En su obra, el Nobel de Literatura suele recurrir a sus memorias
Domingo 11 de abril de 2010, p. 6
París, 10 de abril. El Premio Nobel de Literatura francés Jean-Marie Gustave Le Clézio comenzó a escribir antes de tener su primer libro en la mano. Aunque suena a comienzo novelesco sobre un niño prodigio, no lo es en el caso de Le Clézio, quien nació durante la Segunda Guerra Mundial.
El escritor, quien ya ha publicado más de 30 libros, sufrió hambre y privaciones durante su niñez. Por falta de papel escribió en cartillas de racionamiento y en vez de libros infantiles leyó mapas y diccionarios.
Son recuerdos de infancia del autor que el martes cumple 70 años y a los cuales suele volver en sus novelas, como en su más reciente libro Ritournelle de la faim (La música del hambre, 2009).
Le Clézio es un escritor de recuerdos. En este libro describe la historia de vida de una niña que crece durante la Segunda Guerra Mundial y huye de soldados alemanes hacia Niza, junto con sus padres. El libro tiene muchas huellas de su propia vida. El autor nació en esa ciudad del sur de Francia, donde de niño vio desde su ventana cómo el mariscal Erwin Rommel y sus tropas se dirigían hacia los Alpes.
En Niza también supo lo que significaba sufrir hambre. Con esos recuerdos comienza la primera frase del libro: Sé lo que es el hambre, la sentí
.
En L’Africain (El africano), el escritor se dedica a su padre británico. En esta novela, publicada en 2007, describe su relación con su progenitor, quien durante la Segunda Guerra Mundial trabajó como médico en Nigeria, por lo cual Le Clézio viajó allí a los ocho años. Durante el viaje en barco a Nigeria supuestamente escribió dos libros, uno de los cuales fue Un long voyage.
El título de dicha obra también podría ser representativo de la vida de Le Clézio. Tras estudiar literatura se fue como lector editorial a Bristol, Londres y Aix-en-Provence; vivió en Nigeria, Tailandia, Panamá y México y desde los años 90 del siglo pasado reside junto a su mujer entre Albuquerque, Nuevo México, las islas Mauricio y Niza. Es un trotamundos que busca sus raíces en sus obras.
Le Clézio visitó el desierto, se interesó en las culturas precolombinas y coreanas. Ha visto mucho, pero no quiere cambiar nada. Desde hace un tiempo el escritor ya no tiene la soberbia de creer que puede cambiar el mundo y crear un mejor modelo de vida mediante sus cuentos y novelas. Hoy sólo quiere ser testigo
, afirmó pocos días antes de la ceremonia de premiación en Estocolmo. Agregó que incluso eso no resulta, por lo cual la mayor parte del tiempo simplemente es un voyeur.
El que escribe no actúa y tiene dificultades con el mundo
, escribió el trotamundos en su discurso de agradecimiento por el Premio Nobel de Literatura. El escritor ha dicho así mucho sobre sí mismo, porque Le Clézio no es un analista de la historia contemporánea, sino un gran narrador, cuya capacidad lingüística lo convirtió en uno de los principales escritores franceses.
Con su obra debut, Le Procès-verbal (El proceso verbal), recibió en 1963 el Prix Renaudot. El libro trata sobre Adam Pollo, quien vive solo en una casa frente al mar. Nadie sabe de dónde viene, ni siquiera él mismo. Es un hombre en búsqueda, como Le Clézio.