El ahora ex edil se había rebelado contra el modelo autoritario que él ayudó a consolidar
Miércoles 29 de septiembre de 2010, p. 25
Moscú, 28 de septiembre. Se rebeló contra el modelo autoritario de toma de decisiones que él contribuyó a consolidar en Rusia y, en consecuencia, recibió un golpe demoledor. Podría ser éste el epitafio político de Yuri Luzhkov, alcalde de Moscú en los últimos 18 años, quien hoy fue defenestrado de modo abrupto y humillante.
Destituir a Yuri (Mijailovich, patronímico) Luzhkov del cargo de alcalde de Moscú por haber perdido la confianza del presidente de la Federación de Rusia
, ordena el primer punto del decreto firmado este martes por el titular del Kremlin, Dimitri Medvediev.
Esta formulación de motivos, ciertamente eufemística, se utiliza aquí cuando recae sobre un funcionario la sombra de la corrupción, más que obvia en el contexto de la campaña de desprestigio emprendida por la televisión pública contra Luzhkov para forzarlo a dimitir.
La víspera, al término de la semana de vacaciones en Austria que le concedió el Kremlin para reflexionar acerca de su futuro político –o si se prefiere, para escoger entre una jubilación con relativos honores o un vergonzoso cese–, Luzhkov reanudó labores y afirmó que no tenía el propósito de renunciar por voluntad propia.
Desafiante, el todavía alcalde se reunió anoche con Serguei Naryshkin, director de la Oficina de la Presidencia, y le entregó una carta para Medvediev, cuya copia obtuvo y subió a su página web esta tarde el semanario ruso The New Times, en la cual arremete contra el jefe del Ejecutivo y lo conmina a definirse.
“(…) Obligarme a dimitir ‘de modo voluntario’ es imposible. No me aferro al cargo de alcalde, pero quiero seguir sirviendo a los moscovitas. Sólo hay dos posibilidades: si existen razones de peso, destituirme o distanciarse públicamente de los que le hicieron este flaco favor (de dar a entender que Medvediev instigó la campaña de descrédito de Luzhkov)”, dice.
En la misma reunión, según trascendió, Luzhkov rechazó la salida decorosa que, el 17 de septiembre anterior, le propuso Medvediev por medio de Naryshkin: la presidencia del Consejo de la Federación (Cámara alta del Parlamento ruso, con miembros designados por el Kremlin) o la dirección general del consorcio público que se creó para construir las instalaciones de los Juegos Olímpicos de Invierno, en Sochi 2014.
Desde que Luzhkov, a inicios de septiembre, cometió el error de criticar a Medvediev, lo que su entorno interpretó como un intento de apoyar, sin respetar los tiempos, al primer ministro Vladimir Putin como candidato en las presidenciales de 2012, tenía los días contados como alcalde de Moscú.
Faltaba por ver si se iría por las buenas o por las malas. El Kremlin hubiera preferido llegar a un entendimiento porque, finalmente, Luzhkov formaba parte de la elite gobernante no sólo como alcalde de la capital, sino también en calidad de fundador y copresidente de Rusia Unida, el partido que llevó a Putin y después al propio Medvediev al Kremlin.
En ese sentido, las repentinas acusaciones de corrupción sirvieron de pretexto para presionar a Luzhkov y, a la vez, impedir que Putin saliera en defensa suya, lo cual hubiera puesto en entredicho la autoridad de Medvediev.
Al negarse a renunciar, Luzhkov volvió a menospreciar a Medvediev, y la respuesta del titular del Kremlin no se hizo esperar: desde China, donde realiza una visita oficial, llegó a primera hora de hoy el decreto sobre el cese fulminante del alcalde.
“Es difícil imaginar –declaró Medvediev a la televisión rusa– una situación en que el dirigente de una entidad federal y el presidente de Rusia, la máxima autoridad, puedan seguir trabajando juntos si el jefe del Ejecutivo pierde la confianza en el dirigente regional”.
Putin, quien se había mantenido al margen del conflicto, le dio hoy la razón a Medvediev: Yuri Mijailovich Luzhkov ha hecho mucho para el desarrollo de Moscú y en alguna medida es una figura relevante de la Rusia contemporánea. Pero es evidente que la relación del alcalde de Moscú con el presidente se deterioró. Y el alcalde se subordina al presidente, y no al revés, por lo cual debió emprender a tiempo los pasos indispensables para recomponer esa relación
.
Repudiado por sus antiguos compañeros de partido, Luzhkov renunció a su militancia en Rusia Unida. En una carta abierta, recrimina a la dirigencia de esa organización política no haberle brindado el más mínimo apoyo.
Ahora, tras años de beneficiarse de ser él mismo designado por el Kremlin, Luzhkov considera –según lo subraya en la carta a Medvediev– que es indispensable poner fin a esa práctica antidemocrática y volver a elegir a los dirigentes regionales, entre ellos los alcaldes de Moscú y San Petersburgo, por sufragio universal y directo.
Algunos analistas no descartan que Luzhkov, dolido, sopese en estos momentos continuar haciendo política desde la oposición al Kremlin, pero ello implica el riesgo de enfrentar varios procesos bajo cargos de corrupción.
Mientras Medvediev y Putin terminan de ponerse de acuerdo en quién será el nuevo alcalde de Moscú, Vladimir Rezin, el segundo de Luzhkov, ejerce de interino.