Beirut, 7 de abril. Con gafas oscuras, sentado en un elegante café de Beirut, Abu Abdo, vendedor de armas libanés, no se anda con rodeos para describir el floreciente negocio de contrabandear armamento para los opositores de la vecina Siria.

Armas pequeñas y fusiles automáticos tienen gran demanda, afirma el hombre, quien utiliza el seudónimo de Abu Abdo para hacer su comercio ilegal. Además hay interés por lanzagranadas, dada su utilidad para ataques rápidos contra el ejército, agrega.

Usamos las mismas rutas de contrabando que durante la guerra civil en Líbano, asegura el traficante, en referencia al conflicto de 1975 a 1990.

La frontera de 330 kilómetros entre Líbano y Siria, escasamente vigilada, ha facilitado el comercio ilícito. Pero desde que el régimen sirio colocó minas en la frontera nos vimos obligados a usar rutas inhóspitas para hacer los negocios, relata.

Los precios de las armas aumentaron a raíz de que las manifestaciones en Siria se han ido convirtiendo en movimiento armado, desde agosto pasado.

Un fusil de asalto Kalashnikov, de fabricación soviética, se vendía a 300 dólares. Ahora están entre mil 600 y 2 mil dólares cada uno, explica.

En Líbano circula gran cantidad de armamento ligero, porque cuando la guerra civil finalizó las milicias rivales entregaron al gobierno sus armas pesadas, pero se quedaron con las otras, asegura.

La actividad de traficantes es consistente con las denuncias del gobierno sirio, que acusa al ex primer ministro libanés, el musulmán sunita Saad Hariri, respaldado por Arabia Saudita, la potencia regional, de ser cómplice del contrabando de armamento y de enviar dinero a los opositores.