iense que usted es el dueño de Cargill, la mayor empresa privada norteamericana que controla –más o menos– la mitad de la comercialización de granos del mundo, y llega el fin del mes. -¡Que lata, otra vez a reunirme con los contables –pensará– para que me cuenten cifras y datos que apenas entenderé, en lugar de estar montando a caballo en el Club. Enciende el puro, se sienta en su despacho y manda llamar al jefe de cuentas. Más o menos le explicaría algo así:
–Buenos días señor Cargill, aquí le traigo las cuentas que ya han pasado las auditorías correspondientes. En primer lugar quiero felicitarle por su exitosa gestión. Observe, en primer lugar, que en los últimos seis meses hemos alcanzado un beneficio neto de 2.370 millones de dólares…prácticamente la misma cifra que todo el ejercicio anterior. A este ritmo podemos alcanzar unos beneficios récord…
–Y eso –dice usted mirando al infinito, porque no sabe aterrizar el dato –¿será mucho dinero, no?
–Pues mire, con esos beneficios podríamos asegurar uno de los objetivos del milenio nosotros solitos: la educación de todas las niñas y niños. ¿No está mal, verdad?
–Nada mal, desde luego, y dígame, -dice usted sin perder la compostura poniendo cara de erudito –¿y cómo ha sido eso si son los meses de la crisis alimentaria?
–Precisamente. Fíjese en esta partida llamada ‘Beneficio netos de la explotación’. Es decir, como somos una empresa comercializadora de grano, –le cuenta el contable– es la partida donde se recogen los datos de nuestra explotación, comprar y vender grano. Ahí hemos tenido unos beneficios altísimos comparados con los del año pasado. Con la crisis alimentaria el precio de los cereales ha subido brutalmente y ese margen es todo para nosotros. Es un éxito, por un lado, de nuestro departamento de marketing, que ha colaborado en generar la sensación de falta de alimentos; del departamento de biocombustibles…que venden sin parar; y por otro lado del departamento de soya, que en momentos clave ha retenido producto en los almacenes para hacer subir su precio…todo lo que su abuelo ya nos enseñó, llevado a la práctica milimétricamente.
–Sí claro, las tácticas del abuelo, siga por favor
–En el capítulo de ‘Ingresos extraordinarios’, son otra vez eso, extraordinarios.-dice el contable con una risita tonta. –Pero ya sabe usted que se llaman así, no por la cantidad, sino porque no se corresponden a nuestra actividad habitual. Aquí, básicamente contabilizamos todos los beneficios que nuestras divisiones Cargill Risk Management y Black River Asset Management logran especulando con el comercio ficticio de granos. ¡Qué gente más astuta! Al manejar información clave de la oferta y la demanda de cereales, son los que más preparados están para ganar dinero en el mercado de futuros, en la bolsa de Chicago. ¡Ya sabe, eso fue cosa de su querido padre!
Y usted, extrañado, hará una pregunta ingenua. –¿Pero el G-20 no quería poner coto a la especulación financiera con alimentos? –Ja,ja –ríe el contable– ahí quien estuvo sensacional fue su primer vicepresidente, el señor Paul Conway, cuando en unas declaraciones previas a la reunión del G-20 dijo literalmente los especuladores son siempre un blanco fácil, pero los especuladores no causaron que los precios de los alimentos se dispararan en la segunda mitad de 2010. Entre más haya diferentes tipos de jugadores tratando de utilizar los mercados de derivados, más se refleja el verdadero precio de las mercancías. La culpa se debe restringir al mal tiempo y a los desastres naturales
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–Por último –le señala el contable unos números en rojo– verá que en gastos también tenemos una partida extraordinaria….se trata de un donativo para ayudar a África. –Perfecto, –respira usted– eso me parece muy bien, pero sobretodo que sea dinero que llegué a la población.
–Claro, no se preocupe, estamos en contacto con la organización benéfica de Bill Gates que impulsa la agricultura industrializada en esas tierras… seguro que algún día –sentencia el contable con su jerga propia– tengam
*Autor de Lo que hay que tragar