Carlos Monsiváis y yo siempre quisimos bien a Armando de la Peña, quien nos invitó a dar conferencias en Saltillo, Coahuila, que también nos gustaba mucho.

Armando siempre hacía que nuestra estancia fuera agradable y sigue siendo un estupendo promotor cultural, pero hace unos días, a las 11 de la mañana en el bulevar Valdés Sánchez y Periférico Luis Echeverría, por poco y muere en un enfrentamiento entre policías y sicarios.

De la Peña se dirigía al centro de Saltillo, cuando en ese crucero le tocó el alto. Al lado suyo, una camioneta con sicarios inició una balacera contra un convoy que venía cruzando por el lado contrario. Armando se agachó en su automóvil y el enfrentamiento que se le hizo eterno duró aproximadamente seis minutos.

Según los reportes, murieron cuatro sicarios, una mujer que iba con un niño en su vehículo y dos policías. Armando está vivo de puro milagro, sólo una de las llantas de su automóvil fue alcanzada por una de las balas, pero ahora vive como un resucitado. Salir vivo lo ha marcado muchísimo.

Tres veces director de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma de Coahuila (UAC), primer director del Teatro de la Ciudad Fernando Soler, en Saltillo; primer director del Centro Cultural Vanguardia, ahora Centro Cultural Casa Purcell; director del Instituto Estatal de Bellas Artes de Coahuila, actualmente Instituto Coahuilense de Cultura, Armando de la Peña y su mujer, Lina, son indispensables a la vida cultural de su estado y, por tanto, de nuestro país.

Que Armando se encuentre en medio de una balacera en Saltillo es ya una vergüenza para esa ciudad, para Coahuila y para el gobernador del estado.

Para nosotros es una nueva advertencia. Además del horror del asesinato de Juan Francisco Sicilia Ortega, el hijo del poeta Javier Sicilia, nuestro compañero y amigo en La Jornada, tenemos que recibir esta otra mala noticia.