Sábato fue opositor al peronismo, ocupó cargos públicos con Frondizi y encabezó el Conadep
Obtuvo el Premio Cervantes en 1984
En un homenaje, Saramago comparó la experiencia de leer El túnel con lo que provoca un puñal: después de clavado, no se retiraba de la herida
Domingo 1º de mayo de 2011, p. 3
Buenos Aires, 30 de abril. En los últimos tiempos, antes de recluirse en su casa, Ernesto Sábato dijo que había retornado al anarquismo, a cuya causa se unió en los años de estudiante secundario, ingresando luego al Partido Comunista, del que se alejó por sus fuertes críticas al estalinismo y sus inquietudes literarias, que le abrían otras puertas.
En 1941 apareció su primer ensayo sobre La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, publicado en la revista Teseo de La Plata y otro en Sur, de Victoria Ocampo, éste con el apoyo de Pedro Henríquez Ureña.
Desde entonces continuó colaborando en revistas, y ya en 1945 publicó su primer libro, Uno y el universo, artículos críticos sobre neutralidad moral de la ciencia. En este periodo recibió el primer premio de prosa de la Municipalidad de Buenos Aires y la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores.
En 1948, la revista Sur publicó El túnel, que había sido rechazada en todas las editoriales aquí y que recibió críticas entusiastas de Albert Camus, quien lo hizo traducir por Gallimard al francés. Luego fue transcrita a 10 idiomas y se instaló en la universalidad.
Pero junto con la literatura, mientras se publicaban otras obras, y como la mayoría de los intelectuales ligados al liberalismo, fue opositor al gobierno del general Juan Domingo Perón (1945 -1955) y alguna vez reconoció que nadie había entendido ese fenómeno popular.
Cuando Perón fue derrocado, en 1955, por un golpe militar, la llamada revolución libertadora
nombró a Sábato interventor de la revista Mundo Argentino, pero sólo un año después, al conocer la persecución y los fusilamientos de peronistas, renunció.
En 1956, en su libro El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo, Sábato defiende la figura de Eva Perón, aunque manteniendo sus críticas a Perón.
También ocupó cargos durante el gobierno de Arturo Frondizi, en 1958, alejándose rápidamente del mismo por discrepancias.
En 1961 se publicó Sobre héroes y tumbas, considerada como una de las grandes novelas argentinas del siglo XX y de la literatura hispanoamericana. En 1974, después de otra serie de ensayos y publicaciones, lanza Abbadón el exterminador, novela en la que el escritor profetiza sobre los horrores que vivirá Argentina y que conforma la gran trilogía de su obra junto con El túnel y Sobre héroes y tumbas.
En 1984 recibió el Premio Cervantes, y en 1997 el Premio Internacional Menéndez Pelayo; un año después publicó sus memorias en Antes del fin.
Continuó publicando, mas no ficción, y recibiendo premios y distinciones en todo el mundo
En su zigzagueante intervención en política, Sábato pagó un alto costo por haber aceptado encontrarse, junto con Jorge Luis Borges, con el dictador Jorge Rafael Videla, el 19 de mayo de 1976, casi dos meses después del golpe de Estado.
Con el paso del tiempo, y ya teniendo noticias de lo que sucedía, su actitud cambió. El Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, recordó hoy que lo que hay que destacar de Sábato es que tuvo la capacidad de cambiar y la coherencia. Hay que recordar que había una dictadura tras otra y quizás no pudo ver, como no lo pudo ver mucha gente en un principio, que estábamos entrando en ese periodo de horror. Pero hay que decir que apoyó las primeras acciones contra la dictadura
.
También reconoció el papel cumplido cuando el presidente Raúl Alfonsín, al retornar la democracia en 1983, lo puso al frente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que investigó los crímenes de lesa humanidad en el informe Nunca más, que fue base de los juicios contra la junta militar en 1985. Tenemos que entender lo que cada uno puede dar y los límites. Cuando se hizo la investigación, aún existían muchas amenazas y la democracia estaba muy débil. Fue un paso importante.
Como puñal
En 2004, Ernesto Sábato se conmovió hasta las lágrimas cuando fue ovacionado en un teatro desbordado en Rosario, en el homenaje que le hizo la Asociación de Academias de la Lengua Española.
En un emotivo discurso, su amigo José Saramago, Premio Nobel de Literatura, habló sobre su iniciación en el universo narrativo de Sábato, hacia el final de los años 50: “Por un extraño fenómeno acústico cualquiera, el día que oí pronunciar ese nombre (Sábato), entonces desconocido para mí, asocié las tres rápidas sílabas que lo componían a una súbita puñalada (…) Tras leer El túnel enseguida, en las primeras páginas, comprendí hasta qué punto había sido exacta la osada asociación de ideas que me llevó de un apellido a un puñal, para colmo por una circunstancia agravante e inesperada: el puñal Sábato, después de clavado, no se retiraba de la herida. Las lecturas siguientes confirmaron aquella intuición inicial, la de que me encontraba ante un autor trágico y al mismo tiempo eminentemente lúcido; un profeta áspero y agreste, que la vejez no ha conseguido dominar.”
Tampoco la muerte logró apagarlo, como dijo hoy su hijo Mario Sábato.