Puesta en tres escenarios de Héctor Bonilla
Recrea la pugna ideológica entre liberales y conservadores en el periodo de Maximiliano
Domingo 11 de abril de 2010, p. 5
Que la historia la cuenten los que la hicieron, los que la vivieron. Esa es la propuesta de la singular puesta en escena ¡Qué vivan los muertos!, donde se recrea el enfrentamiento entre liberales y conservadores en el siglo XIX, durante el periodo en que Maximiliano fue impuesto como emperador de México.
El montaje, dirigido y escrito por Héctor Bonilla, propone una aproximación crítica y festiva, amena e ingeniosa, que se desarrolla en tres escenarios: un restaurante en el Centro Histórico, un tranvía histórico
y el panteón de San Fernando.
Entre risas, música, debates políticos, chascarrillos y alusiones a la realidad política contemporánea, ¡Qué vivan los muertos! deja hablar a los protagonistas de la historia, muestra sus virtudes y sus debilidades, su generosidad y sus ambiciones, pero también evoca el espíritu de la época, proporciona pinceladas de la cotidianidad y va dejando en los espectadores datos y anécdotas que esclarecen momentos cruciales de esa etapa de la historia. Al respecto, es notable la capacidad de síntesis de Bonilla para integrar al texto la información histórica esencial sin que la obra se vuelva didáctica o recitativa.
La escenificación se inscribe dentro de las actividades por la denominación de la ciudad de México como Capital Iberoamericana de la Cultura 2010. Abrió temporada el 26 de marzo y tendrá cuatro funciones más: el 16, 17, 23 y 24 de abril.
El actor decimonónico, Antonio Castro (interpretado por Fernando Bonilla), simpatizante de la causa liberal, y Concepción Lombardo (encarnada por Leticia Pedrajo), esposa de Miguel Miramón, caudillo emblemático de los conservadores, son los muertos convocados por Héctor Bonilla para que cuenten al público su versión de ese momento histórico.
Híbrido en el que conviven la comedia, la parodia, el teatro de revista, ¡Qué vivan los muertos! empieza entre las mesas de la Hostería de Santo Domingo, donde Castro (Comicastro, le dice su antagonista) y Concepción (Concha, le llama el defensor de los liberales), intercambian argumentos, pullas, insultos, burlas, mientras los espectadores cenan, ríen y tratan de no perder detalle de la reyerta que se extrapola al presente.
Abriendo pausas en la disputa, pero como parte de la misma, un trío integrado por un acordeonista, un violinista y una cantante, interpretan canciones de la época, entre las que no faltan La paloma, Mamá Carlota y Los enanos, cuyas letras se adaptaban y modificaban según las simpatías políticas de quienes las intepretaban.
Después de la cena decimonónica, los comensales son trasladados en un tranvía turístico
hacia el Panteón de San Fernando. Durante el trayecto, los personajes de la obra van recordando cómo era le ciudad en la época histórica de referencia.
En el panteón se hacen paradas en las tumbas de Benito Juárez, Tomás Mejía (militar indígena adscrito a la causa de Maximiliano), Miguel Lerdo de Tejada (el ideólogo de Juárez), entre otros. Frente a cada una el Comicastro y Concha continúan su pleito.
La obra continúa en un foro adaptado dentro del cementerio, donde un número de títeres personifica a distintos personajes de la época. El montaje concluye con un emotivo y aleccionador diálogo (basado en lo que cada uno dijo o escribió) entre Benito Juárez y su contraparte, Miguel Miramón, donde se critican mutuamente sus aspectos más negativos.
Al final queda claro quién y por qué tuvo la razón histórica. Es decir, Bonilla no evade su simpatía por Juárez y su proyecto de país.
(Las funciones de ¡Qué vivan los muertos! comienzan a las 19:30 horas. Informes y reservaciones en los teléfonos 5491-1615 y 5518-4736, Coordinación de Paseos Culturales en Tranvía de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal).