Una apretada pero diversa, representativa y contundente muestra de los millones de fotografías del acervo de La Jornada –un universo dentro de toda una galaxia en expansión diaria, como dijo el fotógrafo Rodrigo Moya–, es la que se ofrece en uno de los libros editados para celebrar los 25 años de un diario que también mira a México y el mundo.

Se trata de 25 años en imágenes de La Jornada, periodo que va de 1984 a 2009 y que en el libro arranca con una foto de Carlos Monsiváis y Gabriel García Márquez, participantes en la preparación del número cero del diario, y termina con otra de Noam Chomsky en la Universidad Nacional Autónoma de México. Y entre ambas imágenes, todo un cuarto de siglo que mirar.

La presentación de este volumen, publicado por La Jornada Ediciones, que incluye una selección de 393 imágenes de 43 fotoreporteros y un prólogo de Luis Hernández Navarro, reunió ayer en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILMP) a Rodrigo Moya, la investigadora Deborah Dorotinsky y a Fabrizio León Diez, fotógrafo y jefe de la sección Espectáculos de este periódico, además de editor del libro, quien planteó: “En La Jornada seguimos apostando en nuestra edición impresa a la fotografía clásica que tiene un impacto único, que sintetiza una acción, apuesta al momento decisivo, a la oportunidad periodística y a la calificación editorial”.

Esto, agregó León Diez en el Salón de Actos, “ha hecho y hace de la fotografía de La Jornada un referente entre nuestros lectores”, pues desde la fundación del periódico la imagen ha sido parte fundamental de su línea editorial.

Rostros y restos de un país

León Díez señaló que esta bitácora gráfica, ordenada de manera cronológica, muestra varias pistas: el ejercicio del poder, los rostros de los trabajadores, los restos del aparato político, las tragedias, fracasos, proezas, triunfos, festejos, el trabajo en el campo y la ciudad, la resistencia al abuso, la oposición política, los personajes admirados, la celebración de la vida cotidiana, desnudos, arte.

Y un toque de ironía que caracteriza la visión de los fotógrafos de prensa, dijo, y agregó que todo lo anterior visto desde los ojos del trabajo periodístico diario, es decir, de la observación como obligación.

Recordó que el acervo de este diario se divide en tres bloques: el que va de 1984 a 2000 y que suma 6 millones de negativos; el que organiza impresiones o positivos clasificados en 6 mil 500 temas, y el digital, conformado por los nueve años restantes, y que llega a 16 millones de imágenes.

“25 años en imágenes de La Jornada es la aportación que esta casa editorial al fotoperiodismo. Es la estética que nos ha caracterizado y el punto de vista político y social de cómo hemos visto el desarrollo de México.”

El reconocido fotógrafo Rodrigo Moya destacó que la realidad reflejada en las imágenes del libro va con frecuencia más allá de la fotografía, y se convierte, gracias a la mirada de los fotorreporteros, en símbolo, en testimonio, en acicate de conciencias, y con frecuencia en documentos que a la larga serán material invaluable para historiadores e investigadores de varias disciplinas.

Moya, quien consideró que el equipo de fotorreporteros de este diario es el más agudo, entrenado e independiente en el panorama del fotoperiodismo en México, reflexionó acerca de la saturación icónica y de la complejidad organizativa, técnica y cualitativa que implica manejar las miles de fotos que ingresan diariamente al periódico.

Fotografías icónicas

Tras un repaso histórico de cómo la fotografía se vinculó a la prensa escrita, la investigadora Deborah Dorotinsky llamó a reflexionar acerca de que de los 43 fotógrafos incluidos en el libro, 35 son hombres y ocho mujeres. Y en otro momento ponderó de manera crítica la armonía entre la selección del material, su organización y el trabajo editorial.

Comentó algunas fotos y sus autores. Por ejemplo, las imágenes más canónicas de Elsa Medina, como la de los migrantes cruzando la frontera en 1987; las del propio Fabrizio León, como las desgarradoras de las explosiones de San Juanico en 1984 o las jocosas de los cuernos de Eduardo Pesqueira a Carlos Salinas; las de Andrés Garay, como la de la Torre Latinoamaericana emergiendo entre los escombros tras los terremotos de 1985, o las de Pedro Valtierra, como la de una mujer indígena empujando a un militar en Chiapas.

Otras fotos comentadas por Dorotinsky fueron de autores como Frida Hartz, Marco Antonio Cruz, Arturo Guerra, Francisco Mata Rosas, Raúl Ortega, Rogelio Cuéllar, Antonio Turok, Carlos Cisneros y Araceli Herrera. También mencionó los nuevos nombres, como Guillermo Sologuren, Duilio Rodríguez, Víctor Mendiola, José Antonio López, Carlos Ramos Mamahua y María Meléndrez.

Antes de las intervenciones se proyectó un video basado en las fotos del libro, realizado por Carlos Mendoza, director del canal6julio, en el que resaltan, entre otros, dos aspectos: uno mencionado por Rodrigo Moya, quien se refirió a la armonía lograda entre el crescendo de la música de El bolero, de Ravel, y las imágenes, las cuales culminan con la metáfora visual de un país casi destruido.

El otro se refiere a la sorprendente armonía lograda de la paradójica relación entre la sensualidad vital de esa obra de Ravel, y la dureza de tragedia social y esperpento político de buena parte de las fotos de 25 años en imágenes de La Jornada.