Opinión
Ver día anteriorDomingo 3 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Los palos del ciego
A

l igual que mi colega Octavio Rodríguez Araujo, yo tampoco logro entender por qué fueron los candidatos para ser confrontados y calificados por Sicilia. Y también me pregunto: ¿quién es este señor y qué representa? (Correo Ilustrado, La Jornada, 29.05.2012). Que asistan a los foros que las diferentes fuerzas sociales (estudiantes, empresarios, trabajadores, académicos y los que sean) convocan para enterarse de sus propuestas es lógico y normal. Que las víctimas de la violencia y del crimen organizado los hubiesen llamado para que escucharan de viva voz la injusticia que padecen y sus exigencias de reparación también me parece que habría sido legítimo.

Desde luego, como se ha testimoniado en estas mismas páginas, eso se dio, pero no fue el asunto principal, sino las acusaciones y filípicas que les lanzó Sicilia; algunas certeras y bien documentadas, otras, en su mayoría, simples palos de ciego que hicieron verlo incoherente y rijoso del modo más gratuito e infundado. Los ataques a López Obrador, en especial, aparecieron como de quien no tiene nada que decir respecto a las violaciones a los derechos humanos, que era de lo que se trataba, sino tan sólo para llenar el expediente, como el que no tiene nada que decir y se avienta a lo loco.

A Josefina Vázquez Mota le dijo que era la continuación del régimen que había causado la ola de violencia en que han perecido casi 60 mil personas, la mayoría víctimas inocentes. La candidata blanquiazul tuvo que tragar camote y echar un mea culpa, pidiendo perdón a las víctimas de los errores del gobierno. A Peña Nieto le espetó lo consabido: la responsabilidad de los gobiernos priístas en la ola criminal que nos agobia y, muy en particular, la represión en Atenco; el priísta sólo pudo decir que las cosas están peores con los panistas. Con López Obrador no supo nada qué decir al respecto, porque a él no le podía endilgar las mismas acusaciones.

Así, comenzó diciendo: “Para muchos, usted, señor López Obrador, significa la intolerancia, la sordera, la confrontación en contra de lo que pregona su ‘república amorosa’ con aquellos que no se le parecen o no comparten sus opiniones. Significa el resentimiento político, la revancha sin matices contra lo que fueron las desaseadas elecciones de 2006, el mesianismo y la incapacidad autocrítica para señalar y castigar las corrupciones de los muchos miembros de su partido. Contra la tradición de la izquierda mexicana, no han dejado de golpear a comunidades indígenas de Chiapas y Michoacán, o a estudiantes de Guerrero” (La Jornada, 29.05.2012).

Sobre la tradición de la izquierda mexicana podría debatirse interminablemente, siempre que sepamos a qué nos referimos. No pienso que Sicilia esté calificado para dar un diagnóstico sobre ello, conociendo de lo que se ha ocupado en sus escritos hechos públicos a través de los años. Que los perredistas no hayan dejado de golpear a las comunidades indígenas en Chiapas y Michoacán, seguramente se refiere a los gobiernos de aquellas entidades, como lo hace también respecto de los estudiantes de Guerrero. Yo no voy a defender lo indefendible, cosa que tampoco puede hacer López Obrador y por lo cual no le contestó ni tenía por qué hacerse una autocrítica como él lo demandaba.

Por lo menos, eso sí, Sicilia debió haber fundado sus acusaciones, dar datos ciertos y señalar responsables comprobados de los hechos; en lugar de ello, lanzó la piedra y escondió la mano. Espero que sepa lo que es mesianismo y no use el término como lo hace Enrique Krauze al referirse a López Obrador, a lo tonto y sin dar elementos de juicio, simplemente para descalificar o para insultar. Que diga que López Obrador busque revancha por los hechos del 2006 es algo que pinta de cuerpo entero al acusador. En primer lugar, por su ignorancia y, enseguida, por su falta de información. El líder tabasqueño no pedía revancha, sino, como ahora Sicilia, simplemente justicia.

Decir “para muchos, usted… significa…” es el modo de esconder la mano después de lanzar la pedrada. ¿Por qué no tuvo valor Javier Sicilia para decir para mí? Además, nunca le dijo por qué, escudándose en los otros, lo acusaba de intolerancia, sordera y confrontación. Por lo demás, decir que López Obrador es un resentido, podría volteársele al mismo Sicilia y acusarlo de lo mismo al igual que a todos los ofendidos de este país. Ni para qué decirle, por si faltara, que en sus acusaciones coincidió en todo y por todo con los mismos que se lanzaron contra el tabasqueño en 2006.

Hoy, para muchos, siguiendo a Sicilia, López Obrador es diferente de lo que él le dijo. Hoy muchos empresarios han declarado que exageraron cuando en 2006 lo acusaban de ser un peligro para México. Nada menos, el pasado miércoles (y es sólo un ejemplo), el presidente del Consejo Coordinador Empresarial en Puebla, Francisco Rodríguez Álvarez, reconoció que la izquierda dejó de ser un peligro para México, ya que ve a Andrés Manuel López Obrador más moderado que hace seis años (La Jornada, 31.05.2012). A Sicilia, por lo visto, no le parece así.

Y éste fue todavía más allá, siempre tratando de asociar indisolublemente a López Obrador con el PRD. Insistió en algo que no explicó para qué o con qué fin: Yo le pido autocrítica. No es con usted, señor López Obrador; mis respetos absolutos, lo quiero muchísimo, pero me disgusta mucho la falta de autocrítica. Por lo general, por lo menos en los medios políticos en los que yo me desarrollé, se exige la autocrítica para poder superar las posiciones erróneas, no como la confesión para los católicos, para la autohumillación y para el autosacrificio. Al parecer esto último era lo que Sicilia le exigía a López Obrador.

Luego le descargó: “Hay debajo de todo esto, no de usted, no de lo mejor del PRD, pero sí de mucha gente que lo apoya, un espíritu fascista” (subrayado mío). López Obrador se sintió ofendido con justa razón, pero sólo le dijo: Javier, a mí no me puedes meter en el mismo costal. Es difícil saber qué hay detrás del intento de acomunar al candidato perredista con el partido. Desde luego, lo primero sería aclarar por qué a una parte del PRD se le califica de fascista, siempre y cuando también se sepa lo que este espantoso término significa. Que muchos perredistas sean rateros, estúpidos, inconsecuentes, oportunistas, atrabiliarios cuando tienen el poder no quiere decir, exactamente, que se les pueda calificar de fascistas.

Lo más extraño, empero, es la exigencia, en nombre del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, de que los diferentes candidatos firmen un acuerdo de unidad nacional antes del segundo debate, para evitar, se dice, que sus campañas continúen contribuyendo a una fractura del país. Nadie ha podido saber qué sería ese acuerdo, en qué consistiría o qué resoluciones, si es que las puede haber, se adoptarían. Queda, además, la duda, que Sicilia y sus seguidores deberían aclarar, de por qué las campañas están contribuyendo a la fractura del país. Si lo que quieren es que no haya elecciones y que los candidatos se vayan a sus casas, pues también deberían aclararlo.