La aventura de jóvenes que van al combate se ha vuelto aterradora
Lunes 18 de abril de 2011, p. 25
Misurata, 17 de abril. Una explosión lo lanzó al aire, y el dolor quemante que experimentaba en la pierna le hizo pensar que moriría en instantes. Entre el humo y las llamas, Murad Alí Mohammed sabía que perecería si no se ponía a cubierto. Pero al arrastrarse detrás de un muro oyó disparos y sintió las balas en el brazo que había levantado para protegerse la cara.
Cuando el muchacho de 16 años volvió en sí fue para darse cuenta de que le habían amputado la pierna derecha y tenía el brazo enyesado hasta el codo. Estaba en un cuarto de hospital en el que un guardia, sentado en un rincón con un Kalashnikov, vigilaba al prisionero de guerra.
Murad Alí es uno de los soldados cada vez más jóvenes capturados o muertos por los rebeldes en Libia. Las semanas de bombardeos por aviones occidentales han cobrado vidas, y las fuerzas de Muammar Kadafi parecen tener dificultades para reponer las pérdidas humanas. Pero también hay gente muy joven en las filas insurgentes, combatientes
que llegaron al frente desarmados, en su mayoría, y cuya gran aventura se ha convertido en aterradora violencia.
Murad Alí fue herido en Misurata, el más peligroso frente de batalla de esta guerra civil. En un hospital cercano, otro cautivo, Abderramán Abú Salem, de 17 años, tiene heridas en el pecho. Yusuf Ahmed Hassin, de 16, está sepultado en un cementerio de la ciudad; fue herido en la cabeza durante los combates de hace dos semanas. Su tumba está en una sección separada de las de Tamir Jassem Zubi y Mohammed Bin Walaf, combatientes rebeldes que tenían 16 años.
Puede que las experiencias relatadas por Murad Alí y Abderramán, lo dos soldados del régimen, no sean del todo ciertas, viniendo de jóvenes asustados cuyo futuro es incierto.
Pero sus relatos, tomados por separado, muestran similitudes y pintan un cuadro de haber sido empujados al frente para apoyar una operación que el régimen considera de crítica importancia.
Murad Alí dejó a su familia en una aldea al oeste de Trípoli el 18 de febrero para recibir adiestramiento de dos semanas en un campo militar de Janzan, parte de su ingreso como cadete al ejército, cuando los alzamientos comenzaron a extenderse por el país. “No sabíamos adónde íbamos, no nos dejaron llevar nuestro teléfono ni había televisión ni radio. La mayoría de los que estábamos allá eran de mi edad.
Durante 10 días tomamos las clases de rutina y de pronto nos dijeron que debíamos ir a Misurata. Cuando llegamos nos metieron en casas abandonadas por sus moradores. Nos dijeron que recibiríamos muchos refuerzos.
Hace unos 10 días fue enviado en una incursión hacia el puerto, línea vital de la ciudad con el mundo exterior. De inmediato surgió un ataque sostenido. Yo estaba en un camión al que le dio un proyectil y se incendió; tres soldados que estaban conmigo murieron y el oficial que nos mandaba huyó. Ahí salí herido. Yo no quería estar en Misurata; nos obligaron a ir.
, relató.
Abderramán era estudiante de electrónica en un colegio militar cuando estalló la revolución. Mi trabajo en el ejército iba a ser instalar sistemas de comunicaciones en bases militares
, dijo. Pero le ordenaron unirse al 32 jatiba (batallón), comandado por Jamis Kadafi, uno de los hijos del dictador. Luego de breves lecciones de manejo de armas, fue enviado a Sirte, lugar natal de Kadafi y bastión de sus adeptos.
“Después me dijeron: ‘te quieren en Misurata’. Nunca había estado aquí y no sabía lo que pasaba. La lucha era terrible, había muchos disparos. Un oficial nos abandonó. Yo trataba de correr de vuelta hacia mis líneas cuando alguien de mi propio lado me disparó en el pecho. Hace mucho que no veo a mi familia, a mis padres. Los extraño mucho; no sé cuándo los volveré a ver.”
A diferencia de ellos, Amir al-Queresi ansiaba entrar en la lid. El rebelde de 17 años se considera un veterano tras seis semanas de combatir al enemigo.
“Misurata es mi hogar y teníamos que defendernos –afirma–. Mi padre está muerto, mi madre se preocupa cuando salgo, pero cada familia debería enviar un hombre a nuestras filas. Matar al enemigo no es problema.”
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya