Condolencias a un poeta herido
nte el crimen infame del hijo del poeta, mi plegaria: A los hombres de buena voluntad/ /dales Señor/ garras y dientes.
Garras y dientes: luz y voluntad para que paremos las balas
con nuestra voz y nuestra marcha; con el gigante que puede ser la voluntad social, la fuerza colectiva que grite ¡basta! y aprenda a organizarse contra los enemigos de la vida.
Definitivamente ¡basta! Que devuelvan el poder porque ni es suyo ni lo saben manejar. Que se vayan a su casa. No queremos que sigan desgarrando al país.
Los niños y los jóvenes ¡primero! Exigimos total seguridad para ellos. Que sean la prioridad nacional: un plan de desarrollo humano rector de la economía en vez de sus amañados planes que dejan sin oportunidades a niños y jóvenes y sólo dan ventaja a los que más tienen. Que sueldos y prebendas insultantes de los políticos sean para más y mejores escuelas; no queremos seguir manteniendo zánganos, cerdos, jueces vendidos y legisladores acomodaticios.
Para el poeta herido nuestras condolencias, y más luz que venga de la propia poesía. Canto para él con acordes prestados de León Felipe y Walt Whitman: Ahora… cuando el soldado se afianza bien el casco en la cabeza, cuando el arzobispo se endereza la mitra, cuando el retórico saca de nuevo el cartabón para medir su madrigal/ Ahora… poeta: la poesía es más necesaria que nunca.
El eje del universo descansa sobre una canción, no sobre una ley. Esta es la mejor hora para la poesía: es la hora de transbordar las consignas poéticas eternas. Que lo que separa la política enferma, la poesía lo una.
Contra el odio, la poesía. Contra el dolor, la poesía. Para recuperar la esperanza, la poesía. La poesía que abra para todos la puerta del lugar donde nos encontremos para gritar ¡basta!
Los grandes poetas no tienen biografía –dice León Felipe–, tienen Destino. Y el Destino no se narra… se canta…
Y así canta Whitman: Quisiera poder traducir lo que dicen de los jóvenes que se fueron para siempre en la mañana, de los viejos y de las madres que partieron en la tarde, y de los niños a quienes la muerte arrebató en la aurora. / ¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de los jóvenes, de las madres y de los niños que se fueron? / En alguna parte están vivos, esperándonos. La hojita más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe; que si alguna vez existió, fue sólo para producir la vida… / Todo va hacia adelante y hacia arriba. Nada perece. Y el morir es una cosa distinta a lo que algunos suponen.
Que la infame muerte, maestro Sicilia, no mate su poesía, se lo pedimos por favor.