Consideran libios que con embates aéreos no caerá el coronel
Domingo 10 de abril de 2011, p. 25
Bengasi, 9 de abril. La gente de Bengasi tiene cada vez más miedo de un segundo intento de las tropas de Kadafi por tomar la ciudad. Pese a todos los lemas propagandísticos que hablan de derrocar al dictador, a muchos se les empieza a ocurrir que el poderío aéreo de la OTAN no es la receta para la supervivencia y la victoria, como muchos creían hace unas semanas.
Un buen lugar para juzgar el equilibrio de fuerzas entre Kadafi y los rebeldes, la semana pasada, fue la entrada oeste a la ciudad de Ajdabiya, en el desierto, al sur de Bengasi. El lugar está marcado por un arco elevado y una destartalada caseta de vigilancia hecha de cemento, en la que se ven restos de comida echada a perder. En sus cuarteadas paredes están pegadas fotografías de jóvenes desaparecidos, con los teléfonos de sus familias debajo.
Llegamos allí a media mañana, porque se nos advirtió que ir muy temprano sería un error: tal vez los combatientes rebeldes estuvieran dormidos aún y podríamos cruzar sus líneas sin saber que estaban allí, e ir a dar a la línea frontal de las fuerzas de Kadafi.
Era una exageración. Había algunos soldados rebeldes en uniforme que ordenaban a milicianos y periodistas dar marcha atrás, para irritación de ambos. Los soldados despejaban el camino para unos gigantescos camiones de plataforma que se dirigían al frente con lanzacohetes Katyusha montados en vehículos y un artilugio de aspecto letal soldado a la parte trasera de un camión que es, de hecho, un módulo lanzacohetes que normalmente va adosado a la panza de un avión. En dirección opuesta venían unas dos docenas de camiones de plataforma, que habían entregado en el frente unos 20 tanques en horas más tempranas.
Reinaba una atmósfera de amigable confusión, como en una reunión de una partida de caza de la zorra, porque imaginábamos que el frente estaría muy lejos en el camino, hacia la ciudad petrolera de Brega. Resultó que estaba mucho más cerca. De pronto pasaron corriendo unas ambulancias civiles blancas. Un soldado en una de ellas gritó que los habían bombardeado. No dijo quiénes, pero supusimos que había sido otro error de fuego amigo
de la OTAN.
Pronto vimos columnas de humo a la distancia, al estallar en tierra cuatro o cinco proyectiles o cohetes. Los milicianos comenzaron a retroceder de prisa hacia Ajdabiya. Nos detuvimos en un pequeño hospital, donde los médicos se han habituado a examinar pacientes mientras conceden entrevistas a los medios. Estaban poseídos de una furia no del todo razonable, porque la OTAN bombardeaba a los rebeldes y no a los hombres de Kadafi.
En estos tiempos cualquier suceso en el este de Libia puede dar lugar a un mitin político. En este caso la recepción de los heridos en el hospital se retrasó por los discursos y cantos de Dios es grande
. Tampoco acaba allí el martirio de los lesionados: en los hospitales de todo Medio Oriente, parientes y amigos consideran tener el derecho divino de visitar a los pacientes. En el hospital de Ajdabiya, soldados sollozantes atiborraban un pabellón de tal modo que los camilleros apenas si podían pasar.
Médicos furiosos sacaron a los guerreros con todo y sus lamentos, pero unos minutos después estaban de vuelta.
El ataque de la OTAN a los tanques rebeldes resultó muy semejante a lo que los sobrevivientes habían descrito. Los rebeldes llevaban viejos T-54 libios que habían estado arrumbados durante 30 años y media docena de T-72, más modernos. Afirman que habían avisado a la OTAN, pero es probable, dado el caos general en Bengasi, que no haya sido así. No es sorprendente que los pilotos occidentales dieran por sentado que los tanques debían de pertenecer al gobierno.
El incidente en el camino Ajdabiya-Brega es importante porque muestra que los rebeldes no serán una fuerza seria de combate antes de varios meses y tal vez ni siquiera entonces. David Cameron y Nicolas Sarkozy se han metido en una guerra que inevitablemente los absorberá hacia sus entrañas, porque el enclave rebelde alrededor de Bengasi depende por completo del apoyo exterior.
Las fuerzas de Kadafi muestran signos ominosos de adaptarse más rápido que sus enemigos. Disparan descargas de artillería con precisión y realizan ataques saliendo del desierto en vehículos pickup iguales a los de los rebeldes. Lo que los mantiene a raya es que están al final de largas líneas de suministro y no cuentan con hombres suficientes para sostener el terreno que toman.
Lo mismo se puede decir de los combatientes opositores. Aunque en Bengasi hay mucha gente dispuesta a salir a las manifestaciones, en el frente el número de milicianos sorprende por su escasez. La prensa extranjera los ridiculiza por su ineptitud militar y su falta de experiencia, pero lo más chocante es que no hay suficientes.
Los costados de la carretera que sale de Bengasi están tapizados de restos achicharrados de tanques y camiones que datan de la última vez que Kadafi estuvo cerca de capturar la ciudad. Puede que no vuelva a intentarlo, y si lo hace tal vez sea en vehículos semejantes a los que usan los rebeldes. Si las fuerzas de Kadafi avanzan, no hay mucho con qué detenerlos.
En el camino entre Ajdabiya y Bengasi no hay posiciones a las cuales replegarse. Si la línea frontal cede, los pilotos de la OTAN tendrán que distinguir entre una sucia pick-up blanca de Kadafi con ametralladora en la caja y una pick-up igualmente blanca y sucia de las fuerzas democráticas, con un arma similar.
Allá en Bengasi, lejos del caos del frente, no es ése el panorama que quieren dar los comandantes rebeldes. En una conferencia de prensa, el general Fatá Younis, jefe del estado mayor conjunto y ex jefe de las fuerzas especiales de Kadafi, busca dar la impresión de que todo está bajo control. Al preguntarle por el bombardeo de los tanques por la OTAN, responde que en la guerra ocurren incidentes
. Describe la empavorecida huida de los milicianos como una maniobra militar para repeler un avance temporal de las tropas de Kadafi.
El aire de tranquilidad de Younis es muy reconfortante, y muchos en Bengasi que no han estado cerca del frente desean creer que dice la verdad. Reporteros libios aplaudieron y gritaron de júbilo cuando aseguró que los rebeldes no tienen ni aceptarán asesores extranjeros. Pero tal vez esa bravuconería no dure mucho. Imán Bugaighis, maestra de ortodoncia titulada en Newcastle que se ha vuelto vocera de los rebeldes, señaló: Les pedimos que usen helicópteros de ataque por lo menos en la ciudad sitiada de Misurata
.
Hay una corriente subyacente de miedo en Bengasi, y no hace falta mucho para desatar el pánico. Los libios comienzan a aprender las técnicas de supervivencia bien conocidas en países como Irak y Líbano, donde la guerra convierte con frecuencia a parte de los pobladores en refugiados. Los kurdos, con su sombría experiencia en huidas, tienen un refrán: Si vas a correr, hazlo pronto
. Si uno espera demasiado, tal vez ya no pueda salir.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya