Cargando los peregrinos
estamos sufriendo por la violenciaFoto María Meléndrez Parada
olvió del peregrinaje a Roma y cinco veces subió al púlpito presidencial para condenar, absolver y bendecir a los romeros que dejaron la ciudad de la eterna primavera y llegan a la moderna Babel con el pendón guadalupano para exigir paz, justicia y dignidad. La ley, la razón y la fuerza están conmigo, sentencia Felipe Calderón. Por la razón o por la fuerza, dijo alguno para quien su palabra era ley. Cinco sermones, cinco, cuando a Pedro le cantó el gallo tres veces nada más.
La era del espectáculo nos ofrece el drama del nomadismo global. En China, sesenta millones dejan el mundo rural cada mes para irse a las urbes que brotan al son de un diez por ciento de crecimiento anual. Los nuestros siguen caminando desde que salieron del mítico Aztlán. Millones de mexicanos se suman a la pobreza al son de la economía blindada, sólida, firme, que acumula reservas en dólares sin cuento; pero no crece, ni genera empleo, ni saca a un pobre de su miseria, aunque pregonen que heredaron los pobres del pasado priísta, o acudan al Evangelio para decir que estarán siempre entre nosotros. Marchan en torno a un pocillo carbonífero las viudas y los huérfanos de mineros enterrados por el estallido del gas en un socavón al que nunca visitaron los inspectores de la Secretaría del Trabajo. Muertos los trabajadores se hizo presente el aspirante a sucesor de Calderón... para tapar el pozo.
Celoso de su poder prestado, Javier Lozano, precisó a los dolientes que no entendía por qué les había hecho una notificación la enviada de la flamante procuradora general de la República: a mí y a nadie más le corresponde hacerlo. Vanidad vacua en Babel al fondo del pozo. Ni una palabra sobre los mineros muertos en Pasta de Conchos y en Sabinas, Coahuila, pronunció Felipe Calderón en los cinco sermones a la nación. De los treinta y tantos mil muertos en la guerra contra el crimen organizado sí habló. Que son ingenuos los que piden retirar al Ejército y dejar el campo libre a los malos, que en todo México habría secuestros, robos, asaltos y asesinatos; que el mal que nos aqueja viene de la falta de acción de otros, los de antes, o de gobernadores y ediles que dejaron pasar, dejaron hacer a los criminales. Él, Felipe Calderón, no dará un paso atrás, combatirá sin tregua, no retirará al Ejército sino hasta que el país tenga policías capaces, honestos y valientes.
Sí, pero nadie le ha pedido que deje inerme a la población, que deje de combatir a los criminales, que devuelva al Ejército y la Armada a los cuarteles, que soldados y marinos no salgan sino para desfilar los días de fiesta. Se diría que los nómadas del México en transición hablan distintas lenguas. O acuden a otro idioma, como lo hizo en la Plaza de San Pedro el mismísimo jefe de Estado mexicano. Felipe Calderón se dirigió al papa Ratzinger y le dijo: Le traigo una invitación del pueblo mexicano. Estamos sufriendo por la violencia. Ellos lo necesitan más que nunca, estamos sufriendo. Lo estaremos esperando
. Desconcierto de intelectuales inorgánicos ante la invocación a una cruzada contra el crimen encabezada por el vicario de Cristo. Asombro de los mexicanos del común: el Presidente de México habló en inglés.
Dirán que el peregrino en Roma habló a nombre propio y como fiel católico, no como jefe de Estado de nuestra República laica. Pero hay un protocolo y debiera haber conciencia de quién habla y lo que representa. Lo demás es lo de menos. Aunque se haya hecho un diplomado o una maestría en el vecino del norte. El inglés es lengua de infinitas variaciones y complicadas formas idiomáticas. No importa la pronunciación. Hay que navegar los vericuetos de un idioma sobre el que los mismos nativos se preguntan: “In what other language do people racite at a play and play at a recital?” No hay Pentecostés que valga, ni lenguas de fuego que suplan la norma diplomática.
En la confusión de marchas y contramarchas, habrá quienes enciendan una vela a dios y otra al diablo; un petardo contra el Senado, otro contra la Cámara de Diputados; un cirio empuñado por los obispos que volaron a Roma en compañía del Presidente de la República; otro para los obispos que bendicen la marcha y otro para los que acompañarán al portador de la imagen guadalupana a su arribo al Zócalo que, paradójicamente, se llama todavía Plaza de la Constitución. Al llegar al DF, una enviada de Marcelo Ebrard recibió al poeta Javier Sicilia con la frase solidaria: Somos un gobierno de izquierda. Nada queremos con ustedes; también han fallado; ahí está lo del diputado Godoy, de Michoacán, reviró el vate.
Ni con el PRI, a pesar del oficio político de Manlio Fabio Beltrones, quien llamó al Presidente a atender el reclamo de los peregrinos: Gobernante que no escucha estará equivocándose una y otra vez.
Y de que Francisco Rojas no acepta las prisas de quienes olvidan la capacidad para el debate parlamentario de Aquiles Elorduy, o de Christlieb Ibarrola, para imitar usos y costumbres de la despistada izquierda que en lugar de subir a la tribuna, la toma; que en lugar de hablar, despliega mantas de protesta callejera. Lejos todos del despliegue libertario de los rebeldes de Egipto, Yemen, Túnez, Argelia, Siria, Marruecos y Libia; rebeldía de las redes sociales que en Irán puso en marcha a pueblos que no quieren califas ni teocracias.
Aquí hay iniciativas para que el Presidente pueda declarar la suspensión de garantías sin solicitar autorización del Congreso; para que rinda protesta al cargo de titular del supremo Poder Ejecutivo de la Unión ante el presidente de la Suprema Corte y no ante el pueblo soberano a través de sus representantes en el Congreso. Reformas estructurales, a imagen y semejanza del autoritarismo presidencial del priato tardío. Indispensables, dicen, para la gobernabilidad sin mayorías, para tener colaboración de poderes
en lugar de separación de poderes. Ante el Estado ausente, pretenden cimentar sobre el vacío las estructuras del supremo poder conservador.
Nada es ajeno al proceso de la sucesión presidencial. Quedaron en el congelador las reformas estructurales
y tanto el jefe del partido en el poder, Gustavo Madero, o los del PRD desgarrado, o los del PRI incluyente obligados a olvidar el juego de suma cero o volver a dividir para que otros sumen los votos útiles, culpan al pasado, al de enfrente, al contendiente potencial o imaginario. Todo en torno a la reforma laboral, la reforma política, la de seguridad pública que tanto inquieta a los militares y casi logra unificar el rechazo de nuestras izquierdas trashumantes.
Gustavo Madero presenta a sus siete magníficos y todos a una se lanzan contra Enrique Peña Nieto. ¿Tanta fuerza, tanta popularidad creen que tiene? ¿Son tan creyentes en los augurios de encuestadores como para comulgar con ruedas de molino? Con razón dijo Humberto Moreira que vio a los siete tamañitos así, que nada más faltó Blancanieves. Todos conjugan el verbo madrugar. Atribuyen la posposición de las reformas a disputas de senadores y diputados priístas, pero ninguno recuerda que los diputados aprobaron incorporar el término laico al texto constitucional.
El pueblo nómada navega el desierto en busca de seguridad, empleo, salud, educación; de la equidad perdida. Los que dicen haber hecho en diez años más que lo hecho en todo el siglo XX, proclaman continuidad de la guerra contra el crimen. Y peregrinaciones al borde del abismo; hambre y olvido para los jornaleros agrícolas, los mineros, los pobres, los marginados en su propia tierra.