Negocio en el Metro
oscú. Sabido es que el Metro de Moscú –182 estaciones a lo largo y ancho de la capital rusa, 301 kilómetros de vías subterráneas, salvo los cortos trayectos en superficie– es uno de los mejores del mundo.
Fundado en 1935 en tiempos de José Stalin, algunas estaciones de la primera línea –de las 12 que tiene ahora–, con sus suelos de mármol y decorados en el estilo del realismo socialista, son visita obligada para los turistas extranjeros.
Mueve por día, en promedio, más de siete millones de pasajeros, sólo menos que el Metro de Tokio. Pretende ser un sistema de transporte urbano al servicio de la sociedad.
Pero su anterior director, 15 años en el cargo, Dimitri Gayev, protegido del destituido alcalde Yuri Luzhkov, lo convirtió en un pingüe (conste: cualquier parecido con pinche es casual) negocio familiar. Caído en desgracia el jefe, poco duró Gayev.
En contra de los intereses de la empresa pública que encabezaba y en franco abuso de poder, Gayev creó un sistema de enriquecimiento personal a costa del Metro capitalino
, resumió la portavoz de la procuraduría rusa, Marina Gridniova, por la investigación que se llevó a cabo tras su cese.
Se acusa a Gayev de conceder contratos sin ninguna licitación, lo cual repercutió en la subida del precio de los boletos; de comprar tarjetas para acceder al Metro a una empresa de la cual era miembro del consejo de administración y una de cuyas filiales dirige su hijo Vladimir; de otorgar a su hija Anastasia la exclusiva para fabricar y vender objetos con el logotipo del Metro.
La imputación más grave: adquirir en 24 millones de dólares los torniquetes para el Metro, registrarlos como invento suyo y cobrar desde 1999 derechos de autor.
Sólo por esta última patente, las pérdidas del gobierno de Moscú, propietario del Metro, ascienden a más de 112 millones de rublos
, remató la vocera de la procuraduría.
Ahora, en el juicio que tiene en puerta, Gayev deberá explicar de qué manera –legal, se entiende–, obtuvo ese equivalente a 3 millones 800 mil dólares que se le incrimina, así como el resto de su fortuna.
Juan Pablo Duch, corresponsal