l proyecto de una Europa unida, equitativa y solidaria está en crisis. En la próxima reunión de ministros de finanzas de la Unión Europea se enfrentarán dos posiciones difícilmente conciliables, en relación con las operaciones de rescate financiero llevadas a cabo y la que tendría que aprobarse para Portugal.
Grecia, luego de ser rescatada hace un año, enfrenta problemas importantes: la prima de riesgo exigida por los bancos internacionales es altísima, no ha reducido el déficit fiscal al nivel acordado pese a la drástica contracción del gasto público, no podrá acceder a los mercados financieros en 2012, lo que obliga a que la Unión le destine más recursos. En breve, Grecia tiene que ser rescatada nuevamente.
Portugal, por su parte, requiere 78 mil millones de euros para cumplir con sus próximas obligaciones de pago. La Unión y el FMI han diseñado un plan de choque para reducir el déficit fiscal y las necesidades de endeudamiento, que reduce severamente gastos sociales fundamentales. El que mayor daño social representa es la reducción de 36 a 18 meses del apoyo a los que perdieron su empleo por culpa de esta crisis. Muchos de los parados portugueses están cerca de esa fecha, lo que provocará una situación muy difícil.
Estas dos propuestas, sin embargo, enfrentarán la oposición de Finlandia y Gran Bretaña. El ministro inglés, el conservador G. Osborne, ha declarado que no firmarán un cheque del contribuyente británico al griego o portugués. Los laboristas, cuando aún gobernaban, lo hicieron para el caso irlandés, porque los bancos ingleses eran los más expuestos. Los conservadores no parecen dispuestos a validar nuevos apoyos. Finlandia, con un nuevo mapa electoral, también se opone incorporando una idea central, en la que se unen derechas e izquierdas de ese país: los banqueros también tienen que pagar. El argumento se ha reforzado porque la situación griega evidencia que un rescate en el que los banqueros no contribuyen fracasa.
Las dificultades para lograr un acuerdo han llevado a que se especule que puede haber escenarios catastróficos. Se ha planteado la posibilidad de que Grecia se declare en suspensión de pagos. En la prensa alemana se insiste en que Grecia podría abandonar el euro. Ha habido valoraciones sobre el tamaño del impacto financiero de estas decisiones, advirtiendo que serían del doble de lo que ocurrió con Lehman Brothers. Lo cierto es que los problemas del euro persisten y se avecinan complicaciones.
En esta discusión el proyecto europeo es el que verdaderamente está en juego. La parte principal del proyecto unitario era que los países europeos mostraban al mundo una manera de construir un espacio común, en el que privaban los intereses generales sobre los particulares, con un modelo social en el que un estado responsable se ocupa de que los niveles de vida mejoren y en tiempos de crisis se afecten lo menos posible. Este modelo europeo ha estallado. La crisis ha provocado que se vaya desmantelando el estado social, lo que era el aporte básico de Europa al capitalismo contemporáneo.
Los intereses de los grandes bancos alemanes, franceses, ingleses, españoles e incluso portugueses, junto con los bancos estadunidenses, se han impuesto. En la crisis de la deuda soberana que ha golpeado brutalmente las condiciones de vida de la población griega, irlandesa, portuguesa y española, los grandes banqueros, acreedores de la deuda de esos países, no han perdido nada. En la Europa solidaria y equitativa está ocurriendo que los costos de decisiones de los altos directivos bancarios y de gobiernos que han perdido posiciones de poder lo está pagando solamente la población.
La derecha radical avanza en Europa. Su planteo es escéptico respecto a como se ha construido la Unión. Son antinmigrantes, entre muchas otras cosas. Su eventual llegada al gobierno hará aún más difícil que se tomen acuerdos a favor de los países europeos menos fuertes. La tendencia a que cada país ponga por delante sus intereses se fortalece, lo que hace que el futuro de una Unión Europea incluyente y solidaria sea cada vez más complicado.