El narrador nicaragüense trae a México La fugitiva, su novela más reciente
Me siento con ánimos y energía para seguir en el oficio escritural, le confiesa a La Jornada
La protagonista de esa historia es una bella mujer que rompió esquemas en Costa Rica
Viernes 3 de junio de 2011, p. 3
Mi carrera literaria está abierta. Tengo que escribir más, recuperar el tiempo, dice el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, quien trae a México su nueva novela La fugitiva, la historia de Amanda Solano, personaje basado en la autora costarricense Yolanda Oreamuno.
El tiempo va pasando. No hay cómo detenerlo, pero me siento con ánimos y energías para seguir escribiendo. He escrito nueve novelas, creo que sin la revolución mediante, tal vez tendría 15. No digo que perdí, pero durante los años de la revolución dejé de escribir una década que quizá habrían sido los mejores de mi vida literaria
, asevera el ex vicepresidente de Nicaragua e integrante del movimiento sandinista que derrocó a Anastasio Somoza.
En los años de la revolución, añade, “no escribí ni una sola línea literaria. Ni cuento ni nada. Entre el 75 y el 85 no escribí ni una sola línea, desde que me metí en la vorágine de la revolución para botar a Somoza, después vino el triunfo de la revolución.
En los primeros cinco años escribí sólo discursos: o escribía los que tenía que pronunciar o revisaba los que otros escribían. En fin, eso no es literatura.
Reto múltiple
Sergio Ramírez retomó el oficio de escritor en 1985, justo cuando fue electo vicepresidente por un periodo de seis años. Haber dejado la escritura durante ese tiempo, sumado a los 10 que había pasado fuera de la literatura, habría significado renunciar a las letras.
“Diez y seis años sin escribir y me habría hundido. Dejo de ser escritor para siempre, entonces empecé a escribir en las madrugadas. En ese entonces Castigo divino, que es una novela muy ambiciosa, es la más voluminosa que he escrito, y es contradictorio, cuando menos tiempo tenía… Creo que el escritor siempre necesita desafíos. Hoy también ando en busca del tiempo perdido. Retomé el tiempo perdido.”
Lo primero después de esa década sin escribir, fue Estás en Nicaragua, “acerca de mi relación con Julio Cortázar y de mis experiencias afectivas en la revolución. Se publicó en España y fue como los pianistas, calentar los dedos, desencerrar las articulaciones de los dedos, para eso me sirvió y después entregué este caudal inmenso que era Castigo divino.
Me fui a fondo, porque quería probar que era capaz de escribir una novela que no tuviera que ver con lo que estaba haciendo en la política. Quería algo que me alejara de la revolución, porque sabía que cualquier novela que se relacionara con la revolución estaba destinada al fracaso. Uno no puede escribir algo acerca de lo que está involucrado. Yo no quería mezclar las cosas. Y escribí un tema que estaba guardado en la memoria: el de un envenenador en serie.
Y aunque sí ha mezclado revolución y letras lo ha hecho desde la ficción en Sombras nada más y El cielo llora por mí, aunque en ésta fue de manera tangencial
.
Y así llegamos a La fugitiva, la historia de Yolanda Oreamuno, publicada por Alfaguara. Un fantasma amoroso
con el que el autor de Margarita está linda la mar, convivió durante medio siglo hasta que decidió convertirla en ficción y llamar a su personaje Amanda Solano.
Reto múltiple la de narrar a Amanda a partir de tres mujeres que la conocieron, recuperar la atmósfera de los años 30 y 40 del siglo pasado y presentarse a sí mismo como el periodista que las entrevista.
“Esta es una historia que me atrajo personalmente. Creo que en la mente del escritor siempre hay un proceso de selección de qué personas con capacidad de convertirse en personajes: de la persona real al personaje de la vida ficticia.
Tiene elementos muy singulares su propia vida, sus desgracias, sus tragedias, su relación con los hombres, con la sociedad. En Yolanda Oreamuno encontré estos elementos particulares para convertirla en un personaje de novela porque se salía de lo común.
Fantasma amoroso
Sergio Ramírez conoció esa historia a los 22 años, cuando llegó a Costa Rica como jefe de relaciones públicas de la Confederación de Universidades Centroamericanas, de la que llegó a ser secretario general.
Me prendé de ella. Es un fantasma amoroso que me ha acompañado a lo largo de los años y en determinado momento decidí que esta vieja idea de convertir al personaje en una novela debía tomar forma y entonces entré en la parte de investigar su vida.
Yolanda Oreamuno-Amanda Solano rompió esquemas en Costa Rica. Mujer de una belleza que fue también maldición. Escritora sin reconocimiento que renegó de su nacionalidad, se naturalizó guatemalteca y murió en México. Una escritora con una vida trágica, sepultada en tierras mexicanas en una tumba sin nombre en 1856, a los 40 años, apenas identificada por un número; repatriada a su país para quedar en otra tumba numerada.
Sin embargo, el 8 de julio, día de su aniversario luctuoso, se colocará una placa con su nombre. Las novelas tienen consecuencias que son extraliterarias: ahora en Costa Rica, el 8 de julio, van a poner por fin la lápida, en su tumba con su nombre. Yo digo, bueno, si la novela contribuyó a esto es un efecto colateral, como dicen los gringos
.
Yolanda Oreamuno “creó una aureola alrededor de sí misma que la hace incompatible con la sociedad en que vivió. Sigue siendo un personaje marginal. Si entras a la página de Facebook que le han hecho unos muchachos que son sus fans, son 400 sus seguidores. Es una escritora de culto, entonces claro que cuando presentamos la novela en Costa Rica hubo una asistencia masiva, muchos se acercaban a la novela”.
Yolanda “fue una mujer a contracorriente. Una mujer maldita por su belleza, por su talento. Cuando digo que vivió fuera de época no sé si estoy siendo exacto, porque quizá si hubiera vivido en esta época sus reparos contra la sociedad serían otros, porque un inconforme siempre cuestiona las condiciones de la sociedad.
Ella vivió en unas circunstancias muy distintas y muy difíciles. Las enfrentó con valentía caminado entre la de su contradicción con la sociedad y la desgracia de su vida privada, muchas cosas provocadas por ella: se equivocaba mucho, elegía mal a los hombres, les daba cualidades que no tenían, se tropezaba con la misma piedra, eso hizo que su vida sentimental fuera muy desgraciada. Viuda, después divorciada, le quitan a su hijo. Ese camino le puede pasar a cualquier mujer, su desentendimiento sentimental, sus errores, sus tropiezos, y sus fracasos en la vida, pero por otro lado también estaba su enfrentamiento con la sociedad.
Y mientras La fugitiva camina en presentaciones de libros por diferentes países, aunque en México por el momento no está prevista ninguna, Sergio Ramírez prepara un nuevo libro de cuentos. Sigue empecinado en ejercer el oficio de narrador.