, como la de si los niños conocen el terrible racismo del sur de Estados Unidos que esclavizaba a los negros y la abolición de la esclavitud en los estados del norte, lo que llevó a la guerra civil, pero los adultos se los pueden explicar. Tampoco reconocerían Romeo y Julieta o Hamlet de los que se hacen parodias innecesarias que retardan la acción. El atractivo real de la escenificación más que en la adaptación no del todo lograda estriba en la manera en que es llevada a cabo. La imaginativa dirección de la adaptadora juega con los objetos diseñados por Iker Vicente y los convierte en otras cosas, lo que se aviene muy bien con el modo de jugar de los niños. Una gran maleta de cuyos cajones interiores salen los objetos necesarios cajones convertidos en barcos, una mesa –con una apertura– que tendrá diferentes funciones según se la coloque. La precisión de estos cambios y la manera en que unos objetos, como la mesa, son ensamblados a otros, es notable por lo que el espectáculo resulta interesante para los niños y sorprendente para los adultos.
Una gran plataforma de madera es resultado de la unión de dos plataformas que se ven al principio, en una de ellas se encuentra un músico solitario que toca, con diversos instrumentos, blues. Las plataformas son barcazas que navegan el Misisipi y que llevan a Joc y a Jim al destino de libertad que añoran tras que Joc huye de casa de la viuda y se esconde de su alcohólico padre. Joc es repesentado por un pequeño títere mientras que Jim es un medio muñeco de estribo. Los manipuladores son también la adaptadora y directora que funge como actriz y los actores que alternan (Aarón Govea y Jesús Díaz, este último responsable del sonido), así como Bernardo Gamboa, con la ropa diseñada por Jerildy Bosch en un espacio debido a Iker Vicente y a Alain Kerriou, también diseñador de la iluminación y de videoarte, por las proyecciones marinas que se ven al fondo mientras el cajón, que es barco de Joc, navega. La edad mínima recomendada es de 8 años.