No había nada que pudieran ofrecerle
Sábado 15 de enero de 2011, p. 34
A Guadalupe Álvarez del Castillo le tocó padecer debido a la inexistente oferta de servicios médicos especializados en la atención de personas quemadas. Su hijo Rodrigo fue una de las víctimas del incendio que provocó la caída de la avioneta en Lomas Virreyes –donde murió Juan Camilo Mouriño– hace poco más de dos años. Ayer se lo dijo al presidente Felipe Calderón al término del acto donde se inauguró el Centro Nacional de Investigación y Atención a Quemados.
La señora estaba entre los invitados al acto que se realizó en el auditorio del Instituto Nacional de Rehabilitación. Cuando el mandatario se despedía de los funcionarios que ocupaban la primera fila, Álvarez del Castillo se acercó y le agradeció el apoyo que le dieron, incluso para que su hijo fuera trasladado a un hospital en Nueva York, pero también le planteó que se debe erradicar la burocracia y garantizar la calidad de la atención médica. “No se me olvida cómo en la Cruz Roja me preguntaban ‘¿a dónde quiere que llevemos a su paciente?’, porque ahí (el hospital de Polanco) no había nada que pudieran ofrecerle”. Una unidad de la fundación Michou&Mau le ofreció ayuda en un hospital, pero era muy chico y no tenía banco de sangre ni de piel. Aunque le ayudaron con las quemaduras, no fue suficiente
. Por eso, Guadalupe buscó la alternativa del hospital en Estados Unidos.
Aunque dice que su hijo iba bien, por la falta de asepsia contrajo una bacteria (pseudomona), que complicó su estado de salud
. Rodrigo falleció el 12 de enero de 2009. Tenía 28 años de edad.