partir de que se cerraron las casillas electorales el domingo pasado, la televisión se apoderó del proceso electoral en México. Mucho antes de que el Instituto Federal Electoral (IFE) diera a conocer algún resultado, las encuestas de salida realizadas por la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT) y Consulta Mitofsky, sustituyeron a los votos. Con esa información, se daba cuenta del triunfo de Enrique Peña Nieto (EPN) y se extendía constancia mediática
como ganadores a candidatos a gobernadores en algunos estados y el Distrito Federal. También, en ese lapso, dos candidatos a la Presidencia, Josefina Vázquez Mota y Gabriel Quadri, reconocían tempranamente su derrota. Todo lo anterior ocurría en ausencia de votos reales, pues los registrados esa noche por el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) avanzaba muy lentamente sin mostrar todavía alguna tendencia que pudiera considerarse significativa.
Así, sin considerar y por los votos emitidos, la televisión en sus canales estelares (que antes había regateado sus señales para la transmisión de los debates), creaba una imagen en millones de mexicanos, según la cual ya había un ganador. Se producía así un madruguete
televisivo y se construía de este modo el escenario para lo que vendría.
La primera información confiable (es decir, utilizando votos reales) llegó hasta las 22:15 horas, cuando en cadena nacional el presidente del IFE dio a conocer los resultados del conteo rápido –ejercicio estadístico basado en los votos computados en una muestra de 7 mil 500 casillas–, según el cual el ganador era EPN con una diferencia respecto del candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de aproximadamente siete puntos. Pese a su confiabilidad, este resultado no puede considerarse definitivo. Por su parte, los datos del PREP representaban a esa hora menos de 10 por ciento del cómputo de las actas. No obstante, el representante del Poder Ejecutivo, el licenciado Felipe Calderón, reconoció el triunfo del candidato del PRI, quien minutos después celebraba su triunfo en la sede se su partido. Por su parte, AMLO se abstuvo de reconocer el triunfo de Peña; señaló que fijaría su postura hasta que se dieran a conocer los resultados de los cómputos distritales (que empiezan el 4 de julio) y actuaría con responsabilidad.
Ayer, los resultados del PREP (auditado por la Universidad Nacional Autónoma de México) mostraban, habiéndose computado 95.3 por ciento de las casillas, una ventaja para EPN de 3 millones 17 mil sufragios sobre el tabasqueño, lo que representa una diferencia de 6.3 puntos. El mismo día, jefes de Estado y de gobierno de distintas naciones, incluido el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, reconocían la victoria de Peña.
Formalmente, el proceso electoral concluye con el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. En la jornada del domingo hubo múltiples irregularidades, muchas de las cuales son ya motivo de denuncias que tendrán que ser resueltas por ese organismo. Es correcto, como lo ha dicho AMLO, esperar a que el proceso electoral concluya en todas sus etapas. Pero desde el cierre de las casillas el domingo pasado, se ha construido un escenario que convierte en algo muy difícil revertir los resultados preliminares. La pregunta que surge es si los actos fraudulentos que se presentaron en las elecciones fueron de una magnitud tal como para explicar una diferencia de más de seis puntos. Si esto es así, estaríamos ante un fraude de proporciones colosales y en la antesala de un conflicto poselectoral. En el momento en que escribo estas líneas (lunes 2 de julio) escucho por la radio que López Obrador dará un mensaje por la tarde. El líder de las izquierdas tiene en sus manos una decisión muy difícil que esperan conocer más de 15 millones de mexicanos que le dieron su voto.
Es cierto que en las pasadas elecciones no hubo equidad, que se emplearon cantidades enormes de dinero para favorecer a EPN y que los medios de comunicación desempeñaron un papel decisivo para favorecerlo. También es cierto que durante la jornada del domingo se cometieron múltiples delitos electorales. Sin embargo, también lo es que un conflicto poselectoral se presenta como una misión cuesta arriba, que implicaría grandes sacrificios. No se debe renunciar al examen del proceso electoral y a la denuncia de los actos ilegales, ni tampoco a la exigencia a las autoridades para que resuelvan sobre las denuncias con apego a la ley. Se requiere de una evaluación del estado actual de la democracia mexicana y del papel de la izquierda en el futuro del país. Estoy seguro de que AMLO actuará con responsabilidad.